Obras rimadas, Ramon Lull, Gerónimo Rosselló. Introducción.

INTRODUCCIÓN.

Ramon Lull (Raimundo Lulio)


El gran Ramon Lull (Raimundo Lulio), tan universalmente admirado por teólogos y moralistas, por físicos y químicos, por astrónomos y matemáticos; tan recomendable en la república de las letras como humanista y como ascético; y tan docto en la jurisprudencia como en la medicina, en la astrología como en la náutica; Ramon Lull, el célebre inventor de aquel Arte general que por espacio de cinco siglos ha llenado de asombro el mundo entero, y cuyo nombre brilla con eterno resplandor en la historia de todas las ciencias y de todos los ramos del saber humano, no ha tenido entrada hasta aquí en el catálogo de los poetas; no porque no fuese del número de los elegidos, sino porque la incuria y el descuido han dejado permanecer en la oscuridad y en el olvido las rimas con que daba espansion (expansión) a su ánimo, cantando el orden del mundo y las grandezas y escelencias (excelencias) de Dios.

obras rimadas Ramon Lull, Gerónimo Rosselló, idioma catalan-provenzal, Raimundo Lulio


Semejante abandono si bien puede disimularse a los pasados siglos en que las letras no alcanzaban la atención merecida, fuera imperdonable en nuestros días en que se envanecen los hombres con el título de estudiosos y de investigadores. Así pues, la publicación del testo (texto) original de las obras rimadas del gran pensador del siglo XIII, nos ha parecido no sólo un deber, sino la satisfacción de una deuda que tenía con el mundo literario la patria del gran maestro. A cumplir este deber, a pagar esta deuda consagramos hace tiempo nuestros esfuerzos; y si bien por una parte hemos tenido la fortuna de encontrar códices que reunidos nos han dado por resultado la estensa (extensa) colección que ofrecemos al público, cosa a que no era dado aspirar tratándose de un autor de tan antigua fecha, por otra sentimos no tener mayores fuerzas para hacer nuestro trabajo más digno de unas obras, que amén de su importancia literaria, tienen en alto grado la filológica, por la circunstancia de pertenecer a la época de transición del lenguaje provenzal al llamado comúnmente lemosin y que con mayor propiedad puede calificarse con el nombre más significativo de catalan-provenzal.

Ante esta doble importancia que tienen las obras que nos ocupan, no creemos sea una oficiosidad inútil enriquecer con ellas la literatura nacida de aquel idioma que hablaban en otro tiempo pueblos que dieron el ejemplo de la cultura al resto del mundo, monarcas que se distinguieron por la fuerza de su poder y por el valor de sus conquistas, y soldados que hubieran podido avasallar naciones enteras. Al contrario, estamos persuadidos de que al ofrecer este ejemplo de lo que era capaz ya en el siglo XIII el idioma de los Jaimes, de los Pedros y de los Alfonsos, manejado por uno de los que con más fecundidad y pureza se valieron de él para expresar sus altísimas concepciones, despertará el deseo de sacar del olvido los tesoros inmensos de una literatura digna en verdad de más atención y de mejor suerte.

Lanzándonos pues al desempeño de nuestra humilde tarea, vamos a manifestar simplemente los códices o manuscritos de que nos hemos servido para formar la presente colección:

1.° Uno en 4.° de 115 folios, escrito en papel y pergamino y propiedad del diligente bibliógrafo D. Jaime Antonio Prohens, que ha podido reunir a costa de grandes afanes y desvelos una preciosa colección de obras lulianas impresas y manuscritas que nos ha facilitado con generoso desprendimiento. Este códice de un valor inapreciable es de letra del siglo XV, clara y esmerada, y está muy bien conservado; si bien no exento de erratas debidas al descuido del que lo escribió o al original de donde se sacó la copia. Los versos cortos están a dos columnas, los demás no; y los epígrafes de los capítulos y las iniciales con que estos empiezan son de carmín, sin adornos. Este códice contiene la Medicina del peccat que ocupa poco menos de la mitad de sus folios; sigue después Lo cant de Ramon, las poesías que empiezan A vos dona verge Sancta MaríaSenyor ver Deus rey gloriós, Lo plant de nostra dona Sancta María, la obra Del consili que feu mestre Ramon Lull malorquí, Lo dictat de Ramon, el opúsculo sobre el pecado de Adán que empieza
Un Senyor rey qui be entenLo desconort y concluye con las Horas de nostra dona Sancta María.


2.° Otro en folio de 152 hojas sin numerar, escrito en papel y que nos pertenece. Es de letra de últimos del siglo XVI o principios del XVII y está así mismo muy bien conservado. Carece absolutamente de adornos y no se halla exento tampoco de errores de pluma. Contiene este códice los Cent noms de Deu, a cuya obra siguen las Horas de nostra dona Sancta María, el libro quinto de la Medicina del peccat, bajo el título de Oració per las reglas, el Desconort, el Plant de la verge María que el códice anterior titula Plant de nostra dona Sancta María, la Aplicació de l' Art general, el Cant de Ramon, el Consili, el capítulo III de la parte cuarta de la Medicina del peccat, llamado De trinitat, el citado opúsculo sobre el pecado de Adán, Lo dictat de Ramon, y varios otros capítulos de la Medicina del peccat que designa con el nombre de Tractat de las sinch virtuts.


3.° Otro en folio de abultado volumen existente en la biblioteca del Instituto Balear, y que perteneció en otro tiempo a la de los religiosos dominicos de Palma. Entre varias obras en prosa lemosina ó sea catalana-provenzal debidas a la pluma de nuestro autor, como el Libre del gentil y de los tres savis, de la Primera y segona intenció y de la Consolació del ermitá, hay en este precioso códice la composición sobre L'art de la Alquimia, un índice de los Cent noms de Deu, la poesía que empieza; Senyor ver Deus rey gloriós, y el Desconort, cuya letra se remonta quizás hasta el siglo XIV.

4.° Otro en 4.° existente en la misma biblioteca que contiene entre otras cosas una copia lemosina del Desconort, de mano de D. Nicolás de Pax, varón esclarecido, muy versado en el estudio de las obras de nuestro autor, y traductor de varias de ellas.

5.° Otro en 8.° de 100 folios, que nos pertenece. Es de letra de últimos del siglo XVI y no está exento de frecuentes equivocaciones de pluma, observándose en él muy poco esmero en la ortografía. Contiene los Cent noms de Deu y las Horas de nostra dona Sancta María, copiadas ambas obras de distinta mano.

6.° Otro en 4.° de 24 folios que así mismo nos pertenece. Es de letra también del siglo XVI, y contiene únicamente la quinta parte de la Medicina del peccat bajo el epígrafe de Oració.

7.° Otro en 8.° de 36 folios que se nos ha franqueado, de letra también del siglo XVI, y que además de la misma quinta parte de la Medicina del peccat sobre la Oració, contiene otros varios fragmentos.

8.° Varios códices existentes en la biblioteca del Instituto Balear que entre otras obras contienen algunos de los opúsculos ya citados.

9.° Un tomo en 8.° que comprende una copia moderna de los Cent noms de Deu, sacada quizás de alguno de los códices mencionados anteriormente.

¡O Y por último una copia de mano de D. Joaquín María Bover, que contiene el fragmento que va fielmente incluido en la presente colección, titulado De Lulli. - Lo conqueriment de Maylorcha; cuya copia hemos trascrito exactamente, no obstante de las palabras adulteradas que en ella se observan, por no habernos sido dable consultar el original, aunque nos asegura el Sr. Bover haber cotejado escrupulosamente su traslado con el texto de donde lo sacó.

De todos estos códices hemos podido entresacar las obras rimadas de que hacen mención D. Nicolás Antonio, el P. Antonio Raimundo Pascual y otros bibliógrafos y esclarecidos varones que se han ocupado de las obras y doctrina del gran maestro, si se exceptúan las trovas que escribió éste en su juventud, un tratado de lógica en verso que cita el mismo P. Pascual, y que vio D. Nicolás Antonio, si es que sea el mismo que va mencionado en su catálogo, conocido con el nombre de Lógica de Grozell y que será sin duda el que cita Lulio en su Doctrina pueril y que empieza: Deus per fer á nos honrament, el libro llamado Reglas introductorias al Arte demostrativo, que según dice el citado Pascual, está escrito en verso lemosin; y por último el que el nombrado D. Nicolás Antonio continúa en su catálogo con el nombre de Tractatus vulgaris metricus septem fidei articulos demonstrans: cuyas obras no nos ha sido dable encontrar a pesar de todas nuestras pesquisas.

El mismo D. Nicolás Antonio hace mención en su catálogo de otros opúsculos en verso que no son más que libros separados de los tratados inclusos en la presente colección o continuados con distinto nombre. Así por ejemplo el que continúa bajo el de Orationes per regulas artis versibus rhithmicis vulgaribus, no es más que la parte quinta de la Medicina del peccat sobre la Oración; el que llama Liber ducentorum carminum vulgaris linguæ, es el opúsculo sobre el pecado de Adán; y el que titula Liber hymnorum, quizás sea el llamado Horas de nostra dona Sancta María.


Al tren. En el tren. Leopoldo Alas, Clarín.

AL TREN (en chapurriau)

Leopoldo Enrique García-Alas y Ureña (Clarín).

Lo duc del Pergamino, marqués de Numancia, comte de Peñasarriba, consellé de ferrocarrils de vía ampla y de vía estreta, ex ministre de estat y de Ultramar...


Lo duc del Pergamino, marqués de Numancia, comte de Peñasarriba, consellé de ferrocarrils de vía ampla y de vía estreta, ex ministre de estat y de Ultramar... está que bufe y agarre lo sel... ras del coche de primera en les mans; y al seu juissi té raó que li sobre. Figúronse vostés que ell ve desde Madrid sol, tombat tot lo llarg que es a un reservat, en lo que ha tingut que contentás, perque no va ñabé a la seua disposissió, per torpesa dels empleats, ni coche-llit, ni cosa pareguda. Y ara, cuan milló dormíe, a mija nit, a la mitat de Castilla, li obrin la porta del seu departamén y li demanen mil perdóns... perque té que admití la compañía de dos viachés nada menos: una siñora enlutada, cuberta en un vel espés, y un tinén o teniente de artillería.

¡De cap manera! No ña cortessía que valgue; lo noble español es mol inglés cuan viache y no se entreté en miraméns medievals: defén lo home lo seu resservat poc menos que al sport que ha adeprés a Eton, a Inglaterra, lo noble duc castellá, estudián inglés.

¡Un consellé, un senadó, un duc, un ex-ministre, consentí que entron dos desconeguts al seu coche, después de habé consentit en pressindí de una berlina-llit, al que té dret! ¡impossible! ¡Allí no entre ni una mosca!

La dama de dol, avergoñida, confusa, procure desapareixe, buscá refugi a consevol furgó aon pugue ñabé gossos mes fins... pero lo tinén de artillería li tanque lo pas ocupán la eixida, y en molta tranquilidat y finura defén lo seu dret, lo dels dos.

- Caballé, no nego lo dret de vosté a reclamá contra los descuidos de la Compañía... pero yo, y per lo vist esta siñora tamé, ting billet de primera; tots los demés coches de esta classe venen plens; an esta estassió no ña manera de aumentá lo servissi... aquí ñan assientos de sobres, y aquí mos embutirem. Lo jefe de la estassió apoye en timidés la pretensió del tinén; lo duc se creix, lo jefe sedix... y lo artillé cride a un cabo de la Guardia Sivil, que, enterat del cas, aplique la ley marsial al reglamén de ferrocarrils, y decrete que la viuda (ell la creu viuda) y lo seu tinén se quedon al resservat del duc, sense perjuissi de que este se queixo dabán de qui correspongue.

Pergamino proteste; pero acabe per calmás y hasta li oferix un magnífic puro al militar, del que acabe de sabé, acsidentalmen, que va al expresso a incorporás al seu regimén, que se embarque cap a Cuba.

- ¿Aixina que va vosté a Ultramar a defendre la integridat de la patria? - Sí siñó, al radé sortech (o sorteo) me ha tocat la china.- ¡Y vaya chinada? -
Dixo a ma mare y a la meua dona dolentes y dixo dos chiquets de menos de sing añets. - be, sí; es lamentable... ¡Pero la patria, lo país, la bandera!

- Ya u crec, siñó duc. Aixó es lo primé. Per naixó hi vach. Pero séntigo separám de lo segón. Y vosté, siñó duc, ¿aón sen va?

- Phs... per lo pronte a Biarritz, después al Nort de Fransa... pero tot aixó está mol vist; passaré lo Canal y repartiré los mesos de agost y de setembre entre la isla de Wight, Cowes, Ventnor, Ryde y Osborn...
La dama del dol y del vel, ocupe silensiosa un racó del resservat. Lo duc no sen fixe en ella. Después de repassá un periódic, seguix la conversa en lo artillé, que es de poques paraules.

- Alló está mol mal. Cuan yo, per novatada de ministre, vach admití la cartera de Ultramar, pera adependre, me vach convense de que tenim que cauterisá la administrassió ultramarina, si se vol salvá.

- Y vosté ¿no va pugué aplicál?

- No vach tindre tems. Vach passá al estat, per los meus merits y servissis. Y ademés... ¡ñan tans compromisos! Oh, pero la insensata rebelió no durará; los nostres

héroes defenen alló com a leóns; miro vosté que es magnífica la mort del general Zutano... víctima de la seua valentía a la acsió de Tal... Zutano y un atre valén,

un capitá... Lo capitá... no sé cuáns, van perí o morí allí pel mateix valor y lo mateix patriotisme que los mes renombrats martirs de la guerra. Zutano y lo atre, lo capitá aquell, se mereixen estatues; lletres de or a una lápida del Congrés... Pero de totes maneres, alló está mol futut... No tenim una administrassió... Conque ¿vosté se quede aquí pera pendre lo tren que lo porto a Santander? pos venga, bona sort, mols llorés y poques bales... Y si vol vosté algo per aquí... ya sap vosté, lo meu tinén, durán lo estiu, isla de WightCowesRydeVentnor y Osborn...

Lo duc y la dama del dol y lo vel se queden sols al resservat. Lo ex-ministre procure, en discressió relativa, conversá.

La dama conteste en monossílabos, y a vegades en señes.

Lo de Pergamino, despechat, se aburrix. A una estassió, la enlutada mire en impassiensia per la finestreta.

- ¡Aquí, aquí! - cride de repén -; Fernando, Adela, aquí...

Una parella, tamé de dol, entre al resservat: la enlutada del coche los abrasse, plore damún del pit de l´atra dona, sofocán los gañols. Lo tren seguix lo seu viache. Despedida, abrassos un atra vegada, ploreres...

Se van torná a quedá sols la dama y lo duch.
Pergamino, mort de impassiensia, se aventure al terreno de les possibles indiscressións. Vol sabé a tota costa lo origen de aquelles penes, la causa de aquell dol... Y obté freda, seca, irónica, entre llágrimes, esta breve resposta:

- Soc la viuda del atre... del capitá Fernández.

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EN EL TREN.


El duque del Pergamino, marqués de Numancia, conde de Peñasarriba, consejero de ferrocarriles de vía ancha y de vía estrecha, ex ministro de Estado y de Ultramar… está que bufa y coge el cielo… raso del coche de primera con las manos; y a su juicio tiene razón que le sobra. Figúrense ustedes que él viene desde Madrid solo, tumbado cuan largo es en un reservado, con que ha tenido que contentarse, porque no hubo a su disposición, por torpeza de los empleados, ni coche-cama, ni cosa parecida. Y ahora, a lo mejor del sueño, a media noche, en mitad de Castilla, le abren la puerta de su departamento y le piden mil perdones… porque tiene que admitir la compañía de dos viajeros nada menos: una señora enlutada, cubierta con un velo espeso, y un teniente de artillería.

¡De ninguna manera! No hay cortesía que valga; el noble español es muy inglés cuando viaja y no se anda con miramientos medioevales: defiende el home de su reservado poco menos que con el sport que ha aprendido en Eton, en Inglaterra, el noble duque castellano, estudiante inglés.

¡Un consejero, un senador, un duque, un ex-ministro, consentir que entren dos desconocidos en su coche, después de haber consentido en prescindir de una berlina-cama, a que tiene derecho! ¡Imposible! ¡Allí no entra una mosca!

La dama de luto, avergonzada, confusa, procura desaparecer, buscar refugio en cualquier furgón donde pueda haber perros más finos… pero el teniente de artillería le cierra el paso ocupando la salida, y con mucha tranquilidad y finura defiende su derecho, el de ambos.

-Caballero, no niego el derecho de usted a reclamar contra los descuidos de la Compañía… pero yo, y por lo visto esta señora también, tengo billete de primera; todos los demás coches de esta clase vienen llenos; en esta estación no hay modo de aumentar el servicio… aquí hay asientos de sobra, y aquí nos metemos.

El jefe de la estación apoya con timidez la pretensión del teniente; el duque se crece, el jefe cede… y el artillero llama a un cabo de la Guardia civil, que, enterado del caso, aplica la ley marcial al reglamento de ferrocarriles, y decreta que la viuda (él la hace viuda) y su teniente se queden en el reservado del duque, sin perjuicio de que éste se llame a engaño ante quien corresponda.

Pergamino protesta; pero acaba por calmarse y hasta por ofrecer un magnífico puro al militar, del cual acaba de saber, accidentalmente, que va en el expreso a incorporarse a su regimiento, que se embarca para Cuba.

-¿Con que va usted a Ultramar a defender la integridad de la patria?

-Sí señor, en el último sorteo me ha tocado el chinazo.

-¿Cómo chinazo?

-Dejo a mi madre y a mi mujer enfermas y dejo dos niños de menos de cinco años.

-Bien, sí; es lamentable… ¡Pero la patria, el país, la bandera!

-Ya lo creo, señor duque. Eso es lo primero. Por eso voy. Pero siento separarme de lo segundo. Y usted, señor duque, ¿a dónde bueno?

-Phs… por de pronto a Biarritz, después al Norte de Francia… pero todo eso está muy visto; pasaré el Canal y repartiré el mes de Agosto y de Septiembre entre la isla de Wight, Cowes, Ventnor, Ryde y Osborn…

La dama del luto y del velo, ocupa silenciosa un rincón del reservado. El duque no repara en ella. Después de repasar un periódico, reanuda la conversación con el artillero, que es de pocas palabras.

-Aquello está muy malo. Cuando yo, allá en mi novatada de ministro, admití la cartera de Ultramar, por vía de aprendizaje, me convencí de que tenemos que aplicar el cauterio a la administración ultramarina, si ha de salvarse aquello.

-Y usted ¿no pudo aplicarlo?

-No tuve tiempo. Pasé a Estado, por mis méritos y servicios. Y además… ¡hay tantos compromisos! Oh, pero la insensata rebelión no prevalecerá; nuestros héroes defienden aquello como leones; mire usted que es magnífica la muerte del general Zutano… víctima de su arrojo en la acción de Tal… Zutano y otro valiente, un capitán… el capitán… no sé cuántos, perecieron allí con el mismo valor y el mismo patriotismo que los más renombrados mártires de la guerra. Zutano y el otro, el capitán aquél, merecen estatuas; letras de oro en una lápida del Congreso… Pero de todas maneras, aquello está muy malo… No tenemos una administración… Conque ¿usted se queda aquí para tomar el tren que le lleve a Santander? Pues ea; buena suerte, muchos laureles y pocos balazos… Y si quiere usted algo por acá… ya sabe usted, mi teniente, durante el verano, isla de Wight, Cowes, Ryde, Ventnor y Osborn…

El duque y la dama del luto y el velo quedan solos en el reservado. El ex-ministro procura, con discreción relativa, entablar conversación.

La dama contesta con monosílabos, y a veces con señas.

El de Pergamino, despechado, se aburre. En una estación, la enlutada mira con impaciencia por la ventanilla.

-¡Aquí, aquí! -grita de pronto-; Fernando, Adela, aquí…

Una pareja, también de luto, entra en el reservado: la enlutada del coche los abraza, sobre el pecho de la otra mujer llora, sofocando los sollozos.

El tren sigue su viaje. Despedida, abrazos otra vez, llanto…

Quedaron de nuevo solos la dama y el duque.

Pergamino, muerto de impaciencia, se aventura en el terreno de las posibles indiscreciones. Quiere saber a toda costa el origen de aquellas penas, la causa de aquel luto… Y obtiene fría, seca, irónica, entre lágrimas, esta breve respuesta:

-Soy la viuda del otro… del capitán Fernández.

FIN.