Mostrando entradas con la etiqueta valencianas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta valencianas. Mostrar todas las entradas

BIBLIOTECA VALENCIANA. AUTORES ÁRABES. Hasta el 1700.

BIBLIOTECA VALENCIANA.

TOMO PRIMERO.

CONTIENE A MÁS DE LOS AUTORES ÁRABES;

LOS QUE FLORECIERON HASTA EL AÑO 1700. 

(Libro original en Österreichische Nationalbibliothek 396.368-C.
Edición de Ramón Guimerá Lorente)

https://bivaldi.gva.es/es/consulta/registro.cmd?id=34

Hállase en la Librería del Autor, Calle de Campaneros.

BIBLIOTECA VALENCIANA.


BIBLIOTECA VALENCIANA

DE LOS ESCRITORES

QUE FLORECIERON HASTA NUESTROS DÍAS

CON ADICIONES

Y ENMIENDAS A LA DE D. VICENTE XIMENO.

POR D. JUSTO PASTOR FUSTÉR,

Socio de Mérito de la Real Sociedad Económica

de Valencia y su Reino.

TOMO PRIMERO.

CONTIENE LOS AUTORES HASTA EL AÑO 1700. 


VALENCIA: 

IMPRENTA Y LIBRERÍA DE JOSÉ XIMENO, 

FRENTE AL MIGUELETE. 1827.



A LA REAL SOCIEDAD ECONÓMICA

DE VALENCIA Y SU REINO.


La protección que V. S. ha dispensado a la Biblioteca Valenciana, no sólo es un título de honor y distinción para su autor, sino in testimonio permanente del aprecio que le merecen los Escritores que contiene; y el benéfico nombre de V. S. al frente de esta obra, estimulará a los sucesores en la carrera; a sostener el crédito literario de nuestra Patria.

Así este respetuoso homenaje de mi gratitud, al mismo tiempo la ingenua expresión de mis votos por la prosperidad de este Reino, bajo tan favorables auspicios.

Ciertamente las obras de este género, de más utilidad que brillantez, no son del gusto del día, en que la indiferencia con la que son recibidas, desalienta a los que se dedican a largas y penosas investigaciones históricas y bibliográficas.

El amor a las letras y a los literatos, me inspiró el gusto a la lectura; mi profesión poniéndome en las manos los materiales me inclinó a construir este edificio Bibliográfico, y el celo por la gloria de mis compatriotas me sostuvo hasta terminarle, debiendo por fin la luz pública a la ilustración de V. S. y a sus auxilios.

Bien quisiera yo ofrecerle producciones originales de mayor estima, mas no siendo capaz de aspirar a ellas, me he contentado con dar a conocer las de mis paisanos; y conservar su memoria a una posteridad agradecida que sabrá apreciarlos, como también a la influencia ilustrada con que V. S. ha alentado mi poquedad. En lo uno y en lo otro cifro yo mi recompensa y mi esperanza.


Justo Pastor Fustér.


PRÓLOGO.


Conservar la memoria de los que contribuyen con sus escritos a la ilustración pública, es lo mismo que transmitir con gloria a los tiempos venideros unos nombres que acaso en los nuestros estuvieron injustamente sumidos en la desestimación y el olvido; es enriquecer el depósito de la literatura, y es por último dejar a la posteridad un ejemplo muy digno de imitarse. Esta es, pues, la noble empresa de los que se dedican a redactar las Bibliotecas de los escritores públicos.

Y en verdad el estudio de la bibliografía va unido íntimamente a la historia literaria, la cual tanto se ha promovido en este siglo, que como demuestra con su voto decisivo nuestro célebre D. Juan Andrés en su Historia de toda la literatura (1: Tomo 2.° de la edición castellana, pág. 412), se puede decir que le pertenece exclusivamente: “la infinita copia de libros, la multiplicidad de ediciones y la variedad de las impresiones, hace preciso este estudio, y justifica bastante las fatigas que algunos literatos emplean en la ilustración de las noticias bibliográficas. Y es cierto que los títulos de los libros, la diversidad y mérito de las ediciones, la noticia de los autores, editores e impresores, el tiempo y lugar de la estampa, la rareza de algunas de ellas, la pulidez y corrección, y por decirlo así, el lujo y riqueza de otras, las vicisitudes de las obras y ediciones, y en suma toda la historia bibliográfica, forma el objeto de los estudios de muchos, y ha producido en este siglo obras eruditas de críticos escritores. ¿Qué inmenso tesoro de erudición no se encuentra en las Bibliotecas de Fabricio, que por sí solas bastan a obscurecer los trabajos de todos los filólogos eruditos de los siglos precedentes, y ciertamente serán el pasmo de los siglos venideros? ¿De cuánto auxilio no pueden servir a los literatos el Catálogo de los libros de la Biblioteca Laurenciana del doctísimo Bandini, la Biblioteca arábiga del Escorial del inmortal Casiri, y otras semejantes obras bibliográficas? Ahora sabemos cuantos escritos raros y peregrinos poseen las Bibliotecas más ricas, y no hay en Europa ninguna de algún mérito de que no tengamos catálogo. No sólo salen a luz las de los Reyes y Príncipes, no las que están destinadas a la utilidad pública, sino también las que tienen en sus casas los

estudiosos particulares; y, así hay catálogos de la Biblioteca de Fabricio, de la de Mayans, de la de Crevena y de algunos otros. Es digna de particular memoria una obra apreciable, compuesta por Montfaucon después de principios de este siglo, de una Biblioteca de las bibliotecas; pero ahora se han aumentado tanto estas, que las referidas por Montfaucon no llenarían más que algunos pequeños estantes de la vasta biblioteca que las tuviese todas."

Tan conducente es el uso de las bibliotecas para la propagación de las letras en todos tiempos. Si lo eran por su escasez cuando los libros corrían manuscritos, no lo son menos por su multiplicación después de inventada la imprenta. “Que ora sean manuscritas o impresas las obras, dice Villanueva en su Viaje a las Iglesias de España (1: Tomo 8, pág. 102), la noticia de los literatos trae consigo la de la literatura en que brillaron los siglos pasados, sin cuyo conocimiento, ni la patria tiene el honor que le corresponde, ni nadie debe tenerse por sabio. Este fruto no se adquiere, si no se reúnen en un cuerpo y cronológicamente todos los escritores domésticos, que es como una escuela, y digamos espejo del progreso que hicieron los conocimientos humanos.” De aquí el ansia de formar bibliotecas de los escritores que han ilustrado su patria; pero en España ninguna Provincia, como Valencia, puede gloriarse de haber tenido tantos ilustres hijos que hayan conservado la memoria de los escritores nacidos en este venturoso suelo, ilustrando la república de las letras con sus obras, y sostenido nuestro honor literario con la variedad de sus producciones. Morlá, Escolano, Vimbodí, Martínez de la Vega, Mariner, Esquerdo, Gil Polo, Lorga, Ortiz, Rodríguez y Cerdá se esmeraron en su elogio, ya en prosa, ya en verso; empero distinguióse entre todos el laborioso D. Vicente Ximeno, que tuvo la constancia de emplear catorce años en reunir noticias para formar su Biblioteca, que afortunadamente poseemos.

El recto juicio, la fina crítica y la igual imparcialidad con que está escrita, le concilió grande aceptación entre los amantes de las letras. Los eruditísimos Mayans y el P. Burriel, le colmaron de elogios, como debidos a su mérito, y la fama llevando su nombre más allá de los Pirineos, recogió alabanzas de los mismos que se mostraron émulos de nuestra literatura. Los autores de las Memorias de Trevoux examinaron la obra, y les mereció tanto aprecio que en los meses de Abril y Mayo de 1750, publicaron varios extractos de sus artículos, realzando el mérito de aquel bibliógrafo con los honoríficos dictados de varón atento y escritor muy juicioso. Han transcurrido ya cerca de ochenta años desde que se imprimió la Biblioteca de Ximeno, y como en este largo periodo no han cesado de sostener la acreditada nombradía de su literatura muchos valencianos que dignamente han cultivado las letras, justo será también que se continúe su memoria y la de los escritos que en este intervalo han dado a la prensa.

Mi innata afición a la bibliografía y mi profesión, proporcionándome recoger noticias que se ocultaron a D. Nicolás Antonio, al P. Rodríguez, y últimamente a Ximeno, me hicieron concebir la idea de llenar este vacío arrostrando una empresa superior a mis alcances; pero que veía con sentimiento que ninguno hasta ahora había tomado a su cargo, y que acaso no le tomaría tan pronto, en mengua entre tanto del honor literario de mi patria. El celo (zelo en el original) de sostenerle me inspiró alguna confianza, y puse mano en una obra que hasta ahora siempre temí que no llegaría a su término. 

Fui encontrando en mis primeras investigaciones muchos escritos de los autores contenidos en aquella Biblioteca, que no había podido descubrir la diligencia de Ximeno; al paso que se ponían por delante otros escritores de la misma época, que era justo no quedasen sepultados en el silencio, cuando tanto nos honraba su memoria. Hube pues de entrar en un escrutinio minucioso de escritos y de escritores, y empeñándome más y más en mi trabajo, los documentos que se me iban ofreciendo a la vista, tuve que apelar a todos los recursos a que me llevaba mi infatigable curiosidad.

Dos Bibliotecas públicas poseíamos en esta Ciudad, la una en el Palacio Arzobispal, que el celosísimo Prelado D. Andrés Mayoral había establecido y que aumentaron sus sucesores; y la otra en la Universidad Literaria, dádiva del Ilmo. Sr. D. Francisco Pérez Bayér, con que dejó un digno monumento de generosidad, de desprendimiento y de amor a las letras y a su patria: tan copiosa la una como selecta la otra, ambas quedaron incendiadas por el bombardeo que sufrió esta Ciudad en la gloriosa guerra de la independencia, y con motivo de la irreparable pérdida de esta última, cantó un poeta: (1 : El Dr. D. José Chicoy y Gosalves, ahora Catedrático de Clínica en esta Universidad de Valencia.)

El tirano, y sus furias del abismo, 

De Marte siembran el furor sangriento; 

Vomita llamas el averno mismo; 

De Palas arde el sacro monumento, 

Sepultando entre escombros de heroísmo 

Siglos de ilustración en un momento. 


En el Convento de Padres Agustinos Calzados, existía también una librería abundante en libros impresos en el siglo XV, y que el P. M. Fr. Juan Facundo Sidro Villaroig había aumentado con la compra de parte de la Biblioteca Mayansiana, y la entera del Dr. D. José Molins, célebre literato que murió siendo Rector del Colegio llamado de la Ciudad, cuyo edificio ya no existe, porque todo desapareció en la entrada del ejército francés en Valencia. También teníamos las famosas librerías de Santo Domingo, la más rica en libros de todas, la del Carmen Calzado, del Sacro Convento de Montesa, del Monasterio de S. Miguel de los Reyes, preciosa por sus manuscritos que dejó el Duque de Calabria.

Frecuenté todas estas bibliotecas, y formando varios extractos y anotaciones, aumentaba considerablemente el caudal para la obra que meditaba. Pero este grande golpe de luz que recibía, al paso que me descubría nuevas vistas, me hacía sentir lo arduo de recorrerlas con la dignidad y firmeza con que debía sostenerme: viérase decaído mi ánimo muchas veces a no alentarme varios amantes de nuestra literatura. El Sr. D. Francisco Xavier Borrull, Oidor decano de esta Real Audiencia, cuya modestia no me permite espaciarme como deseara en elogio de sus luces y dirección que he recibido de su extensa erudición y sabia crítica, y los auxilios que me ha prestado con noble generosidad, comunicándome curiosos descubrimientos y franqueándome cuanto de su exquisita librería he necesitado. El Sr. D. Onofre Soler, Canónigo de esta Santa Iglesia, me ha permitido con la mayor generosidad disfrutase de su librería. Los Padres Fr. Bartolomé Ribelles y Fray Jaime Villanueva, ambos Religiosos Dominicos, me suministraron noticias apreciables, dirigiendo mis pasos para el acierto. D. Marcos Antonio de Orellana había bosquejado unas adiciones al Ximeno, las cuales y las copias que tenía el P. Teixidor, Dominico, me prestaron mucha claridad. Tampoco quiero defraudar la parte que tienen en mi trabajo los autores de que me he aprovechado siempre que se ha presentado la oportunidad. Así he copiado párrafos enteros de las notas que nuestro paisano D. Francisco Cerdá, puso al Canto del Túria en la Diana de Gil Polo, y de la Biblioteca del Reinado de D. Carlos III, compuesta por D. Juan Sempere y Guarinós. Mi profesión no menos me ha ofrecido ocasiones de adquirir noticias bibliográficas, justipreciando las famosas bibliotecas de D. Juan Bautista Herman, Canónigo de esta Metropolitana, sabio y erudito valenciano, la que en su muerte compró el Arzobispo de esta Diócesis y luego Cardenal D. Antonio Deispuig, y entera en el día existe en Mallorca; también justiprecié la Mayansiana y otras varias.

Con todos estos materiales he formado mi obra, y ya será tiempo manifieste el plan que he seguido; habiendo meditado mi empresa inferí que se reducía a dos puntos, el primero sobre lo que había hecho Ximeno, y el segundo sobre lo que yo debía hacer, esto es, debía atender a suplir lo que faltaba a mi predecesor en esta carrera, y partir desde donde él la había dejado, y este pensamiento me ofreció naturalmente la idea de las dos partes generales de todo mi diseño, que son según el título: Adiciones y continuación: bajo el primer aspecto he fijado la época de muchos escritores de que habla Ximeno; he descubierto nuevos escritos suyos, designando con mayor exactitud sus impresiones; he recogido varias obras y autores de nota que él dejó en olvido o que no llegaron a su noticia. También he rectificado algunos pasajes, ampliado otros artículos con noticias y hechos abundantes, y en suma lo he procurado poner al nivel de los conocimientos del día. 

Después del tiempo de nuestro bibliógrafo ha adquirido este Reino un nuevo lustre con los descubrimientos que hizo el célebre D. Miguel Casiri examinando los manuscritos árabes existentes en el Escorial, y que han quedado consignados en su preciosa Biblioteca Arábigo-Escurialense, impresa en 1760. En ella vemos que el estruendo de las armas no ahuyentó las musas de nuestro recinto, ni pudo impedir que floreciesen las letras bajo la dominación sarracena; fundado en documentos tan incontestables el 

Cl. P. Juan Andrés ha demostrado a la República literaria en su ya citada e inmortal obra del Origen, progresos &c. que la época de aquella dominación, no fue la del horror y barbarie, sino un tiempo feliz y glorioso para las letras, y que los estudios de los sarracenos influyeron más bien en la restauración de las ciencias en Europa. Sabido es el nombre que en aquella época lograron por su instrucción y producciones muchos valencianos. Y como el erudito P. Masdeu nombre sólo a dos de ellos en los catálogos que formó en el tomo 13 de su Historia Crítica de España en que numera los autores de aquellos siglos, me ha parecido muy conducente darlos a conocer mejor, copiando cuanto de ellos dice Casiri. Ciertamente causa admiración la multitud de Bibliotecas de hombres ilustres y escritores esclarecidos, que no obstante de ser obras de tanto trabajo, compusieron los sarracenos valencianos, cuando ha sido menester que pasaran después algunos siglos para que viera la luz pública la Biblioteca Hispana de D. Nicolás Antonio. Animaba a los sarracenos a emprender obras tan penosas el celo de sus Príncipes en ilustrar la Nación. Contábanse setenta Bibliotecas públicas en las ciudades de su dominio, que todos disfrutaban para su ilustración; lo cual sorprende con razón al considerar que aún no se había descubierto la imprenta. Así lo acredita Casiri en la página 71 del tomo 2.° En los tiempos posteriores miraron los Reyes Católicos con tanto descuido estos tesoros literarios, que hasta que vino a gobernar la España D. Felipe V no se conoció en la Capital una Biblioteca pública que correspondiese a la grandeza de esta Nación. 

Bajo el aspecto de continuación he descrito la serie de los Escritores de este Reino desde 1748 sin interrupción hasta el presente en que escribo. De ellos he hecho la división de los que han fallecido y de los que aún viven. En todos he seguido el mismo método que Ximeno para que la obra sea uniforme, repartiéndola en dos tomos en folio casi iguales a los suyos, del mismo tamaño y ejecución tipográfica. El primero comprelemosnderá a más (además) de los autores árabes, los que florecieron desde el siglo XIII hasta el XVII; y el segundo desde el XVIII hasta nuestros días, y no sólo los muertos, si bien los vivos, aunque guardada a estos la debida consideración hablaré de ellos sin crítica ni elogio. Sigo también el orden cronológico que presenta con más variedad el cuadro histórico literario, en el cual sin preferencia ni exclusión, aparecen los escritores valencianos, procurando amenizar la narración biográfica con las flores de la poesía, trasladando algunas muestras de nuestro gusto patrio en el cultivo de las musas, y al fin se extienden los índices alfabéticos de los apellidos y nombres de los autores, de las épocas en que florecieron, y otro general de las cosas más notables de la obra, la cual incluirá sobre mil escritores entre los adicionados, de los que trata Ximeno, o nuevos.

Habiendo observado que la lengua lemosina nos es poco familiar en el día, he insertado al fin del primer tomo un breve vocabulario de voces anticuadas, y otras muchas sin uso, para facilitar la inteligencia de las poesías y citaciones en prosa que se hallan en esta obra, dando allí razón, de lo que contiene, del autor y motivo de su formación. 

Por esta idea abreviada de la obra, se conocerá fácilmente que me hubiera sido de menos trabajo refundir la de Ximeno en otra nueva que hubiese podido llamar con mayor propiedad mía; pero he querido ceder la gloria de único autor de ella, a la satisfacción que me cabe de poderla dar a luz más pronto, en honor de mi patria.

Con este esmero y desprendimiento he creído desempeñar el plan que me había propuesto en la formación de mi obra; empero como los hombres no vemos los objetos bajo un mismo punto de vista, de aquí nace que aun cuando nuestros intereses no estén encontrados, nos suelen parecer tan diferentes, siendo digno de censura o desmérito para unos, lo mismo que de buena fe, y a las claras les parece muy loable y precioso a otros. Si hubiera pues querido contentar a todos, hubiese intentado un imposible, y si deseara no desagradar a nadie, mi pretensión merecía entonces justamente la risa de los sensatos que conocen el humor que reina en la república de las letras, cuyos moradores no siempre ven con buen ojo las fatigas de los otros, y mucho menos sus lauros, ya excitados como hombres del amor propio degenerado, ya también por el atrevimiento de los que escriben atraídos por la facilidad de la imprenta con que se han hecho ya trato y mercancía las letras estudiando los hombres para escribir y escribiendo para granjear. (Saavedra en la Introducción de la República literaria.)

En mi mano sólo ha estado dar la razón de mi trabajo, esto es, del fruto de largas tareas y de años de indagaciones, y para precaver si es posible a lo menos en mis lectores una prevención perjudicial, saldré al encuentro a las objeciones, reparos o llámense tiros disfrazados de la pasión dominante del que los asesta, ya según he leído en algunos escritos de este género, ya también como había llegado a mis oídos. El P. Fr. Jaime Villanueva en el tomo 8, pág 102 de su Viaje literario, echando menos una Biblioteca de Escritores Catalanes, anuncia esta mi obra, a la cual en varias ocasiones me había estimulado con eficacia, y aun reanimado cuando decaía mi ánimo a la vista de tamaña empresa, por cierto superior a mis alcances, mostrándome la perspectiva halagüeña que disfrutaría en su terminación. Pero después hablando de lo que debe tenerse presente en la formación de una Biblioteca, dice así: “Claro está que de estas bibliotecas, si no son más que una noticia seca de la vida de los autores y de los títulos e impresiones de sus libros, algún fruto sacará la bibliografía, pero muy escaso la literatura; y cierto parece justo que pudiendo ser, se procuren las dos cosas a un tiempo. La erudición de un bibliotecario debe ser mayor que la de un comerciante de libros. Lo importante es dar a conocer los libros, más que los autores de ellos. 

Por esto son justamente elogiados Nicolás Antonio en la biblioteca española antigua, y Qnietiff y Echard en la de mi Orden. Otra cosa entiendo yo que deberá tenerse presente en la formación de esta nueva biblioteca; y es que no se dé lugar en ella sino a los que hayan escrito alguna obrilla que merezca este nombre, o pueda hacer figura en la historia de las ciencias y artes. Difícil es fijar en esto una regla segura; pero no lo es señalar el extremo en que han caído algunos bibliógrafos, colocando entre los escritores a cualquiera que haya impreso no más que un sermón o un soneto, y aun al que dejó manuscritas estas piezas de oratoria y poesía. Cosa por cierto insufrible que sólo puede tener cabida en la pluma del que piense, que el mérito de las bibliotecas se mire por el número de los escritores, y no por la calidad de sus escritos. 

Muy pronto se había olvidado el P. Villanueva cuando sienta que la erudición de un bibliotecario debe ser mayor que la de un comerciante de libros, habiendo echado en cara a los catalanes en la página anterior, que carecían de una biblioteca cual la estaba redactando en Valencia un encuadernador de libros. Si es difícil fijar la regla segura para determinar los que han de entrar en esta biblioteca ¿cómo nos conduciremos para saber los que hemos de excluir con justicia? ¿Acaso un soneto bien hecho no es un poema, y un sermón según todas las reglas de la elocuencia, no es un escrito que puede dar mucha gloria a su autor? ¿No alaba a Echard autor de la biblioteca de sa Orden? pues esta incluye muchos autores que sólo publicaron un sermón, cosa que para que yo lo haga han de tener lo menos dos, y que sean impresos. No quiero detenerme en manifestar las contradicciones que contiene este pasaje de Villanueva, contentándome a responderle por la parte que se dirige a mi obra, que no me he propuesto hacer en ella una historia literaria del Reino de Valencia sino una Biblioteca de sus escritores, con cuyo modesto título queda justificada mi conducta en haber incluido algunos, no por el número e importancia de sus escritos, sino por la gloria que de ellos, bien por el tiempo, bien por otras circunstancias particulares, resultaba a nuestra amada patria.

Hállanse también algunos escritores cuyas producciones así en prosa como en verso corren sueltas, las cuales aunque bastantes en número, y aun si se quiere en mérito, por haberse dado al público en distintas épocas, no se han reunido en cuerpo todavía. Esta circunstancia, aunque poco favorable a su fama literaria, no debe perjudicarles del lugar a veces de preferencia que se han adquirido en esta Biblioteca con los frutos de su ingenio y meditación, de los que en justificación mía inserto algunas muestras. 

En todo me he arreglado a mi plan, sin salir de la esfera de mis conocimientos, y no perdiendo de vista el honor literario de mi patria, he seguido las huellas de mis dignos predecesores en la carrera bibliográfica, no considerando a mis paisanos por su parte física, moral ni política, sino únicamente por la intelectual y científica, con lo que quedan resueltas las dificultades sin excederme de los límites que me he prefijado.

No obstante, careciendo de crédito literario quise dar a mi obra un aspecto que preparase la aceptación pública. Con este objeto la presenté a la Real Sociedad de Amigos del País de este Reino, a la cual la comisión encargada de su informe manifestaba entre otras cosas que “este trabajo, fruto de largas tareas sostenidas por una constante indagación, merecía la gratitud y aprecio de todo buen valenciano, y que por él era digno su autor de que se le protegiese y auxiliase para que saliera a la luz pública; que el estilo narrativo de que usaba era claro, natural, sin bajeza, y acomodado a la índole de su obra.” En su consideración la Sociedad admitió la dedicatoria, auxiliando al autor y dispensándole su protección, al mismo tiempo que la recomendaba a sus individuos.

Con tan felices auspicios ofrezco al público el fruto de mis tareas de tantos años en obsequio del honor literario de mi patria. Mis descuidos y mis desaciertos dejan abierto no espacioso camino para que otros dotados de más sabiduría y fino gusto, de más extensa erudición y de una crítica más sagaz, logren completar la Biblioteca Valenciana, pasando a la posteridad sus nombres con tanta gloria como han adquirido los escritores, cuya memoria sabrán conservar para la gratitud pública, que por una serie de vicisitudes prósperas y adversas, de aciertos y descuidos llegan las obras humanas a su perfección. 

BIBLIOTECA

DE LOS ESCRITORES

ÁRABES-VALENCIANOS

QUE FLORECIERON

DURANTE LA DOMINACIÓN SARRACENA

EN ESTE REINO.


BIBLIOTECA

ARÁBIGO

VALENCIANA.


SIGLO IV DE LA Hégira (hégira : emigración de Mahoma de La Meca a Yathrib : Medina, septiembre del 622 A.D. El autor no calcula bien el año de Cristo, suma 612 e incluso otras cifras). 


ISA BEN MOHAMAD ALABDERITA.


Nació en Elche; poeta amenísimo: floreció en el siglo IV de la hégira. Casiri, tom. 2, pág. 138, col. 1 y 2.


AHMAD BEN MOHAMAD BEN ABDELBER.


Valenciano. Vivió en el siglo IV de la hégira. Escribió: Historia de los Varones que florecieron en España en la Jurisprudencia.

Está comprendido en el códice 1671, folio 133. Casiri, tomo 2, pág. 135, col. 2.


PHATEMA.

HIJA DE IOSEPH BEN IAHIA ALMOGAMI.

Nació en Valencia; se dedicó en Córdoba a la jurisprudencia, en donde se hizo célebre por sus escritos y piedad dignos de grande alabanza. Murió en el año de la hégira 319 (de Cristo 931). Casiri, tomo 2, pág. 149, col. 2.


SIGLO V DE LA HÈGIRA. 


ISAC BEN SALAMA ISACI, FILIUS ALCAINI.

Valenciano, escritor erudito del quinto siglo de la hégira: publicó: Annales Hispaniae. 

En los cuales habla de los Pretores, Cónsules, Jurisconsultos y Poetas célebres, como también de guerras y fortificaciones.

Está comprendido en el códice 1671. Casiri, tomo 2, página 136, col. 2.

 

SOLIMAN BEN GIOLGIOL.

Valenciano, médico que floreció en el siglo V de la hégira. Escribió: Historia Medicorum Hispanorum. Está inserta en el mismo códice, y lo nota Casiri, tomo 2, pág. 137, col. 1.

ALI BEN HALBAN.

Valenciano: se cree floreció en el siglo V de la hégira. Escribió: Codex Orthodoxorum Propositorum de traditionibus Divinis. Es el códice 1685. Casiri, tomo 2, pág. 153.


ALI BEN MOHAMAD ABU ALHASSAN.

Valenciano, orador y poeta célebre y autor de la erudita obra: De similitudinibus.

Que solían usar en sus versos los poetas españoles. Murió en el año de la hégira 439 (de Cristo 1047). Casiri, tomo 2, pág. 138, col. 2.


OTHMAN BEN SAID ABU AMRÚ.

Natural de Denia; fue gran jurisconsulto y filólogo; escribió: Más de cien tomos de varia literatura. 

Murió en el año de la hégira 444 (de Cristo 1052). Casiri, tomo 2, pág. 138, col. 2.


ABULMONDER HESCHAM BEN MOHAMAD ALKALBI.

Valenciano: escribió: 

Equorum genealogia et historia.

Obra histórico-genealógica de los caballos que han tenido entre los árabes más fama y nombradía. Lo escribió en el año de la hégira 450 (de Cristo 1058). Está copiado en el códice 1700. Casiri, tomo 2, pág. 157, alaba también a este autor en la prefacion del tomo 1, pág. XVI.

 

ABDELAZIZ BEN TABET BEN SUAR.

Natural de Belala, o Volalat, en español Vallada. Escritor de bastante crédito: vivió en el año de la hégira 453 (de Cristo 1061). Casiri, tomo 2, pág. 132, col. 2.


ABDELRAHMAN BEN ABDALLA ABU ZAID.

Valenciano, descolló en las matemáticas, y publicó un Tratado de aritmética y álgebra.

Que corría en manos de todos. Murió en el año de la hégira 456 (de Cristo 1063). Casiri, tomo 2, pág. 131, col. 1.


ABDALLA BEN MUSA BEN SAID ALANSARI.

Que se llamaba Alscharaci. Nació en Scharaca, a saber Xérica, varón distinguido, así por sus costumbres como por su literatura. Murió en el año de la hégira 456 (de Cristo 1063). Ibid. tomo 2, pág. 143, col. 2.


AHMAD BEN MOHAMAD BEN HEZBALLA ABULHASSEN.

Valenciano, Jurisconsulto y Pretor de Toledo.

Murió en el año de la hégira 453 (de Cristo 1061). Se menciona en la Biblioteca Arábico Hispana, intitulada: Munnus Chronologicum Hispanum de Abulcassem vulgo Ben Paskual de Còrdoba. Es el códice 1672, tomo 2 de Casiri, pág. 140 y 141. 


ABDALLA BEN HAIAN ALRUSCHI.

Valenciano, Jurisconsulto erudito, el que según Ebn Alcama (Ebn : ben: Ibn) en los Anales de España fue poseedor de una Biblioteca tan copiosa, que con sus libros llenaron los herederos 140 sacos. Murió en el año de la hégira 484 (de Cristo 1091). Casiri, tomo 2, pág. 138, col. 1


AHMAD BEN ABDELVALI ABU GUIAPHAR ALBATI.

Nació en Bata (al + bata: albatí, albati), lugar del Reino de Valencia; poeta elegante y erudito: murió quemado en el año de la hégira 488 (de Cristo 1095) de orden del Rey de los Cristianos llamado el Emperador (D. Alfonso de Castilla) (de León, imperator hispaniae). Ibidem, tomo 2, pág. 135, col. 1.


SIGLO VI DE LA HÈGIRA.


MAHOMAD BEN ABI BAKER BEN ALI ALSCHATEBI.

Nació en Xátiva (al + schatebi, schatebí), y floreció en el siglo VI de la hégira. Escribió:

Auxilium pro rei veritate, en 25 capítulos.

Trata del buen gobierno de la Monarquía, de las virtudes de los Reyes, y de los dotes de los Ministros. Casiri, tomo 1, pág. 230. Es el códice 771.


ABULCASSEM ABDALLA BEN MOHAMAD BEN NAKIA.

Doctor valenciano: floreció en el siglo VI de la hégira. Escribió: Liber Margaritarum.

Es un comentario del Alcorán, y está en el códice 1371. Casiri, tomo 1, pág. 502.


ABU MOHAMAD ALCASSEM BEN MOHAMAD ALDAIMURTI. (de Aldaya ?)

Filólogo (philólogo en el original) valenciano: floreció en el siglo VI de la hégira; fue un escritor muy conocido por la obra siguiente: De eloquentiae Arabicae regulis. 

Se halla inserta esta obra en el códice 1597, núm. 2. Casiri, tomo 1, pág. 538.      

MOHAMAD BEN MASSUD BEN KHALASAT ABA ABDALLA BEN ABILKHASSAL.

Natural de Xúcar, Alcira. Estuvo en Córdoba y en Granada: varón excelente en todo género de ciencias; fue gran poeta y retórico, filósofo, teólogo, jurisconsulto e historiador consumado. Menciona este autor Mohamad Ben Abdalla Ebn Alkastib, de Granada, en su Biblioteca Arábico-Hispana, intitulada: Granatensis Encyclica, en la cual trae algunos fragmentos, que publicó en el año de la hégira 763 (de Cristo 1361), y añade que no especificaba sus obras por estar en manos de todos. Nació en el año de la hégira 465 (de Cristo 1072); fue muerto por los almorávides (Almoravides) en Córdoba en el de 540 (de Cristo 1145). Casiri, tomo 2, pág: 75, col. 1, y folio 71, códice 1668.


THONA, LLAMADA HABIBA.

Valenciana muy perita en la gramática y jurisprudencia; escribió libros de ambas facultades. Murió en el año de la hégira 506 (de Cristo 1112). Casiri, tomo 2, pág. 150, col. 1.


EBN ABDELMALEK, VULGO ALMARAKSCHI.

Natural de Valencia; vivió en el siglo VI de la hégira. Escribió: Bibliotheca Arabico-Hispana, intitulada: Supplementum. Es el códice 1677. Ibidem, tomo 2, pág. 152.


MOHAMAD BEN KHALAPI BEN MARZUC.

Jurisconsulto, y tradicionista célebre: nació en Onda, año de la hégira 509 (de Cristo 1115), y murió en el año 599 (de Cristo 1202), feria 6, viernes 12 del mes de Schaban. Casiri, tomo 2, pág. 124, coluna 1. 


ABU ABDALLA MOHAMAD ABDELRAHMAN ALLAKHAMI. (de Alacant, Alicante?)

Valenciano: floreció en el año de la hégira 519 (de Cristo 1125): estudió en Murcia, y murió en Denia: fue poeta, y se hallan poesías suyas en el códice 354, en el cual se encuentra la historia de los poetas más insignes de España, intitulada: Munus hospitii de Abdalla Ben Abdelrehman Ebn Alabar Alcodhai, valenciano, y escritor de este mismo siglo. Tomo 1, pág. 95 de Casiri.


MOHAMAD BEN KHALAPH BEN SOLIMAN BEN PHATUM. 

Natural de Orihuela, célebre jurisconsulto: no quiso admitir la Prelatura de Denia para dedicarse a las letras. Escribió entre otras obras la De contractibus forensibus.

Y no quiso concluirla porque le manifestaron sus amigos, que daría mucho campo a pleitos, y fatigaría a los jueces. Murió en el año de la hégira 519 (de Cristo 1125). Se comprende en la biblioteca arábigo-hispana, intitulada: Viri cupidi res expedita de Ahmed Ben Iahia Ben Ahmad Ben Amira Aldhobide de Córdoba. Códice 1671. Casiri, tomo 2, pág. 133.


ABDELVAHAB BEN ISAC ABU MOHAMAD ALPHARI, VULGO EBN ALHAMRI.

Fue natural de Alhamra, lugar de la jurisdicción de Xátiva (como Alhambra; Alfambra y Perales de Alfambra, Aguilar de Alfambra en Teruel) cultivó con mucho crédito la poesía: murió en el año de la hégira 525 (de Cristo 1130). Casiri, tomo 2, página 133.


MOHAMAD BEN SOLIMAN BEN MARVAN, VULGO ALBONETI.

Valenciano: historiador y jurisconsulto. Murió en Almería año de la hégira 536 (de Cristo 1141) en las vísperas de la feria segunda del día 11 de Saphar. Ibidem, tomo 2, página 147, col. 2.


ABU ABDELMALEK MERVAN BEN ABDALLA BEN ABDELAZIZ.

Nació en Valencia en el año de la hégira 505 (de Cristo 1111). Fue muy célebre por la nobleza de su linaje, por su grande valor, y por su eminente doctrina. Todo lo cual contribuyó a que en el año de la hégira 538 (de Cristo 1143) fuese elegido Rey de Valencia, donde era Pretor. Casiri, tomo 2, pág. 53, habla con extensión de todos sus sucesos.  


MOHAMAD BEN ABDALLA BEN SOPHIAN ALTAGIBI.

Nació en Xátiva, fue varón de exquisita erudición; publicó: Epitomen Historicam de viris Hispanis qui scribendo claruere. 

Murió en el año de la hégira 558 (de Cristo 1162). Casiri, tomo 2, pág. 127.


MOHAMAD BEN ISMAIL BEN ALGIONHI.

Natural de Cocentaina; en la jurisdicción de Denia resplandeció en letras y nobleza; fue Juez de Valencia, donde murió en el año de la hégira 543 (de Cristo 1148). Sus obras se hallan en el Códice 1170. Casiri, tomo 2, pág. 121.


MOHAMAD BEN IAHIA BEN MOHAMAD BEN ALASI.

Nació en Liria, año de la hégira 470 (de Cristo 1077): estudió en Valencia, y tomada esta por los Cristianos en el año de la hégira 488 (de Cristo 1095), se fue a Jaén, de donde volvió a Valencia, que los moros habían recuperado de los cristianos, en el mes Ragheb del año de la hégira 495 (de Cristo 1101), y enseñó la Jurisprudencia (según Antonio Conde). Fue Almocrí o lector en la mezquita mayor; escribió sobre las variantes del Alcorán una obra muy crítica; después se retiró a su patria Liria, donde falleció a la hora del alba, Domingo día 6 del mes Shavhal, en el año de la hégira 547 (de Cristo 1152), y fue enterrado en la makbura de Benizcuun de aquella población. Conde, tomo 2, pág. 186, habla de este escritor variando algo el nombre, porque lo llama Muhamad ben Bakrben Aari Alanzari. Casiri, tomo 2 pág. 121, comprende a este escritor en la Biblioteca Arábigo Hispana del valenciano Abu Abdalla ben Ati Baker Alcodai, y dice que murió en Liria, feria 7, día 6 del mes de Schaval.

MOHAMAD BEN IAHIA BEN KHALIPHA, VULGO BEN JANEC.

Natural de Xátiva, varón elocuente y perito en la lengua árabe, filosofía, matemáticas y medicina. Escribió: Historia de los Reyes de España. 

Nació en el año de la hégira 482 (de Cristo 1089), y murió en el de 547 (de Cristo 1152). Casiri, tomo 2, pág. 122, col. 1.


ABDALLA BEN JOSEPH BEN AYUB ALCARSCHI ALPHARI.

Natural de Rogat, cerca de Xátiva; nació en el año de la hégira 469 (de Cristo 1078): enseñó la jurisprudencia en Denia, donde murió en el de 548 (de Cristo 1153), día 14 del mes Schaval. Ibidem, tomo 2, pág. 128 (o 228, no se ve bien), col. 1.


ABU GIAPHAR AHMAD BEN ABRAHIM BEN SALAM ALMO APHERI.

Natural de Xátiva: murió en el año de la hégira 550 (de Cristo 1155): tiene poesías en el códice 354 al núm. 20. Casiri, tomo 1, pág. 96.


ABU MOHAMAD ABDALLA BEN OVAID ALROHMAN BEN HIGIAPH ALMOAPHERI. 

Valenciano; poeta que murió en el año de la hégira 551 (de Cristo 1156). Hay poesías de este autor en el códice referido 354, núm. 21. Casiri, tomo I, pág. 96.


MOHAMAD BEN GIAPHAR ABU AMER, VULGO SCHARAVIA.

Varón rico y erudito; predicador y Chantre en la Mezquita mayor de Valencia, de donde era natural; murió en esta Ciudad en el año de la hégira 547 (de Cristo 1152, feria 1, día 6 del mes Dilcadat, fue enterrado fuera de la puerta Baitala (1) en el cementerio de los presidentes, derribado por los cristianos cuando se apoderaron segunda vez de la Ciudad el año de la hégira 636 (de Cristo 1238) día 17 del mes Saphar. Casiri, tomo 2, pág. 122, col. 1. (Conquista de Jaime I de Aragón)

(1) A esta puesta llama Beuter Veytealla, que corrompido el nombre la decían Botalla o Boatella; se llamó también puerta Sucronense por estar en el camino del río Xúcar. Estaba en la calle de S. Vicente, entre la de Cerrajeros y el horno, que casi enfrenta. 


MOHAMAD BEN MONKHOL BEN RAIAN.

Fue natural de la península de Xúcar, Alcira; resplandeció en la jurisprudencia, aritmética y geometría. Murió en su patria año de la hégira 551 (de Cristo 1156). Ibidem, tomo 2, pág. 122, col. 1.


MOHAMAD BEN MOHAMAD ABU AMER VULGO ALMONCARRAL.

Natural de Xátiva; fue escritor diligentísimo de las cosas de España, y el primero que instituyó en su patria una academia de historia. Murió allí mismo de 70 años de edad, en el de la hégira 541 (de Cristo 1146). Casiri, tomo 2, pág. 121.


ABU ABDALLA MOHAMAD BEN GALEB ALRAPHA ALRASIPHI EX RASIPH, VULGO ARRACIFE. Rusafa.

Valenciano, y vecino de Málaga. Murió en el año de la hégira 572 (de Cristo 1176). Hay poesías suyas en el códice 354, núm. 31. Casiri, tomo 1, pág. 97.


MOHAMAD BEN GALEB ARISIPHI ABA ABDALLA.

Valenciano: estudió y se domicilió en Granada: era tenido por el mejor poeta de su tiempo. Escribió entre otros: Tres poemas y dos epigramas. Se hallan en el códice 1668 que cita Casiri, tomo 2, pág. 71. En los cuales la elegancia de la dicción compite con la brillantez de las sentencias. Murió en Málaga día 19 del mes Ramdam año de la hégira 572 (de Cristo 1176). Su sepulcro era visitado por muchos. Casiri, ibidem, pág. 77, y pág. 122, col. 2.


AHMAD BEN MOHAMAD ALMAKHZUMI ABU BAKER.

Natural de la península de Xúcar, Alcira; fue un varón esclarecido en nobleza, piedad y doctrina. Hay muchos y elegantes versos en el códice 1649. Aconsejó la sujeción de Valencia a los Almohades; y siendo Pretor la defendió por tres meses del sitio que le puso el Capitán Abulhagiag Bensaden el año de la hégira 566 (de Cristo 1170). Casiri, tomo 2, pág. 58.


ABU HASSAN ALI BEN ABRAIM BEN SAAD ALKHAIR.

Poeta insigne, natural de Valencia. Murió en Sevilla, año de la hégira 571 (de Cristo 1175). Hay poesías suyas en el códice 354, al núm. 28. Casiri, tomo 1, pág. 97.


MOHAMAD BEN IOSEPH BEN ABI SCHAKER ALANSARI.

Natural de Scion o Xion, tal vez Xixona (Jijona, como el turrón), perteneciente a Valencia. Nació en el año de la hégira 510 (de Cristo 1116). Fue peritísimo en las antigüedades árabes, y en la cronología. Murió en Murviedro en el año de la hégira 574 (de Cristo 1178), feria 5, día 25 del mes Gemadi segundo. Casiri, tomo 2, pág. 122, col. 2.          


ABU MOHAMAD ABDALLA BEN IAHIA ALHADHRAMI.

Nació en Denia, y habitó en Xátiva. Murió en Valencia en el año de la hégira 578 (de Cristo 1182). Fue poeta, y tiene poesías en el códice 354, al núm. 37. Casiri, tomo 1, pág. 97.


ABDALLA BEN IAHIA ALHADHRAMI, VULGO BEN SAHEB ALSALAH.

Nació en Palma, señorío de Denia, de linaje noble, filólogo e historiador celebérrimo. Publicó: Biblioteca Arabico-Hispana. Fue en Valencia profesor de artes liberales en el real colegio. Murió en el año de la hégira 578 (de Cristo 1182), en las vísperas de la feria 7, día 1 del mes Rageb. Casiri, tomo 2, pág. 128, col. 2.


ABDALLA BEN ABDELRAHMAN EBN ALABAR ALCODAI.

Valenciano; escritor ilustre del siglo VI de la hégira. Publicó: Historia de los poetas insignes españoles, insertando en ella sus más selectas poesías, la intituló: Munnus Hospitii, y está comprendida en el códice 354 que menciona Casiri, tomo 1, pág. 93.

Habla también de este autor, Conde, Historia de los árabes, tomo 2, pág. 174, y tomo 3, pág. 35.


MOHAMAD BEN OMAR BEN VAGEB ALCAISI.

Valenciano; fue muy instruido en el derecho y en varia literatura; ejerció el cargo de Pretor en muchas ciudades del reino. Nació en el año de la hégira 517 (de Cristo 1123), feria 3, día 6 del mes Gemadi segundo, y murió en el de 583 (de Cristo 1187), feria 1, día 1 del mes Rabi primero. Casiri, tomo 2, pág. 123, col. 1.


MOHAMAD BEN ABI BAKER ALGAPHEKI, ALIAS BEN APHIUN.

Nació en Xátiva. Fue insigne filólogo y jurisconsulto: murió en el año de la hégira 584 (de Cristo 1188); publicó las obras siguientes:

1 De maris rebus admirandis.

2 Monachorum Vita.

3 Muchos versos.

Ibidem, tomo 2, pág. 123, col. 1.


MAHOMAD BEN GIAPHAR BEN KHALAPH BEN HAMID, VULGO ABU MOHAMAD ALCORTHOBI.

Nació en Valencia en el año de la hégira 513 (de Cristo 1119): varón muy sabio, insigne teólogo y célebre intérprete del Alcorán: tuvo muchos discípulos y muy aventajados. Sólo quedan de este autor: 

1 Dos Comentarios a la Gramática del Dr. vulgo Alpharesi.

2 Tratado de praepositionibus Alzagiagi.

Murió en Murcia en el año de la hégira 586 (de Cristo 1190) (586 + 622 : 1208), en las vísperas de la feria 7, día 17 del mes Gemadi primero. Ibidem, tomo 2, pág. 82, col. 2


MOHAMAD BEN GIAPHAR BEN HAMAID BEN MAIMON ALAMAVI.

Nació en un lugar llamado Basila, no muy lejos de Valencia, en el año de la hégira 513 (de Cristo 1119). Estudió en Sevilla, y adquirió tanta fama, que se le dio el cargo de presidente de la Curia Valentina. Murió en Murcia en el año de la hégira 586 (de Cristo 1190), en las vísperas de la feria 7, esto es, en la 6.a del día 17 del mes Gemadi primero. Casiri, tomo 2, pág. 123, col. 1.

Por la conformidad de la muerte de estos dos autores, parece ser uno solo, aunque notados en diferentes páginas por Casiri.   

                 

MAHOMAD BEN SAIED RAI ABDELUAHAB ABU BAKER.

Valenciano: esclarecido por su linaje, doctrina, valor y fortaleza que heredó de su padre, y siguió como él el partido de los almorávides contra los almohades, a quienes sitió de modo que fueron más los que murieron al rigor de la hambre, que al de la espada. Peleó dos veces con fortuna contra los cristianos, cerca del castillo Alphath, que les ganó año de la hégira 587 (de Cristo 1191), en el mes Gemadi primero, después de haberle poseído 32 años. Refiere esta batalla en una poesía, cuyo principio se halla en el códice 1640. Casiri, tomo 2, pág. 30. Y hay añadidos unos versos, en que le felicita por ella su mujer, hábil poetisa. Casiri, tomo 2, pág. 59.


ABULHAGIAC IOSEPH BEN ABDALLA BEN AIUB ALFAHARI. (Alfajarín, Zaragoza)

Natural de Denia, habitador de Valencia. Murió en el año de la hégira 592 (de Cristo 1195). Fue poeta, y se hallan poesías suyas en el códice 354, al núm. 45. Casiri, tomo 1, pág. 98.

   

MOHAMAD BEN AHMAD BEN HOZAIL ABDARITA.

Natural de Abescha o Abesa, en los confines de Valencia. Gramático insigne. Murió en Sevilla en el año de la hégira 593 (de Cristo 1196). Casiri, tomo 2, pág. 123, col. 2.


ABDALLA BEN MARVAN ALTAGIBI ABULAHASSEN.

Jurisconsulto valenciano, prefecto de Sobrob, Segorbe; varón prudente y justo; nació en el año de la hégira 539 (de Cristo 1144): murió en el de 593 (de Cristo 1196), feria 7, en las vísperas del día 15 del mes Schaval. Ibidem, tomo 2, pág. 129, col. 1.


MOHAMAD BEN SAID GEHUR ALCODHAI.

Natural de Bairan, en la jurisdicción de Denia, escritor diligentísimo de los 

Anales de Valencia. (No confundir con las prácticas anales de Chimo Puig)

Murió en el año de la hégira 597 (de Cristo 1200). Casiri, tomo 2, pág. 123, col. 2.


SIGLO VII DE LA HÉGIRA.


MOHAMAD BEN IOSEPH BEN ABDALLA, VULGO EBN AIAD.

Nació en Liria en el año de la hégira 544 (de Cristo 1149), feria 5, día 27 del mes  Schaval: murió en su patria en el de 603 (de Cristo 1206). Publicó:

Bibliotecam Valentinam.

Casiri, tomo 2, pág. 124.


MOHAMAD BEN MOHAMAD BEN KHALAPH ALANSARI, LLAMADO EBN MOCASIR.

Valenciano, jurisconsulto insigne; enseñó en Valencia la retórica y jurisprudencia. Murió en Xerez (Jerez), siendo prefecto, en el año de la hégira 603 (de Cristo 1206), feria 2, día 10 del mes Ramdan. Casiri, tomo 2, pág. 124, col. 2.


ABULHASSAN ALI BEN AHMAD BEN AVI COVAT ALZADI.

Natural de Denia: murió en el año de la hégira 608 (de Cristo 1211): tiene poesías en el códice 354, núm. 66. Casiri, tomo 1, pág. 99.


ABU ABDALLA MOHAMAD BEN MOHAMAD BEN SOLIMAN ALANSARI EBN ABI ALBACA.

Valenciano, originario de Zaragoza. Murió en el año de la hégira 610 (de Cristo 1213). Hay poesías suyas en el antes insinuado códice 354, al núm. 70. Casiri, tomo 1, pág. 100.


MOHAMAD BEN ABDELRAHMAN ALGIBI.

Ilicitanus o de Elche, varón muy distinguido por su piedad, doctrina, y escritos. Publicó:

1 Hispaniae Annales.

2 Una Historia de los literatos de España más difusa, y otra más compendiada.

Murió en la ciudad de Tremezen el año de la hégira 610 (de Cristo 1213). Casiri, tomo 2, pág. 125, col. 1.


ABDALLA BEN ABRAHIM, POR SOBRENOMBRE BEN MONTEL.

Natural de Murviedro, habitó en Valencia, donde se distinguió así en las ciencias como en la historia de la literatura. Murió en el año de la hégira 611 (de Cristo 1214), día 15 del mes Rageb. Casiri, tomo 2, pág. 129, col. 1.

ABDALLA BEN SOLIMAN ABU MOHAMAD ALANSARI, VULGO BEN HAUTH-ALLA.

Nació de clara estirpe en Onda, en el año de la hégira 549 (de Cristo 1154), feria 4, día 4 del mes Ragheb, aunque Casiri juzga que en el mes Schaval: es autor de

1 Biblioteca Hispana. Obra erudita: también es escritor célebre de los

2 Anales Valencianos.

Ejerció este autor el cargo de pretor o gobernador en Córdoba, Sevilla, Murcia y otras ciudades (y al mismo tiempo reinos). Murió en Granada (reino también) en el año de la hégira 612 (de Cristo 1215), feria 5, día 4 del mes Rabi primero. Casiri, tomo 2, pág. 129, col. 1, y el Dr. D. Juan Lozano, en su Batistania, disertación VII, tomo 1, pág. 244.


MOHAMAD BEN SOLIMAN BEN ABDELAZIZ ALSALAMI.

Natural de Xátiva: aritmético y geómetra distinguido, y prefecto de Elche, donde murió, día 23 del mes Ragheb, el año de la hégira 612 (de Cristo 1215). Casiri, tomo 2, pág. 125, col. 1.


MOHAMAD BEN ABDELAZIZ BEN SAADA ABU ABDALLA.

Nació en Xátiva: fue muy perito en ambos derechos, distinguiéndose por la integridad de sus costumbres. Murió en su patria, de cien años de edad, en el de la hégira 614 (de Cristo 1217), feria 2, día 9 del mes Schaval. Ibidem, tomo 2, pág. 125, col. 1.


ABULCASSEM MOHAMAD BEN MOHAMAD BEN NUH ALGAPHEKI.

Natural de Valencia, en donde fue juez, y murió en el año de la hégira 614 (de Cristo 1217). Hay poesías suyas en el códice 354, al núm. 74. Casiri, tomo 1, pág. 100.


MOHAMAD BEN BAKER ALPHAHRI ABU ABDALLA.

Valenciano: médico y cronógrafo insigne. Murió en Purchena en el año de la hégira 618 (de Cristo 1221), feria 4, día 15 del mes Muharram. Ibidem, tomo 2, pág. 125, col. 2.


ABDALLA BEN ABI BAKER ALCODHAI.

Padre de Abu Abdalla Ben Abi Baker Alcodhai Ebn Alabari, autor del códice 1670, que trae Casiri, pág. 121 del tom. 2.

Nació en Onda en el año de la hégira 571 (de Cristo 1175): desde niño vino a Valencia para hacer sus estudios, y se granjeó mucho crédito, tanto por su instrucción como por sus costumbres. Acaeció su muerte el año de la hégira 619 (de Cristo 1322) hacia el medio día de la feria 2 del día 5 del mes Rabi primero. Casiri, tomo 2, pág. 129, col. 2.


ABULHAGIAG JOSEPH BEN MOHAMAD BEN THALMUS.

Natural de la Isla de Xúcar, Alcira, que pertenece a Valencia, se encuentran sus poesías en el códice 354, núm. 79. Casiri, tomo 1, pág. 100. Murió en el año de la hégira 620 (de Cristo 1223). 


MOHAMAD BEN ALI BEN IAHIA ALGAPHEKI ABU ABDALLA.

Nació en Alsharat, Alsarat o Alxarat, esto es Alxara, Alcira; doctor excelente en ambos derechos, e historiador de bastante crédito escribió varias obras canónicas, muy estimadas en su tiempo. Murió en Septa, Ceuta, de 90 años, en el de la hégira (de Cristo 1226). Ibidem, tomo 2, pág. 126, col. 1.


ABRAHIM BEN EDRIS BEN ISAC BEN GIAME.

Poeta valenciano, prefecto de Septa, Ceuta (Ciudad de África), cuyo cargo ejerció en el año de la hégira 621 (de Cristo 1224). Murió en la batalla de Tarifa, en el año de la hégira 626 (de Cristo 1228), día 6 del mes Ramdan. Tiene poesías en el códice 1649. Citado por Casiri, tomo 2, pág. 59.


MOHAMAD BEN ALI BEN ALZOBAIER ALCODHAI.

Nació de padres ilustres en Onda, Reino de Valencia, en el año de la hégira 544 (de Cristo 1149), feria 2, en la tarde del día 15 del mes Gemadi primero. Floreció en ambos derechos; obtuvo dos veces la pretura de Onda. Murió en Valencia en el año de la hégira 627 (de Cristo 1229), feria 4, día 16 del mes Gemadi segundo. Casiri, tomo 2, pág. 127, col. 2.


MOHAMAD BEN ISMAIL BEN KHAMIS, VULGO ABU AMER ALGIOMAHI.

Nació en Costantania o Concentanea (Cocentaina): enseñó las letras humanas y canónicas en Xátiva y en Valencia, cuyas preturas obtuvo después. Murió en su patria de edad avanzada, día 16 del mes Saphar, año de la hégira 629 (de Cristo 1231). Casiri, tomo 2, pág. 127, col. 2.


ABU TAMAM GALEB BEN MOHAMAD BEN ISMAIL ALANSARITA.

Valenciano. Murió en el año de la hégira 629 (de Cristo 1231), tiene poesías en el códice 354, al núm. 84. Casiri, tomo 1, pág. 101.


ABU GIAPHAR AHMAD BEN MOHAMAD BEN THALHAT.

Escritor Ansareo, natural de la Isla Xúcar, Alcira. Fue muerto en Septa, Ceuta (ciudad de África), en el año de la hégira 632 (de Cristo 1234). Hay poesías suyas en el referido códice 354, núm. 93. Casiri, tomo 1, pág. 101.


MOHAMAD BEN EDRIS BEN ALI ABA ABDALLA, DE SOBRENOMBRE EBN FARAG ALKOHOL.

Natural de la península, vulgo Xúcar, Alcira. Fue el poeta más excelente de su tiempo, y se encuentran sus poesías en la biblioteca Arabico-Hispana, intitulada: Granatensis Encyclica de Mohamad Ben Abdalla Ben Allchatib de Granada, que es el códice 1668. Murió en su patria, feria 2, día 2 del mes Rabi primero, año de la hégira 634 (de Cristo 1236). Casiri, tomo 2, pág. 71 y 74.


ABU MOHAMAD ABDALLA BEN MOHAMAD BEN MATHRUH ALTEGIBITA.

Fue natural y juez de Valencia, donde murió en el año de la hégira 635 (de Cristo 1237), en el mes Dilcadat, cuando los cristianos la tenían sitiada. Hay poesías suyas en el códice 354, núm. 96. Casiri, tomo 1, pág. 102.


ABDALLA BEN MOHAMAD BEN MATHRUH ALTAGIBI.

Nació en Valencia, y era oriundo de Zaragoza. Fue jurisconsulto y orador muy elocuente. Obtuvo las preturas de Denia y Valencia, donde murió en el año de la hégira 635 (de Cristo 1237), feria 6, día 5 del mes Dilcadat, cuando la tenían sitiada los cristianos. Casiri, tomo 2, pág. 129.

Creo que este árabe es el mismo que el anterior. (Jodó, qué águila era Justo)   

 

HENDA, NATURAL DE VALENCIA.

Poetisa moral. De esta autora hay versos al núm. 100 del códice 354. Casiri, tomo I, pág. 102. Murió en el año de la hégira 637 (de Cristo 1239).


OBAIDALLA ALCASEM BEN IOSEPH BEN ALI ALTAGIBI.

Valenciano: es autor de la obra intitulada: Catalogus.

Contiene un itinerario literario de España y África, que publicó en el año de la hégira 626 (de Cristo 1228). Está en los códices 1751 y 1812. Casiri, tomo 2, pág. 169, col. 2, y 341, col. 1.


ABULHASSAN ALI BEN LEBI BEN SCHALBON ALMOAPHERI.

Valenciano, poeta: tiene poesías en el códice 354, al núm. 90. Murió en el año de la hégira 639 (de Cristo 1241). Casiri, tomo 1, pág. 101.


MOHAMAD BEN ABDALLA BEN KHALAPH BEN CASSEM ALANSARI.

Nació de una familia noble en Valencia, en el año de la hégira 554 (de Cristo 1159), feria 3, día 15 del mes Ramdan. Enseñó en dicha ciudad muchos años la retórica y poesía: escribió muchos libros de Vita Monastica.

Murió en Orihuela de 83 años, en el de la hégira 640 (de Cristo 1242), feria 4, día 10 del mes Schaval. Este día fue muy notable, porque en él llegó a Murcia con los cristianos el príncipe Ahmad Ben Mohamad Ben Hud, y entregó la ciudad a S. Fernando. Casiri, tomo 2, pág. 126, col. 2; y el canónigo Lozano, en su Batistania y Contestania del Reyno de Murcia, disertación VII, pág. 244.


IAIA BEN AHMAD BEN ISA ABULHASIN ALHKAZRAGITA.

Nació de nobles padres en Denia, donde se instruyó hasta los 20 años, progresando mucho en las ciencias, principalmente en la poética y retórica, como lo acreditan los versos del código 1649, mencionado por Casiri, tomo 2, pág. 30. Fue prefecto de Xátiva, y después de Denia, hasta que se entregó a los cristianos el año de la hégira 641 (de Cristo 1243) (641 + 622 : 1263), día 1 del mes Dilhaglat (Dilcadat).    

El mismo refiere, que los cristianos conducidos por el Conde de Barcelona, se apoderaron de Xátiva a fines del mes Saphar, y principios del año de la hégira 644 (de Cristo 1246) (644 + 622: 1268, 30 años después de entrar el rey de Aragón Jaime I el conquistador en Valencia), y que habiéndose hecho dueños antes de Valencia, a saber, en el año de la hégira 636 (de Cristo 1238) (el año 1238 es correcto, pero 636 + 622 son 1258), día 17 del mes Saphar, feria 3, y no pudiendo sufrir los árabes la dominación cristiana, abandonaron la ciudad en el año de la hégira 645 (de Cristo 1247) (645 + 622: 1267). Ibidem, tomo 2, pág. (páp. en el original) 60, coluna 1.


ABDALLA BEN AHMAD BEN HAPHS ALANSARI.

Natural de Denia, domiciliado en Xátiva; médico e historiador insigne. Murió en el Cairo en el año de la hégira 465 (de Cristo 1247) (465 + 622 = 1077), feria 7, día 29 del mes Schaval. Casiri, tomo 2, pág. 130, col. 1.


ABU BAKER ALCODHAI, VULGO BEN ALABAR.

Valenciano: compuso una obra, que intituló: Alphabetum.

Es una biblioteca Arábigo-Española que llega hasta el año de la hégira 650 (de Cristo 1252). Casiri, tomo 2, pág. 163. Creo que este autor es el mismo que el siguiente: 

Abu Baker Alcodai Ebn Alabar (qué tío, qué eminencia, Justo Pastor Fuster ha sabido quitar la h de Alcodhai y ver que ben : ebn), valenciano, que murió en el último día del año de la hégira 658 (de Cristo 1259), que escribió una obra intitulada: Vestis Serica. Propiamente es una historia de los árabes ilustres por su nobleza y por sus destinos, que se distinguieron en España en la poesía, de los cuales se insertan algunos versos en el códice 1649, que menciona Casiri, tomo 2, pág. 30, y extracta varios pasajes históricos, hasta la pág. 65, donde habla del mérito de la obra y de lo contenido en ella.


ABU ABDALLA BEN ABI BAKER ALCODHAI.

Natural de Valencia e hijo de Abdalla Ben Abi, de quien se ha hablado antes: murió en el año de la hégira 619 (de Cristo 1222). Este Abu Abdalla es autor de la biblioteca Arábigo-Hispana, que intituló: Supplementum.

Y se contiene en el códice 1170, extractado por Casiri, páginas de 121 a 133 del tomo 2, y allí dice que el dicho se llamaba vulgarmente Ben Alabar, y que murió en el año de la hégira 656 (de Cristo 1258). Conde, en el prólogo de la historia de la dominación de los árabes en España, pág. 21, manifiesta merecerle tal aprecio la Historia de Aben Alabar el Codai valenciano, y el suplemento a la misma obra de varones ilustres de España y África, que prefiriéndola a las demás de los escritores árabes, dice que se sirve de ella para referir los sucesos de la conquista, gobierno de los Walies y Amires, y medios tiempos de la dominación arábiga; añadiendo que era muy docto, y los autores de que se valió para componer dicha historia.

Poseía casa y huerto en esta ciudad cerca de la puerta de la Boatella (1: véase la nota que sobre el sitio de esta puerta está puesta a la página VIII), en que vivía como natural de la misma; y el Rey en 15 de las calendas de Octubre de 1238, casi pocos días antes de apoderarse de ella, las dio a Guillem Zelarn, según consta del Regestrum primum Regis Jacobi Primi, folio 49.


MOHAMAD BEN SOBAIE BEN IOSEPH ALGEZAM.

Valenciano, poeta no despreciable. Fue prefecto de Denia, siendo Rey de Valencia Giomaiel Zian su primo. Murió en Túnez en el año de la hégira 653 (de Cristo 1255), día 28 del mes Rabi segundo. Casiri, tomo 2, pág. 65.


ABULRABI BEN MUSA SALEM ALCALI.

Orador valenciano: murió en la batalla de Anissa (tal vez Bonisa, vulgo Enesa), que dista tres parasangas (2: una parasanga es el espacio de 30 estadios, y cada estadio consta de 125 pies.) de la ciudad de Valencia, en las vísperas del jueves día 20 del mes Dilhagiat, año de la hégira 634 (de Cristo 1236). Hay poesías de este autor en el códice 354, al núm. 87. Casiri, tomo 1, pág. 101.


ABU MOHAMAD ALABDERITA.

Valenciano: escribió: Iter Africanum.

Es una descripción de África escrita con elegancia, en que se habla de las ciudades, costumbres y usos de los africanos con una noticia de los varones literatos que vio el escritor en aquellas regiones. Es el códice 1753, que publicó el autor en el año de la hégira 688 (de Cristo 1289). Casiri, tomo 2, pág. 165, y en la prefacion del tomo 1, pág. XIV, donde lo celebra.


ABU BAKER MOHAMAD BEN MOHAMAD BEN MAHRAZ ALZAHARI.

Juez valenciano. Publicó: Poema de la expugnación de la ciudad de Santa María y del Castillo de Serala, tal vez Cervera, y esto después que los cristianos embistieron la parte de Valencia más poblada de habitadores. Y como esto fue en el siglo VII de la hégira, por eso colocamos en ella este escritor. Al núm. 88 de la Historia de los poetas, códice 354. Casiri, tomo 1, pág. 101.


ABULMOTHREPH AHMAD BEN ABDALLA BEN AMIRA ALMAKHZUMI.

Natural de la Isla Xúcar, Alcira: domiciliado en Valencia, publicó: Un poema en alabanza de esta ciudad, y otro lamentándose de haberse apoderado de ella los cristianos. Como también esto sucedió en el referido siglo VII (de la hégira); colocamos  en él a este autor, al núm. 89 del referido códice 354. Casiri, tomo 1, pág. 101.


SIGLO VIII DE LA HÉGIRA.


ABI ABDALLA MOHAMAD BEN ALABAR.

Valenciano. Escribió: Bibliotheca Hispana titulada: Supplementum.

De la cual, entre otras, se valió Abraham Ben Ali Ben Pharhum Aliamar para la formación de su Biblioteca universal o Doctorum Arabum classes, que concluyó en el año de la hégira 761 (de Cristo 1359). Casiri, tomo 2, pág. 70.


ABD ALVADAD.

Valenciano. Ejerció la medicina, viajó a la Persia, y tuvo mucha amistad con Mohamed Emperador de Chorasan, que disfrutó de salud mientras vivió este autor, según se colige de un epigrama de la Biblioteca intitulada: Granatensis Encyclica de Alkhathib, publicada en el año de la hégira 763 (de Cristo 1361): Clase 9. Casiri, tomo 2, pág. 71 y 101.


AUTORES DE EDAD INCIERTA.


ABU BAKER EBN ALABANA.

Natural de Denia, poeta del cual se habla en el códice 355 intitulado: Torques aurei de viris clarissimis, núm. 57. Y habiendo muerto el autor de esta obra en el año de la hégira 535, se ve que Abu Baker no pudo ser posterior a este año. Casiri, tomo 1, pág. 105.


ABULCASSEM, 

Y

ABRAHIM BEN SAHL.

Ambos poetas valencianos. Las odas de estos dos autores se encuentran en el códice 436, números 12 y 29. Casiri, tomo 1, pág. 128; el cual afirma, que muchas de ellas no desdicen en el artificio de las de Horacio. Sus autores florecieron antes del año de la hégira 571 (de Cristo 1175) en el cual murió el Doctor Mohamad Ben Arsakar Damasceno, autor de aquel códice.


ABULRABII BEN ABI MOHAMAD.

Valenciano, es autor de una colección de poesías que tienen por título: 

Margaritarum series ac apparatus vestis elegantis et laneae.

Contiene diversos géneros de poesías, laudatorios, amatorios y morales, que recogió Mohamad Ben Abdelhac Algasanita de Granada, y publicó en el año de la hégira 571 (de Cristo 1175), en obsequio de la Academia Granatense, a quien los dedica. Es el códice 462. Casiri, tomo 1, pág. 135. No se sabe en qué tiempo vivió este autor, aunque debió ser antes del mencionado año 571.

        

ABU BAKER BEN MAGAU.

Natural de Xátiva, y poeta. Sus obras se hallan en el códice 354 intitulado: Viatoris Commea*us, en el que se hallan reunidos muchos versos de poetas españoles que recogió Abu Bahr Sephvan, y que cita Casiri, tomo 1 pág. 93. (o 98)                                              

ABU ALI HASSAN ALNOSCHAR.

Natural de Valencia, tiene poesías en el mismo códice. Ibidem, pág. 94.


ABU ABDALLA BEN IARBU.

Poeta, natural de Xátiva, sus obras en el mismo. Ibidem, pág. 94.


ALHAGAEUS ABULHASSAIN BEN GIOBAIR.

Natural de Xátiva, se hallan sus poesías en el mismo. Casiri, tomo 1, pág. 94, col. 2.


ABU BAKER BEN ALGIONAN.

Natural de Xátiva, se insertan sus poesías en el mismo. Ibidem, pág. 94, col. 2.


ABU ABDALLA BEN AIAS.

Valenciano, tiene poesías insertas en el mismo tomo 1, pág. 94, col. 2.


ABU ABDALLA BEN IASIM.

Natural de Xátiva, sus obras están en el mismo. Ibid. pág. 94 col. 2.


ABULHOKM GIAPHAR BEN IAHIA.

De Denia, sus obras están incluidas en el munus hospitii, comprendido en el mismo códice núm. 9. Casiri, tomo 1, pág. 96.


ABULABBAS AHMAD BEN MOHAMAD BEN ALBORAR ALTAGIBI.

Valenciano, oriundo de la Isla verde; se hallan poesías suyas al núm. 2, de la Historia de los poetas insignes españoles, que está unida al mismo códice 354, del que hemos hablado en el siglo VI de la hégira en Abdalla Ben Abdelrahman Ebn Alabar Alcodai: citado por Casiri, tomo 1, pág. 93, en cuya Historia se hallan las de los autores que siguen:


ABU OMAR BEN KHALIL ALAPHADITA.

Valenciano, al núm. 5, pág. 95.


ABU MOHAMAD ABDALLA BEN ALKHALAPH BEN ALCAMA.

Valenciano, al núm. 10, pág. 95.


ABU ABDALLA MAHOMAD BEN ABRAHIM ALGIMINI, LLAMADO EBN ALSCHEVASCH.

Valenciano, al núm. 51, pág. 98.


ABULMAALI MAGED BEN MAHPHUDI BEN MARI.

Valenciano, varón ilustre, al núm. 56, pág. 99.


ABULRABI SOLIMAN BEN AHMAD BEN ALI BEN GALEB ALABDARI.

Natural de Denia, y juez en Málaga, al núm. 80, pág. 100.


ABU ABDALLA BEN ALPHAGIAR.

Valenciano: se refiere en el códice 355, que contiene una biblioteca de varones ilustres que florecieron en España con fama de buenos poetas, y tiene por título: Torques aurei de viris clarissimis. En el índice de esta obra, al núm. 15, se nombra este autor, pág. 103, del tomo 1 de Casiri.


ABU BAKER BEN ATHIA.

Valenciano, jurisconsulto: está nombrado en el código susodicho al núm. 49. Ibidem, pág. 105.


ABU MOHAMAD BEN SARA.

Valenciano, filólogo que celebró la llegada a Granada del capitán Abu Iahia Ben Abrahim, con una larga poesía, cuyos versos acaban en la sílaba Z (ja). Ibidem, núm. 59, pág. 105.


EBN VAPHEDI.

Médico valenciano, escribió: Manuductio ad artem medicam. 

Trata de la medicina teórica y práctica, y de la farmacéutica. Es el código 828. Casiri, tomo 1, pág. 272. Y también lo celebra en la prefacion del tomo 1, pág. XII, en donde le llama Ebn Haphedi.


ABU BAKRI ABDELAZIZ.

Natural de Arbela (tal vez Orihuela); escribió: Tractatus de alimentis.

En él habla de la leche, de las verduras, carnes, y de otros alimentos de esta especie. Está en el códice 888, núm. 5. Casiri, tomo 1, pág. 314 y 315.


ABULABBAS AHMAD BEN SAID BEN ALSCHAT.

Valenciano; escribió: Commentaria opera in canonica Doctoris Moslemi.

Cuyo tomo primero se encuentra en el códice 1192, que cita Casiri, tomo 1, pág. 476.


ABULCASSEM BEN ABILCASSEM ALRAINI.

Natural de Xátiva; escribió una paráfrasis o exposición del Alcorán, en versos que todos acaban en la sílaba y (la). Es el códice 1365. Casiri, tomo 1, pág. 501, y en el códice 1330, pág. 496.


ABULCASSEN.

De Xátiva; escribió: De castigata Alcorani lectione. Poema que consta de mil versos. Es el códice 1555, Casiri, tomo 1, pág. 531, núm. 6.

Este autor es tal vez el mismo que el anterior.


ABULCASSEM BEN PHIRA KHALAPH BEN AHMAD ALRAINI.

Natural de Xátiva; escribió un poema explicando el Alcorán, cuyo título es:

Securitatis foedus, et letitiarum exordium.

Consta de dos mil versos, que acaban todos en la sílaba y (la). Escribió también otro poema que intituló De variantibus Alcorani lectionibus. 

Cuyos versos acaban en la sílaba y (la). Es el códice 1401. Ibidem, tomo 1, pág. 507.

Este autor es tal vez el mismo que los dos anteriores.


ABULABBAS AHMAD.

Valenciano; escribió: Carmen de Lógica.

En el códice 1556. Casiri, tomo 1, pág. 531, al núm. 2.


BEN MONDER.

Valenciano; escribió: De animi in praellis constantia qua Hispani caeteras inter nationes praecellunt. 

Se cita en el códice 1647. Casiri, tomo 2, pág. 29.


__


En el códice 1672 citado por Casiri, tomo 2, pág. 140, y del que hemos hablado en Hamad Ben Mohamad, en el siglo V de la hégira, hay un índice de las diez y seis Bibliotecas Arabe Hispanas que se encuentran en él, y entre ellas con alabanza se citan de autores valencianos las siguientes:  


ABI AMRI.

De Xátiva: Biblioteca Grammaticorum, pág. 150.


ABU BAKER ALHASSEN, VULGO ALCABSCHI.

Valenciano: Biblioteca Philologorum. Ibidem.


ABU ABDALLA MOHAMAD BEN ATAB CON SU HIJO ABULCASSEM.

Biblioteca Valentina. Ibidem.


AHMAD BEN MOHAMAD, VULGO ALSCHOMNI.

Valenciano, ilustró con notas los hechos de Mahoma, y sus socios, e intituló la obra:

Historia genuina illustrata. Es el códice 1738. Casiri, tomo 2, pág. 166.


ABU ABDALLA MOHAMAD BEN KALPHUN AZADITA.

Valenciano; escribió: Biblioteca auctorum principum sectae Mahometanae secundum magnam collectionem Doctoris Iahia Allaithi Cordubensis notis illustrata.

La publicó con el siguiente título: Liber Declarationum.

Es el códice 1742. Casiri, tomo 2, pág. 167.


ABU ABDALLA MOHAMAD BEN HAIUN.

Natural de Xátiva; escribió una paráfrasis del Alcorán. De la cual habla Casiri, en el tomo 1, pág. 501, códice 1364.


ABU ABDALLA MOHAMAD ABDELALIZ.

Natural de Xátiva; escribió: Hispanie cronicon.

Citado por Casiri, tomo 2, pág. 42.


ABU FALIB ABOEL GEBAR.

Natural de Xúcar, Alcira, célebre poeta árabe. Lo cita Conde, Historia de los árabes, tomo 2, pág. 272.


NOTA.

Abdalla Ben Saíd Alvagedi Abu Mohamad, natural de Vageda, jurisdicción de Tremezen, fue jurisconsulto y dos veces pretor en Valencia; la primera en el año de la hégira 495 (de Cristo 1101) en el cual en el mes Ragiab fue dicha ciudad perdida por los cristianos. Murió en Valencia en el año de la hégira 510 (de Cristo 1116) dejando grandes monumentos, entre ellos el cónclave de la Mezquita mayor que edificó a sus expensas; y existió hasta que fue recuperada la ciudad por los cristianos en el día 17 del mes Saphari, año de la hégira 636 (de Cristo 1238). Casiri, tomo 2, pág. 130, col. 1.

Mohamad Ben Soliman Abu Abdalla Alcalabi, librero de Calatayud, con el motivo de sus estudios vino a Valencia, donde enseñó la gramática, y pensando en irse, los cristianos ocuparon la ciudad después de la célebre batalla de Cotanda (Cutanda) sucedida en el año de la hégira 514 (de Cristo 1120).    

escritores del siglo XIII (13)

GLOSARIO ETIMOLÓGICO DE LAS PALABRAS ESPAÑOLAS DE ORIGEN ORIENTAL.

GLOSARIO 



https://archive.org/details/glosarioetimolog00eguuoft 
(descargar PDF, texto y otros formatos)

(castellanas, catalanas, gallegas, mallorquínas, portuguesas,
valencianas y bascongadas).

DE ORÍGEN ORIENTAL

(árabe, hebreo, malayo, persa y turco).

POR

D. LEOPOLDO DE EGUILAZ Y YANGUAS.

CATEDRÁTICO DE LITERATURA GENERAL Y ESPAÑOLA

EN LA UNIVERSIDAD DE GRANADA

Y CORRESPONDIENTE DE LAS REALES ACADEMIAS DE LA LENGUA

Y DE LA HISTORIA.

GRANADA.

Imprenta de La Lealtad, Santa Ana, 12.

1886.

/ A partir de aquí se actualiza la ortografía en gran medida para facilitar la lectura. Los símbolos, letras árabes y griegas NO se encuentran en esta versión. Consultar el pdf facsímil en archive org. /

A MI AMADÍSIMA ESPOSA

DOÑA MARÍA DEL CARMEN MORENO (CÁRMEN EN EL ORIGINAL).

GONZÁLEZ DEL PINO. (GONZALEZ DEL PINO en el original).

INTRODUCCIÓN.

I.

Aunque los romances hablados en la península ibérica vengan derechamente de la lengua latino-rústica no es menos cierto que se hallan plagados de voces exóticas de todo origen y procedencia.

Árdua y dificilísima empresa es la de clasificar la parte que de estos vocablos peregrinos corresponde a cada cual de los idiomas, que en el curso de los tiempos se hablaron en ella; pero bien puede asegurarse que la más granada y copiosa toca de derecho al árabe. Y no ha de explicarse este fenómeno, como quiere Mr. Engelmann (1), por la superioridad de la civilización muslímica sobre la hispano-latina; porque, si de tan debatida cuestión se hubiere de juzgar por este solo dato, habría en definitiva que dictarse el fallo en pro de la segunda (2). Es más; la incorporación a nuestras hablas vulgares del mayor número de voces arábigas tiene lugar en una época en que los mismos autores musulmanes reconocen explícitamente la hegemonía y principado de la cultura hispano-cristiana sobre la suya propia (3).

(1) V. Glossaire des mots espagnols et portugais derivés de l'arabe por el Dr. W. H. Engelmann, Introduction, p. I y II de la 1.a ed. y 1 y 2 de la 2.a
(2) V. Simonet, Glosario de voces ibéricas y latínas usadas por los mozárabes y los árabes.
(3) "Todo pueblo que vive frontero de otro, cuya superioridad reconoce, adquiere estos hábitos de imitación. Esto sucede en nuestros días (siglo XIV) con los árabes andaluces, los cuales, a consecuencia de sus relaciones con los gallegos (los cristianos de Castilla y de León), además de sus trajes, de sus usos y costumbres, han adoptado la moda de decorar con imágenes o retratos los muros de sus casas y palacios." Aben Jaldún, Prolegómenos, I, 267 del texto árabe y I, 307 de la trad. de Slane. V. etiam Aben Aljatib, ap. Casiri, Bibl. Arábico-Hispana Escur., II, 257-8, Dozy, Dict. detaillé des noms des vétem. ches les arabes p. 2 y 3.

Por otra parte, nunca, ni en ningún período de la historia nacional, se puede en justicia adjudicar a la raza árabe el honor que le dispensa Engelmann. La cultura hispano-muslímica, como lo advirtió Masdeu (1), y lo ha evidenciado con argumentos irrefutables el ilustre orientalista D. Francisco Javier Simonet (2), no fue obra de los árabes invasores, sino de los renegados cristianos, de los muladíes, de los judíos y de los mozárabes, los cuales, midiendo por su alteza intelectual la rusticidad y encortezamiento de sus nuevos señores (3), comenzaron por ser los manipuladores del erario público (4), los consejeros de sus emires y califas (5),

(1) Historia crítica de España, XIII, 161, 162 y 173. Del propio parecer es el doctísimo D. Aureliano Fernández Guerra, el cual, en la pág. 58 de la Contestación al Discurso de ingreso en la Real Academia Española de su hermano D. Luis, nos dice: Es hoy cosa del todo averiguada y resuelta no deberse atribuir en manera alguna a los árabes de Oriente la gran civilización que allí hubo, pues toda entera pertenece a los antiguos pueblos cristianos, avasallados y oprimidos por los sectarios del Corán en tan alongadas regiones. Lo mismo hay que decir de España.
(2) V. Simonet, De la influencia del elemento indígena en la civilización arábigo-hispana artículos publicados en el tomo IV de la revista católica la Ciudad de Dios, su Historia (inédita) de los mozárabes de España y la Introducción al Glos. de voc. ibér. y lat.
(3) Era tal la ignorancia del pueblo musulmán en la época de la fundación de su imperio, cuando se enseñoreó de las demás naciones, y la influencia del Profeta y del Alcoran hizo desaparecer la ciencia de los antiguos, que se revelaba en todas sus inclinaciones y en todos sus hábitos. Aben Jaldún, Proleg., III, 276 del texto y III, 304 de la trad. Como ejemplos de su tosquedad y rudeza léese en la misma obra (I, 310 del texto, y I, 351 de la trad.):
"Cuéntase que (cuando los árabes vencieron a los persas) tomaron por piezas de paño las almarregas o almohadas que les presentaban, y que habiendo encontrado alcanfor en las alhacenas o almacenes de Cosroes, las emplearon, en lugar de sal, en la masa de que hacían el pan."
(4) V. Aben Jaldún, Proleg., II, 5 y 6 del texto, y II, 6 de la trad.
(5) V. Alberto de Circourt, Hist. des maures mudexares et des morisques, I. Según Aben Hayan, citado por Aben Aljatíb en su Introd. a la Iháta el conde Ardebasto, jefe de los agemies y receptor de los impuestos para los emires de Córdoba, lo fue en cierta ocasión de Abul Jatár.

los cultivadores de sus artes y de sus ciencias (1), la flor y nata de sus poetas y retóricos, el espejo de sus historiadores, y, finalmente, el núcleo, migajón y alma de aquella civilización refinadamente sensual y materialmente espléndida que produjo las maravillas arquitectónicas de la gran Aljama de Córdoba y de la Alhambra de Granada (2). Si los árabes, cuya incapacidad para el ejercicio de las artes y de las ciencias reconoce el mismo Aben Jaldún, hubieran sido los fautores de aquella civilización ¿cómo se compadece que el África, presa también de su dominio, vegetase en la barbarie (3) hasta que los españoles le comunicaron su

(1) Es un hecho digno de consignarse, léese en Aben Jaldún (Proleg., III, 270 del texto, y III, 296-297 de la trad.), que la mayor parte de los sabios que se han distinguido entre los musulmanes por su habilidad en las ciencias, ya religiosas, ya intelectuales, eran extranjeros. Los ejemplos en contrario son por extremo raros; pues hasta los que de entre ellos referían su origen a los árabes, se diferenciaban de esto pueblo por la lengua que hablaban, por el país en que fueron educados y por los maestros con quienes estudiaron. Y más adelante nos dice (III, 278 del texto, y III, 306 de la trad.): La mayoría de los sabios entre los musulmanes eran agemies, con cuya palabra he querido designar a los que eran de origen extranjero.

(2) Interrogados los embajadores de D. Jaime II de Aragón por su Santidad Clemente V, a la sazón del concilio general de Viena, sobre el número de habitantes que contaba Granada, contestaron que montaban a doscientos mil, no hallándose quinientos que fuesen moros de naturaleza, pues sobre cincuenta mil renegados y treinta mil cautivos todos los demás eran hijos o nietos de cristianos. Este dato importantísimo se halla corroborado por Hernando de Baeza, asistente a la corte de Boabdil, citado por Hernando del Pulgar en su Tratado de los reyes de Granada y su origen, el cual nos asegura que de doscientas mil almas que había en la ciudad de Granada, aún no eran las quinientas de la nación africana, sino naturales españoles y godos que se habían aplicado a la ley de los vencedores. No es, pues, de maravillar que Boabdil, que conocía también la lengua castellana, invitara a Gonzalo Fernández de Córdoba a que arengase a los habitantes del populoso arrabal del Albaicín, pues allí había aljamiados y assaz declaradores. V. Hernán Pérez del Pulgar, Breve parte de las azañas del Gran Capitán, p. 158-159, Madrid, 1834.

(3) Cuando los árabes conquistaron el Ifriquia y el Magreb se hallaban en uno de los períodos de la civilización nómada, y los que se establecieron en este país no encontraron nada en él de una cultura sedentaria que hubieran podido imitar. Los habitantes eran berberiscos habituados al estado grosero de la vida nómada Aben Jaldún, Proleg. II. 253 del texto, y II, 297 de la trad.

cultura? (1). Hay, pues, que convenir, en contra de las afirmaciones del docto orientalista holandés, en que ni los árabes invasores impusieron a los hispano-latinos su civilización ni tampoco su lengua, la cual coexistió con las vulgares endémicas, de que hacen repetida mención sus propios escritores (2). Y no podía ser de otro modo; porque la lengua de un pais, a no ser estrechamente afín a la del conquistador, no desaparece, mientras no se extinga el pueblo que la habla, como acaeció a la de los infelices mozárabes andaluces, cuando, con el inicuo pretexto de la expedición de D. Alfonso el Batallador a esta parte de la España sarracena, fueron arrancados de cuajo por los Almoravides y trasportados al África. Es más; no parece que los árabes en las naciones que redujeron a su dominio vedaran a los naturales el uso de su propio idioma (3).
(1) La España, bajo la dinastía de los Almohades, comunicó al Magreb su civilización, lo que fue parte para que los hábitos de la vida sedentaria se arraigasen en este país. Tuvo esto lugar; porque la dinastía que reinaba en el Magreb había conquistado las provincias de España, y
porque de grado o por fuerza muchos habían abandonado su pátria para trasladarse a aquella región. Aben Jaldún, Proleg., II, 254 del texto, y II, 298-299 de la trad. Lo propio acaeció en Túnez en tiempo de los Hafsidas, en la época de la gran emigración de los árabes españoles a aquel reino, como se lee en el escritor citado, a consecuencia de las conquistas en Andalucía de D. Fernando III el Santo y de D. Alonso el Sábio.

(2) Entre los dialectos de la aljamía (letras árabes * no las puedo reproducir en este libro, consultar el scan en pdf en archive.org ), o romance hablado por los mozárabes y por los cristianos independientes, mencionan los escritores arábigos la aljamia de Aragón, la aljamía de Zaragoza, la aljamia de Valencia, y la aljamía del oriente de España.

(3) Según el Dr. Simonet, en ninguno de los textos arábigos que ha consultado se halla la menor noticia del pretendido decreto de Hixem I prohibiendo en sus estados el uso de la lengua hablada por los mozárabes y obligando a sus hijos a que asistiesen a las escuelas públicas, que había fundado, para aprender el árabe. V. Glos. de voc. ibér. y lat., Introducción, p. 12.

Lo que hicieron, como se cuenta del califa Omar (1), fue prohibir a la gente arábiga la adopción del de los pueblos sojuzgados en reemplazo del suyo, el único noble y excelente por ser el del Corán y el que nuestros primeros padres al decir de sus doctores, hablaron en el paraiso. De otra suerte, y reconociendo que su lengua, expresión, aunque limada y culta, de la vida nómada de las tribus del Ilechaz (o Hechaz, no se ve bien), no podía servir como adecuado instrumento de las relaciones varias, múltiples y complejas de un imperio civilizado, hubieran adoptado la de los vencidos, limitando el uso de la suya a sus relaciones domésticas y a la práctica de su culto, como lo hicieron los godos en España. Con ser el árabe el idioma oficial y cancilleresco en la Persia, en la Armenia y en el Asia Menor, fue sustituido por los endémicos de aquellos países, luego que se verifica en ellos la reacción del espíritu indo-europeo sobre el semítico. No de otro modo hubieran pasado las cosas en Andalucía, de haber prevalecido la insurrección de Omar ben Hafsun y de sus hijos contra el califato de Córdoba. En resolución; de la larga permanencia de los árabes en España solo nos han quedado unos cuantos centenares de vocablos, hoy en no poca parte arcáicos, muchos de ellos provinciales, incorporados en su mayoría a nuestras hablas vulgares en los tiempos posteriores a las conquistas en Andalucía de D. Fernando III el Santo y D. Alfonso el Sabio, y a las de los reinos de Valencia y de Murcia por D. Jaime I de Aragón, fecha en que, reducidos sus habitantes a la condición de mudejares, entraron en trato y comunicación cuotidiana con los pobladores cristianos de aquellas regiones (2).

(1) El califa Omar prohibió servirse de (lo que él llamaba) las jergas extranjeras. Es jib. decía, es decir, artificio y engaño. Esto dió por resultado que uno de los signos del islamismo y de la dominación árabe fue el empleo de su lengua. Aben Jaldún, Prol., II, 270 del texto, y II, 316 de la trad.

(2) Aunque desde las conquistas de Toledo, Zaragoza y Lisboa, que tienen lugar respectivamente por los años de 1085, 1118 y 1145, se hace notar la influencia de la lengua arábiga, escasa hasta aquella fecha, sobre la castellana y portuguesa, no se acentuó ni llegó a alcanzar la importancia que tuvo, después que los reinos de Jaen, Valencia, Córdoba. Sevilla y Murcia cayeron en poder de las armas cristianas.



II.

Trabajo nada llano y apacible es el estudio de las etimologías, y aunque habida consideración a la índole y estructura de sus radicales, no es difícil reconocer los vocablos españoles de alcurnia marcadamente semítica, con especialidad los precedidos del artículo árabe al, con todo, esta misma circunstancia ha sido a veces causa y motivo de error (1).
Pero no nace de aquí la mayor de las dificultades. Las dilatadas conquistas de los árabes en el antiguo mundo oriental, en África y en España, enriquecieron de tal suerte el primitivo idioma de Modar, que es por todo extremo embarazoso determinar el génesis de los términos peregrinos que a cada paso se encuentran en los diccionarios. Cierto que no pocos, con especialidad los técnicos y científicos, que tomaron de los griegos, se echan holgadamente de ver; pero no acaece lo propio con otros muchos, que, con ser de naturaleza y condición refractarias a los semíticos, se hallan tan adobados al gusto de la gente arábiga, que no es fácil reconocerlos.

(1) Cervantes incurrió en el de afirmar, como lo hizo notar Clemencin (D. Quijote, 2.a Part., Tomo VI, Cap. LXVII, p. 360, nota) "que son moriscos todos los vocablos que en nuestra lengua castellana comienzan en al," pues, aparte de los de extirpe puramente latina que empiezan por aquellas letras, bay muchos de esta procedencia que desfiguraron los árabes prefijándoles su artículo al, según advierte Juan de Valdés en su Diálogo de la lengua (ap. Mayans y Siscar, Orígenes de la lengua española, I, p. 36 y 38), donde se lee: Y si quereys ir avisados, hallareys que un al que los Moros tienen por artículo, el qual ellos ponen por principio de los mas nombres que tienen, nosotros lo tenemos mezclado en algunos vocablos latinos, el qual es causa que no los conozcamos por nuestros. Quanto a lo demás sabed, que quasi siempre son Arabigos los vocablos que empieçan en al, como almohada, alhombra, almohaça, alhareme. La misma observación hizo el clarísimo Scaligero, respecto de las voces de origen griego, que ofrecen aquella forma, en las anotaciones al Culex de Virgilio: Arabes, addito suo al, pleraque graeca ad morem suum interpolarunt. Ut Líber Ptolomaei est Almageste: est enim (carácteres griegos * no puedo transcribirlos, algunas veces escribo *g). Sic Alchymia, Sic Almanak, kalendarium,
a luna et mensibus; unde circulus lunaris apud Vitruvium. Sic Alambic a graeco *g apud Dioscoridem.

Con decir que algunos, transcripciones escuetas de palabras griegas o latínas, se han dado como valederas etimologías arábigas de palabras españolas, se comprenderá sin esfuerzo a qué graves tropiezos se expone el que se ocupa en tan áridos trabajos. Teniendo esto en cuenta, merecen ciertamente disculpa aquellos que, tomando por vocablos genuinamente arábigos los latinos arabizados, que se registran en el Vocabulista de Fr. Pedro de Alcalá o en los dialectos vulgares de África y de Oriente, los consideraron como matrices de los correspondientes castellanos, y aún los que tropezando en nuestros diccionarios con términos que en su antojo tenían aquel talle, les dieron por progenitores otros de pura extirpe arábiga, que nada tenían que hacer con ellos; error de que ninguno, por muy leído que sea, ha de pretender librarse como no lo lograron nuestros etimologistas, desde el Dr. Francisco del Rosal (1) hasta D. Enrique Alix (2), grandemente versado en las lenguas semíticas en las clásicas griega y latina y en la sanscrita.

Con todo esto, es de tan gran utilidad el conocimiento de las etimologías, que, como se lee en la Carta del Licenciado D. Baltasar Navarro de Arroyta a D. Sebastián de Covarrubias, que va al frente de su Tesoro, aún hasta las falsas se han de estimar, porque ocasionan a la inquisición e investigación de las verdaderas. Y aunque, como queda apuntado, no escasean aquellas en nuestros etimologistas bien son de aplaudir por estas, y dignos además de agradecimiento y aprecio; porque, como dice el insigne Bernardo Aldrete (1): labor más que de plata y oro es el trabajo que se pusiere en la lengua castellana.

(1) La obra inédita del Dr. Francisco del Rosal, médico, natural de Córdoba, peritísimo en las lenguas clásicas, en la arábiga y hebráica y en la italiana, portuguesa, francesa, inglesa y alemana, es el Ms. T. 127 de la Bibl. Nacional, que lleva por título: Origen y Etymologia de todos los vocablos originales de la Lengua Castellana.

(2) Cuando D. Rafael M.a Baralt proyectó escribir el Diccionario matriz de la lengua castellana, de que no se dio a la estampa más que la primera entrega, encargó a Alix las etimologías arábigas. El ms. autógrafo del malogrado orientalista, modestamente intitulado: Índice de las palabras castellanas de origen oriental, forma un tomo en folio, que contiene solamente las letras A, B y parte de la C.

Demás de esto; estudiados nuestros etimólogos, resulta que a ellos corresponde en toda ley la mayor parte de las expuestas por orden sistemático y declaradas con gran copia de erudición y doctrina en el Glosario de Engelmann y Dozy, los cuales, con excepciones rarísimas, pasaron por alto los nombres de sus autores; omisión ciertamente sensible por lo que toca a aquellos, cuyas obras impresas consultaron y utilizaron en la redacción de la suya. Y hago mérito de esto, porque, en ocasiones, el mismo Dozy se muestra mortificado al advertir que otro se apropia alguna de sus etimologías. Ganoso yo de llenar este vacío, dando a cada uno lo que es suyo, como lo pide la justicia distributiva, concebí la idea de publicar este Glosario, al pié de cuyos artículos, o en el discurso de ellos, salva alguna que otra omisión involuntaria, que suplirá el versado en sus obras, va puesto el nombre de aquel o aquellos a quienes
corresponde el hallazgo. Las etimologías en que se echa de menos esta circunstancia, buenas o malas, son mías. A muchas acompaña el texto en que se encuentra la palabra, y a casi todas, y con el propósito de que se pueda evacuar la cita, la designación del lexicógrafo que trae la correspondencia oriental, de donde la derivo.

Comprende mi Glosario bajo el nombre de españolas las voces procedentes del árabe, hebreo, persa, turco y malayo, que se hallan en las lenguas habladas en nuestra península (2) con inclusión de la nobilísima bascongada, representante augusta en línea recta de la primitiva habla ibérica;

(1) Del origen y principio de la lengua castellana o romance que hoy se usa en España, Lib. I, Cap. I, p. 5.

(2) Excepción hecha del bable, no por falta de diligencia por mi parte para procurarme el único diccionario de aquella lengua, que había llegado a mi noticia, sino por la prevención y suspicacia de su poseedor, que no tuvo a bien comunicármelo, a pesar de las reiteradas instancias de respetabilísimas personas.

monumento venerable por su antigüedad y preciadísimo archivo de subido valor filológico e histórico, bajo cuyo doble aspecto merecía ser profundamente estudiada.
Doy cabida en este trabajo a las palabras de origen hebreo, no obstante de ser contadas las que se derivan inmediatamente de aquella lengua (1), siguiendo el ejemplo del docto orientalista Mr. Marcel Devic, de cuyo Dictionnaire d'Etimologie he copiado el corto número de voces malayas que en él se registran, aunque hayan venido directamente a nuestra lengua de la francesa.
En la disposición de las letras de este Glosario he seguido el orden del alfabeto latino, comprendiendo la ch y ll en sus respectivas iniciales, la ñ en la n y en la c la usada con cedilla en nuestros antiguos documentos.
Réstame decir dos palabras sobre el Diccionario General Etimológico de D. Roque Bárcia y el novísimo de la Academia Española. Cuando estas obras se publicaron, tenía yo bastante adelantada la impresión de la mía. De escasa utilidad me ha sido la primera, digna por otra parte de aprecio, pues, por lo que respeta a las etimologías en que yo me ocupo, se limita su autor a copiar las de los autores que ha consultado, señaladamente las de Engelmann, Dozy y Marcel Devic, cuya ortografía francesa reproduce fielmente, dando a entender con ello que es peregrino en el conocimiento de las lenguas orientales. En cuanto al Diccionario de la Academia nada tengo yo que decir, que no parezca interesado, siendo Correspondiente, aunque indigno, de aquello docta corporación y figurando además, aunque inmerecidamente, mi nombre en la lista de los que la han auxiliado. Sin embargo; en ley de justicia no debo pasar en silencio que lo he consultado con fruto, como lo declaran sendos artículos de mi Glosario.

(1) Léese en el P. Sigüenza (Vida de S. Jerónimo): tenemos por clarísimo que desde los tiempos de Esdras, por lo menos, la lengua santa no ha sido vulgar a los judíos. Del cap. VII del 2.° lib. de este gran escriba consta que se leía la escritura en hebreo y no en siro ni en caldeo, y que no la entendían si no se la declaraban: y dice allí que el pueblo se alegraba mucho cuando Esdras y los levitas declaraban la ley. Desde entonces corrió así hasta hoy, que en todas las sinagogas se lee en hebreo, que no lo entienden sino los maestros que lo estudian con gran cuidado.

Doy las más espresivas gracias a mis excelentes amigos el R. P. Fr. José Lerchundi, el ilustre literato portugués don Domingo Peres, D. Manuel Cueto y Rivero, D. José Taronjí y D. Blas Leoncio de Piñar, por los libros, datos y noticias, que con la mayor generosidad se han servido franquearme, y muy señaladamente al eminente orientalista D. Francisco Javier Simonet, cuyos profundos conocimientos en la materia he consultado siempre con utilidad y provecho.

Pongo fin a estas desaliñadas líneas pidiendo al lector benévolo con toda humildad y reconocimiento de mi poco saber, como lo hizo en circunstancias semejantes el clarísimo D. Sebastián de Covarrubias, que todo aquello en que yo errare, se me enmiende con caridad; que más persuade y avasalla el ánimo y más cautiva y rinde la voluntad la crítica gentil y galana, que la áspera y desabrida, digna solo de ser tenida en lástima.

III.

De la transcripción y cambios eufónicos de las letras de los vocablos de origen oriental, al pasar a nuestras hablas vulgares.

I. CONSONANTES.

En su exposición sigo el orden adoptado por Mr. Engelmann, considerándolas en principio, medio y fin de dicción.
(parece una I o L mayúscula). Esta letra, signo de dulce aspiración, solo figura en la escritura española con el valor de f y h en la palabra farre o harre.

(Parece una E). Por lo general carece de representación en nuestro alfabeto; pero su peregrino sonido gutural se halla a veces expresado en principio de dicción por la g: gaché, garda; en medio por la c, f, g y h: jácara alfagara, algarabia, alhidada; en fin por la c, ch: místico. mistich.

(Parece una z con un punto encima). Inicial se encuentra traducido por c, ch, f, g y h: cafetan, cherva, falleba, galanga, haloch; medial por la c, f, g, y h: moca, alfange, algarroba, çahena; final por la c, ch, f y q: roc, rocho, tabefe, jeque.

(Parece una z sin el punto). En comienzo de dicción cuando no se suprime, está representado por la f, g, h y j: façame, amelgar, haron, jayan; en medio por la f, g, h, j, q y x; almocafe, alferga bagarino y almalaque, almalaxa; en fin por la c, ch, f, h y q: zarca, almadrach (con valor de k o q), almadraque, cadafe, cadah.

(Como un 8 o un & al revés). Se sincopa con más frecuencia que la articulación anterior; pero en principio de dicción se registra a veces vertido por la c, h y j: catum, hégira, jaque; en medio por la f, g, h, j y q: alfolí, algorim, alhori, arijo, jaque; en fin, aunque por lo general se sincopa, remeda su sonido gutural la q en la palabra jaque.

(Como una E con puntito arriba). Como inicial se halla transcrito por la g (ga, go, gu,
ge, gi), ch, h y r: galima, chulamo, herpil, racia; y como medial por la g, h, l, r y v: algorfa, alhazara, baldres, borceguí, alvarral.

(Signo raro). En principio de dicción se encuentra representado por la c, ch, g, k y q: cafetan, cheramella, gabela, kadi, quilate; en medio por la c, ch, g, k y q: alcali, alkali, alchatin, algodon, alquerque; en fin por la c, g (ga, gu), ch con valor de k y q: calambuco, alhóndiga, azogue, arrafacha, almajanech, almajaneque. Según Dozy se convierte en t en adutaque; pero, en mi sentir, aquella letra no es más que el primer dal de *árabe ad-ducác, duplicado por el texdid, signo que llevan todas las letras solares, precedidas del artículo árabe *árabe al.

(Como una J con otra j dentro). Inicial se reprodujo su sonido por la c, ch, g (gu), k y z: cáfila, charabé, guitarra, kivil y zaferia; medial por la c, ch, g, k y q: alcándara, alchimelech, algozaria, alkeir, alquiler; final por la c y la z: almizcle, candiz:. Dice Dozy que esta articulación se halla transcrita por la t en taba; pero, a mi parecer dicha voz no viene de *árabe, sino de *árabe.

(Como una Z con un punto a la derecha y hacia arriba).
Se encuentra traducido en comienzo de dicción por la c, ch, g, j y z; cerro, chalan, gañibete, jabalí, zatalí; en medio por la c, ch, g, j, II, ts, y, x y z: arcelio, manchil, aligara, narguile, alforja, atarralla, sitja, guaya, enxera, azubo; en fin por la c, ch, g, h, j y q: buraco, almandarache, auge, almandarahe, rejalgar, almandaraque.

(Signo raro). Se halla transcrito en principio de dicción por la c, ch, g, j, s, x y z: ceteraque, chafarote, gini, jábega, serife, xábega, zatara; en medio por la c, ch, g, h, j, s, t, x, y, z:
acicate, achaque, axaque, algagias, alharaca, alcuja, asesino, cimitarra, ayabeba, almezia; en fin por la c, g, j, s, ss, x y z: albuce, mancage, almofrej, almofrex, bisa, brissa, chauz.

(Signo raro). Fue figurado como inicial por la c, ch, s, x y z: cufarro, chagren, safina, xafarrron, zaquizami; medial por la c, j, s, ts, tz, x y z: arce, harija, alfasaque, atsarena, atzarena, elixir, alzuna; final por la c y la z: caceta, arraez.

(Signo raro). Resulta traducido en principio por la c, ç, ch, j, x y z: cifra, çarafi, chafariz, jenabe, xenabe, zahalmedina; en medio por la c, ç, l, s y z: arrecife, façame, alfalfa, hisan, alcorza; en fin por la c, x y z: arrefece, arraax, alficoz.

(Como una j). Se encuentra representado en principio de dicción por la c, g, s y z: cianí, garrafa, safaros, zarzahan; en medio por la c, g, j, ss, x y z: acémila, algeroz, aljarfa, syssa, mexuar, mezuar; en fin por la ç, s y z: arroç, arrós, arroz.

(Signo raro). Como inicial se traduce por la d: daifa; medial por la d y la t: aldea, atona; final por la d, I, s, t y z: abiados, arrabal, alefris, arriate, hamez.

(Como una b). En principio de dicción se halla transcrito por la ch, d, s, t, z: chanza, duliman, pasamaque, tarima, zarca; en medio por la d, s, t, z; adama, masmorra, ataifor, mazmorra; en fin por la d, r y z: alcarrada, amelgar, gorguz.

(Como b con puntito). Se tradujo, como inicial por la t: toldo; medial por la d, t, z: anadel, albatara, añazme; final por la s y z: hais, hafiz.

(Parecida a una j). Esta letra se convirtió en c, d, ss, t, z: muecin, almuedano, assaria, atequiperas; gazapo, mezereon.

(Como U con dos puntos dentro). Fue interpretado como inicial por d, y más generalmente por t: darro, tarifa; medial por la d, ch y t: alcandora, alfetchna, alfetena; final por la d, s y t: alfos, ataud, ataut. El *símbolo no se permuta por la c, como cree Dozy, pues la voz carcax, que cita en su abono, no viene de *árabe tarcax, sino de la lat. carchesium, gr. *griego.

(Símbolo). En comienzo de dicción fue traducida por d, t y z: danique, tupé, zara; en medio por la c, d, I, r, t y z: cacifo, adarme, alejija, berengena, alcotoma, alzeb; en fin por la c, ch, d, r, s, t, z: baldac, turbich, alcaide, amelgar, baldres, alcahuete, almueza.
Alguna vez el (símbolo) final con texdid se interpreta por dl: midl.

(Como U con tres puntitos dentro). Se le figura en principio y fin por t y z: tagara, zegrí, alhadet, frez; en medio por ç, d, n, s, t, z: açorda, aludel, alnafe, tasquiva, atabe, azumbre.

(Como U con puntito abajo). Son sus representantes en comienzo de dicción la b, m, p, v: bacari, marmita, pataca, valadí; en medio la b, f, m, p, v; albanega, alforfiâo, amarillo, rúpia, cavir: y en fin la I, n, p, v, z: chaval, alacran, jarope, retova, algeroz.

(Símbolo). Inicial fue vertido por la b, f, h, j, p: bagasa, fanega, hanega, josa, parasanga; medial por la b, f, h, p, v: algebna, cafiz (cahiz), ataharre, alpicoz, chavana; y en fin por la b, f y v: axarab, ajarafe, alavuo.

(Como una , coma grande). Resulta interpretado en principio de dicción por la b, g (gu), v: barga, gualá, visir; en medio por la b, g (ga, gu), h (hu), v: albacea, bagatela, alcaguete, alcahuete, caravana; en fin por la u: alfaxú.
Las sílabas gua, gu se encuentran representadas por o y u en aloquin y aluquete.

(Como una p con el círculo relleno). Representa a esta articulación en principio de palabra la b, m, n: baraça, mezquino, nuca; y en medio y fin la m y la n: almohada, cáncano, aljageme, haren.

(Como una U con puntito dentro, casi como O)
Se la tradujo como inicial por la n: naguela; medial por I, m, n, ñ (port. nh): galima, almohatre, alganame, calañes: final por la I, n, r: toronjil, firman, mudejar.
Como observan Engelmann y Dozy, la l representa en port. al (signo) inicial: laranja por naranja. En medio de dicción se sincopa: moeda por almoneda; y en fin se transforma en un sonido nasal expresado por la m; refem por rehen; o por el signo (como una virgulilla) puesto sobre la penúltima vocal en que termina el nombre: asafrâo por azafran.

(J con puntito encima). En principio de palabra aparece traducido por la d, l, ll, n, r: danta, lima, llaca, namexia, rajol; en medio porla d, I, n, ñ, r, s: cadozo, zalame, abonon, albañal, alferga,
escazari; en fin por la d, I, r, j, x, m, n, s, t; ald, alfil, alfiler, carcaj, carcax, alfim, carmin, seis, alfinete.
En port. la l entre dos vocales se sincopa: adail (ad-da-lil), maquia (maquila).

(Como una ,.). Como comienzo de voz se conserva: ribete, rabel. En medio fue interpretado por la I, n, r: quilate, alfangia, alfargia; en fin por la l, n, z: nocla, acion, candiz.

(Como una s o una serpiente). En principio de dicción se tradujo por la g, j, y, las dos primeras con el valor de la última: genizaro, jucefia, yatagan; en medio por la i, y: roia, azacaya; en fin por la g, j, II: bernegal, bodojen, serrallo. El (s) con texdid fue interpretado por la II: galls (1).

(1) Las transcripciones y cambios eufónicos que acabo de examinar, solo son aplicables a las palabras de origen oriental, escritas en caractéres arábigos. En cuanto al corto número de estirpe hebraica que figuran en este Glosario, me dispensa del trabajo de apuntar las transcripciones y mudanzas de las letras de su alfabeto, la consideración de haber venido
inmediatamente a nuestras hablas vulgares del latín eclesiástico y de que las contadas que no reconocen esta procedencia son términos de la fórmula del juramento que las leyes patrias exigían en la Edad Media a los judíos, o fruto de la extravagancia de alguno que otro poeta de la Corte del rey D. Juan II.


OBSERVACIONES GENERALES SOBRE LAS CONSONANTES.

Las letras solares, que después del art. ár. se duplican por el texdid, son generalmente representadas por la consonante simple. Lo propio sucede con la letra duplicada en
medio de dicción: aba de haffa, adufe de ad-duffe. A veces se conserva: annora, annafil, alloza alcolla.

Las letras d, l, n, r y s se intercalan a veces en medio de dicción: galdifa, almirante, arancel, alferce, odalisca. Las consonantes l, m, n, r, z se añaden al fin: adazal calaim, azacan, alamar , charquez.

Unas veces se suprime por la aféresis la letra inicial: Miramamolin por Amir amomenin (fenómeno que se observa también en los dialectos arábigos vulgares, cf. bu por abu; mir por amir); otras se sincopa la medial: aba por alba, almófar por almigfar, abiar por albihar; y otras,
finalmente, se apocopa: alamí por alamin, aladrea por alidrar, adel por ad-dellál.

Las combinaciones ml y mr intercalan una b eufónica: asembla, rambla, zambra; y la st se resuelve en c, ç y z: almáciga de almastaca, moçárabe y mozárabe de mostarab.

Delante del dhad se intercala en ocasiones una l eufónica: alcalde de alcadi, y alguna vez después una r: aldrava de aldaba. Esta regla no es aplicable, como creen Engelmann y Dozy, a aldea y aldaba, cuya l es, en mi humilde sentir, la del art. ár. que precede al nombre, o el primer o dal duplicado por el texdid, transformado en la líquida referida. Lo mismo ha de decirse del lam que antecede al dal de aldargama por ad-dargama, aldebaran de ad-debaran, aldiza de ad-diza, y al thá enfático de altabaque de at-tabaque. A balde no sería nunca aplicable la regla de
Dozy, porque es simple metátesis de bátil. Téngase al efecto en cuenta que las voces arábigas pasaron al español tal cual las pronunciaba la gente menuda y popular, ajena a los primores y atildamiento en la dicción de la erudita y letrada.

La l no se intercala cuando el (*ar) está precedido de ai o de r: alfaide de alfaid alarde de alard. Dozy señala como excepción el nombre propio Albelda de Al-baida.

Delante de la x en medio de dicción se intercala una i o n: eixaqueca, enxaqueca de ax-xaquica, eixalop, enxarop de ax-xarab. Cf. ensayo, enxiemplo, enxambre de los latinos
exagium, exemplum, examen, y v. Díez, Gramm., I, 268.
La consonante final del nombre mal percibida se encuentra a veces reemplazada arbitrariamente por otra distinta: alfenim, alfeñique de alfenid, anexim de anexir, fatexa de
jattéf. En cuanto a adalid, anexir, alacral y alacrán las creo transformaciones regulares eufónicas del dal el ba.

De la metátesis o transposición de las letras, fenómeno que se observa en los mismos vocablos arábigos (v. a Fr. P. de Alcalá, Vocabulista, y a Dombay, Grammática linguae
Mauro-arabicae, p. 7 a), no deja de haber ejemplos: cica por quisa, albahaca por alhabaca, adelfa por adefla, aunque esta última voz es forma vulgar arábigo-hispana, que se encuentra en el Diván de Aben Cuzmán.


II. VOCALES.

El fatha fue transformado en a, e, i, o: alhandal, aceviche, adijije, algeroz.

El ma prefijo, que sirve para formar los nombres de lugar, se convierte en mo, mu: almohalla, almuzara. Esta regla no es, sin embargo, constante, pues el ma se conserva muchas veces: almahalla, almadraba, almancebe.

La a larga se halla representada por la a, e, i (pronunciación corriente, aunque sin obedecer a una regla segura y cierta por razón de la iméla, entre los moros granadinos, como puede verse en Frai Pedro de Alcalá) y o: açaya, aceche, acige, almofrexe.

Al kesra se le figura por las cinco vocales: adarme, mezuar, miçuar, ojalá, tuna.

El mi prefijo de los nombres de instrumento o de vaso es ordinariamente en Fr. Pedro de Alcalá y en los vocablos españoles de origen árabe ma y mo: almalafa, almarada, almofrex, almohaza.

La i larga se conserva aunque con frecuencia se convierta en e: adalid, romia, abasí, aceituní, cianí, adefera, ajaquefa, alárabe, aloque.

El damma se traduce por la o, u, o se muda en a, e, i: bodoque, ulufa, rabazuz, adeza, místico.

La o larga se halla representada por i, o, ou, u: acicate, acion, azougue, abenuz.

Por eufonía se inserta una vocal entre dos articulaciones consecutivas, como lo hacían los moros granadinos (cf. en Fr. Pedro de Alcalá hajar por hachr, céjen por sichn, etc.): alcohol, aljafana.

Por el contrario se sincopan algunas veces las vocales breves: adarga.

III. DIPTONGOS.

Au se conserva o se contrae en i, o, ou, u: atauxia, almizate, ador, arousa, ru.

Ai se mantiene o se transforma en ei, e, i: daifa, aceite, adema, alahite de *ar aljaite.


IV. OBSERVACIONES SOBRE LAS FORMAS DE LAS PALABRAS.

A los sustantivos, que terminan en una consonante, se les añade generalmente una e, ue, a: jarabe, almatraque, alhóndiga.

La terminación del pl. femenino *ât se traduce a veces por a, i: alpargate, asequí.

Las palabras pierden su última sílaba cuando son largas: almáciga, tegual.

Muchas han pasado al español bajo la forma del plural: alhaquin, foluz, zaragüelles, calañes, etc.

Título de los principales Diccionarios citados.

Alcalá (Fr. Pedro de), Vocabulista arauigo en letra castellana. Granada, 1505.

Boethor, Dictionnaire Français-Arabe. París, 1864.

Covarrubias, Tesoro de la lengua Castellana. Madrid, 1611.

Cuveiro Piñol, Diccionario gallego. Barcelona, 1876.

Diccionari Mallorquí-Castellá (incompleto). Palma de Mallorca, 1878.

Diccionario de la lengua Castellana por la Real Academia Española. Madrid, ediciones de 1726 y 1884.

Dictionnaire Français-Berbère. París, 1844.

Ducange, Glossarium mediae et infimae latinitatis. París, 1840.

Escrig, Diccionario valenciano-castellano. Valencia, 1871.

Freytag, Lexicon Arabico-latínum. Hall, 1830-1835.

Gesenius, Lexicon Hebraicum et Chaldaicum. Leipsig, 1833. (Leipzig)

Kazimirski, Dictionnaire Arabe-Français. París, 1846.

Labernia, Diccionari de la llengua catalana. Barcelona, 1865.

Lane, Arabic-English Lexicon (hasta el -símbolo-). London, 1863.

Larramendi, Diccionario Trilingüe, castellano, bascuence y latín. San Sebastián, 1853.

Marcel, Dictionnaire Français-Arabe. París, 1869.

Moraes, Diccionario da lingua portugueza, 5.a ed. Lisboa, 1844.

Redhouse, Turquish Dictionary. London, 1880.

Santa Rosa de Viterbo (Fr. Joaquim de) Elucidario. Lisboa, 1798.

Schiaparelli, Vocabulista in Arabico (su autor Fr. Raimundo Martín). Firenze, 1871.

Vullers, Lexicon Persico - latínum Etymologicum. Bonn, 1855-1864.


A.

Aaça val., azaya cast. en Antonio de Nebrija (Dic.del romance al latín). Lanza. La palabra valenciana, según Engelmann, se deriva de açá, lanza, vara, cayado, pértiga, palo de cierta forma en Fr. Pedro de Alcalá, y asta, baculus en Raimundo Martín, o de açá, asta, baculus
pastoralis, que trae el lexicógrafo catalán en su Voc. lat. ár.
Ejemplos del vocablo *ár en el sentido de lanza se hallan en la Dajíra de Aben-Basám, en Aben-Aljatíb (cód. del Sr. Gayangos, folio 182 r.) y en Abdelwáhed (History of the Almohades, p. p. 182). V. Dozy, Recherches, II, Appendice, p. XII, nota 2.a de la 2.'a ed. y a Malo de Molina, Rodrigo el Campeador, Apéndice, p. 122, que reproduce el pasage de Aben-Basám. La forma *ar que, con ser antigua, es rechazada por los puristas, era de uso común entre la gente letrada y popular, según lo declaran el proverbio *ar "en su primera razia se rompió su lanza", y los Libros alfonsíes del saber de astronomía (edición de 1863, t. I, p. 25), donde se lee: "e dizen a la asta en aráuigo açat, açaya." V. Dozy, Supplément aux dictionnaires arabes.

En cuanto a la azaya morisca, tetum punicum de Nebrija viene de la forma *ar açáya.

Como el vocablo valenciano aaça solo se encuentra en significación de lanza en el Voc. de P. de Alcalá y en los historiadores españoles Aben Basám y Aben-Aljatíb, pues el empleado en dual por Abdelwáhed en el pasage apuntado pudiera traducirse por vara o palo, sin violentar el sentido, debo consignar, como remate de este artículo, a pesar de ser para mí indudable su origen arábigo, que Cristóbal de las Casas en su Voc. de las dos lenguas toscana y castellana trae azza por alabarda, cuya palabra azza, derivada a no dudar de hasta, se halla también en
Ducange y en el Voc. de la Crusca.

Aarif val. Lo mismo que alarife.

Aba. Medida pequeña de tierra que corresponde a dos alnas. Es término usado en Aragón (v. Ordenanzas de Huertas y Montes de Zaragoza, cap. 205), en Valencia, Cataluña e Islas Baleares. La Academia dio por probable etimología de Aba la arábiga Auvala (v. Dic. de la lengua cast., 1.a ed., in v. Aba). Pero ni este vocablo se encuentra en los diccionarios árabes con tal significación, ni, aún de hallarse, podría, por razón de su forma, haber dado origen
a Aba. Casiri propone dos etimologías, a saber: albáa y abá, decidiéndose por la última (v. su Dic, ms. de la Acad. de la Historia). Pero esta voz no significa alna, sino "cañas, cañaveral." La verdadera etimología es álba'a (aba, sincopado el lam del art. ár., cf. ana del lat. ulna, *gr), "passus" en R. Martín, "paso del que pasea, passada tendida" en P. de Alcalá, "orgya vulgo brassa; extensionis manus utriusque distantia" en Freytag, "braza, medida de longitud equivalente a dos brazos extendidos" en Kazimirski, Marcel, Bocthor y Catafago,
"braza, medida de longitud de seis pies" en el P. Lerchundi y Simonet (v. Voc. de la Crest. Aráb.- Española), que corresponde casi exactamente a la que da el Dic. de la Academia a las dos alnas del marco belga, de que se compone la Aba.
Demás de esta, la palabra Aba tiene en portugués y gallego la significación de falda, halda o cola de todo vestido talar, falda o extremidad de un monte. En este sentido derívase, a mi parecer, de háfa o haffa, extremidad de una cosa, borde, aba por la aféresis del h y la conversión de la f en b. Cf. algebna de alchefna.
Finalmente, el vocablo Aba, que se encuentra en el dic. Mall. como nombre de un tejido de lana que se fabrica en Oriente y como una especie de xamberga sin mangas, viene del árabe *ar o *ar aba, denominación de una estofa y de un vestido de lana o de pelo de camello, de listas anchas, blancas, pardas o negras, abierto por delante, sin cuello y con un rudimento de mangas para pasar los brazos. V. Dozy Dict. des vêtements, 292 y sig.
Alix, que comienza su Glos. por esta voz, dice que es especie de gabán corto, sin mangas, abierto por delante. Pero el P. Terreros, de quien debió tomar el vocablo el malogrado cuanto modesto e ilustre orientalista, lo define diciendo que es especie de vestido que usan los turcos en lugar de capa, debiendo haber añadido que el mismo nombre se da a la tela de que se hace, como puede verse en Redhouse (Turkish Dict. in v. *ar. La Academia no ha admitido en su Dic. esta voz exótica que se encuentra en el Viaje de Tierra Santa de Fr. Antonio del Castillo, capítulo 4, citado por Terreros. Tráela Pihan en su Glos.; más su omisión por Díez y los etimologistas de la lengua francesa prueba no hallarse incorporada en ella; y si yo le doy cabida en este trabajo, no lo hago por castellana, sino por mallorquina y además porque esta voz, en la Edad-Media, era de uso popular y común entre los moros andaluces, aunque solo con la significación de lodex, cubierta o manta de cama, según se lee en R. Martín; pero que debió de hacer los usos de capa, lo demuestra su sinonimia con quisa, alquicel, vocablo que el ilustre lexicógrafo catalán interpreta también por lodex, a la manera que la almalafa servía a las moriscas de sábana de cama (malafa serir), linteamen en el escritor citado, y de manto, como se declara en el siguiente pasage del razonamiento de Francisco Nuñez Muley al Presidente de la Real Chancillería de Granada: "Veamos la pobre mujer que no tiene con qué comprar saya, manto, sombrero y chapines y se pasa con unos zaragüelles y una alcandora de angeo teñido y una sábana ¿qué hará?" (V. Mármol, Reb. de los moriscos lib. II, cap. IX).

Ababa cast. Lo mismo que
Ababol cast. y val. abeból val., hababol en R. Martín, papola, papoula port., emalopa basc. y amapola, hamapola cast. Aunque estos vocablos proceden del latino papaver (V. Díez, Etymologisches Wörterbuch y a Donkin, Etymological Dictionary) sus actuales formas se derivan respectiva e inmediatamente de hababaura, que se registra en R. Martín por hababol, y de happapaura que se lee en P. de Alcalá. La etimología corresponde al clarísimo Covarrubias, el cual en el art. amapola dice que esta voz parece traer origen de papaver, añadiendo que Francisco Sánchez Brocense asegura ser nombre arábigo de happapaira. Finalmente, Cabrera (Dic. de etim. de la lengua cast.) deriva las voces ababa, ababol y amapola de papaver.
No se comprende como Dozy, versadísimo en Covarrubias y que debía conocer el Diccionario de D. Ramón Cabrera, pudo incurrir en el error de dar a la palabra amapola un origen arábigo, como lo hace en el art. hamapola de su Glos. Por fortuna, sacóle de su error el siguiente
pasage del Zád almosáfir de Aben-Alchazzár (cód. de la Bib. Esc. que cita Simonet a la p.151 de su Glos.): El anémone es la amapola, y rectificándose, añade: creo, en vista de esto, que los árabes españoles han formado esta palabra de la latina papaver haciéndola preceder de ha, acaso por la influencia del árabe *ar. Las tres p de Alcalá arguyen un origen latino, pero no es menos cierto que las formas españolas lo traen de la arábiga. (V. Suppl. 2.me liv., p. 242, 2.a col.)

ABACERÍA. El puesto o tienda pública donde se vende aceite, vinagre, bacalao, legumbres secas, etc. (Acad.). Alix deriva esta voz del persa abzar, pl. abazir que significa las legumbres aromáticas con que se condimenta la olla; pero su origen, a mi ver, es el vocablo lat. macella,
pl. de macellum, que se encuentra en Varrón, *gr, plaza, puesto, lugar en que se vendían los comestibles en varios parages con separación, y por sinécdoque las provisiones, vituallas o mantenimientos que se expenden en el mercado para el consumo cuotidiano. Per synecdochen est ipsa macelli annona, seu cibi qui in macello venduntur: (V. Forcelini, Lexicon in v. macellum). De macella, por la adición de una i a la II se hizo macellia, como de castella se hizo castillia (V. Yepes, Chron. Ord. S. Bened. I ap. Du Cange Glos. in v. mannería, y cf. castillia por castella en Aben Hayan ap. Aben Aljatib, intr. a la Ihata, cód. del Sr. Gayangos), y mediante la sustitución de la m por la b y de la l por la r bacería y con la prótesis abacería.

Abad, abbát, abbe cast. abát cat. val. mall., abadea basc. abbade port. Derívase esta voz del ablativo de Abbas-atis, y esta a su vez de la syr. abba, padre, anciano, vocablo que, como observa Gesenius (Lex. hebr. et chald.) se encuentra en todas las lenguas semíticas / Aita vasco: padre; ama: madre). A esto se debe que, entre otros, el Cardenal Saraiva (Glos. de vocab. port. derivados das linguas orientaes) y después Alix dieran el hebreo ab por etimología de las palabras españolas. Fue introducida del arameo en el lenguaje eclesiástico por S. Agustín y S. Gerónimo en el siglo IV (V. Brachet, Dict. Etym. de la langue française), siendo de notar que en un principio se dio este título de respeto a todos los monges (V. Scheler, Dict. d'etym. de la lang. fr.) / Después, a los monjes se les llama frater : hermano , pero también padre al cura /

Abada cast. y port. Según Buffón, en la India oriental, en Java, en Bengala y en Patane dáse este nombre al rinoceronte. Entendió la Academia en la primera edición de su Dic. que Abada era la hembra del rinoceronte, fundada acaso en la interpretación de uno de los versos de un soneto de Góngora, error en que incurrieron el P. Terreros y Domínguez (V. Castro, Dic. de la leng. cast.) "No se había visto este animal en Castilla - nos dice Huerta - hasta nuestros tiempos, en los cuales trajeron uno presentado al rey Felipe II: trajéronle de la Fabana o Habana, islas de los reinos de Portugal y así comunmente le llamaron Habada (V. Huerta, Trad. de Plinio, I, p. 387).
La voz abada, cuyo origen da Huerta por antojo, es corrupción de uahidi por transposición del alef síncopa del hi medial y conversión de la i final en a, auada o abada, palabra que trae Jacksón en significación de rinoceronte (V. Dozy, Suppl.)

Abalgar cast. y cat. Especie medicinal purgante. Es término antiguo que trae el servidor de Abulcasís, trat. 2, folio 26 (Dic. de la Acad., 1.a ed.). Esta voz se compone de las arábigas habb-algár, baya de laurel que con la significación de bacca se encuentra en R. Martín.

Abalorio cast. y val. abalori val. avelorio port. Pedazos de cuentas pequeñas de vidrio, de varias formas, colores y tamaños. Úsanse las grandes para adornar las popas de los barcos llamados sacalevas y chaitías, y las pequeñas para rosarios, collares, guarniciones de vestidos, pulseras, etc., etc.
Sin parar mientes en que el vocablo abalorio es el griego *gr como lo hizo notar Marina, tomándolo de Golio, el latino beryllus que menciona Plinio en su Hist. Nat. y el castellano beril que se halla en Nebrija, voz que P. de Alcalá traduce por bolara en su Vocabulista, y que
estas mismas procedencias asigna Freytag a la dicción arábiga traduciéndola por beryllus, citando el lugar de Plinio (XXXVII, 5) en que se encuentra, el etimólogo español y después de él Engelmann y Dozy atribuyeron a la castellana un origen arábigo, haciéndola venir de
alballor, billaur y bollara en R. Martín, cristallus, beril, cristal, piedra preciosa en P. de Alcalá.
Sentado el origen griego de abalorio, que reconoce al fin Dozy en su Suplemento, por más que su introducción en las lenguas y dialectos de nuestra península bajo su actual forma se deba a los árabes, pienso que la etimología de Marina, reproducida por los doctos orientalistas holandeses, puede ser sustituida por el adjetivo billaurí, cristalino, de cristal, que cuadra mejor con la significación y forma de las dicciones españolas, que la oriental propuesta por los etimologistas citados, con la cual no es dable explicar sin violencia sus terminaciones en i, io. Prefijado el art. ár. al con supresión del lam y contraído el diptongo au en o resulta el Abelori val., y, añadida la terminación o, las formas cast. y port.

Abanico port. Esta voz, que identifica Dozy con albanega y que tenemos en nuestra habla castellana bajo las formas abanillo, adorno de lienzo afollado de que se formaban los cuellos alechugados que se usaron en otro tiempo, y abanico, porción de gasa u otra tela blanca, de
una tercia de largo, con que las mujeres guarnecían en ondas el escote del jubón, según las definiciones de la Academia, no trae su origen del árabe sino de la palabra abanico, dim. de abano, fr. van, lat. vannus, cuya radical se encuentra en el sánscrito vá, flare, spirare, de vento (v. Wilson, Sanscr. Dict. y Bopp, Gloss. -Sanscr., Alois Vanicek Etym. Vörterbuch der Lateinischen Sprache, p. 149, y a Zehetmayr, Lex. etym. lat.-sanscr. comparativum, p. 281), nombre aplicado a aquella especie de cuello o gorguera por la semejanza de su figura. "Compunhase, léese en Sta. Rosa de Viterbo (Elucidario), de huma tira de garça, ou volante, da largura de huma mâo travessa, tomada em prega."

Abarráz, abarrazo, albarraz, avarráz, fabarráz, favarráz, habarras, havarraz cast., paparáz, paparráz port. De habb-ar-rás, lit. grano de la cabeza, denominada vulgarmente hierba piojera. Es la staphysagria, que nuestro Nebrija interpreta por uva silvestre y albarraz, staphys en Plinio, llamada también por los árabes zebíb-alchábal, uva de monte. V. Aben Albeitár, Traité
des simples, trad. Leclerc, t. I, p. 399 y II, p. 196. La etimología es de Rosal (Dic. ms. de la Bib.-Nac). Aunque, por pedirlo así el orden alfabético, antepongo abarráz, que se encuentra en Suárez (De la excelencia de los caballos, fol. 118), a las otras formas, debo hacer constar que, desde el siglo XV, la más en uso entre la gente popular es albarráz.

Abasis cast., mall, y port., abasí, ahassí mall. De ab-basí, nombre de una moneda corriente en el reinado de Chah Abbás, que valía cuatro chajis. V. Bergé, Dict. Pers,-Franç. Sousa, de quien es la etimología, dice que es moneda de plata que corre en el Asia, cuyo valor es de 80 reis, la cual tomó su nombre del califa Abbás, que la mandó acuñar. V. Vestigios da lingoa ar. em Portugal.

Abbarrada port. Vaso de barro para beber o de loza de la India en que se ponen flores. Sta. Rosa, Elucid. De albarráda "vaso para beber, jarro con dos asas" en P. de Alcalá.

Abdelari cast. y mall., abdelavi cast. Melón de Egipto. De abdelaví, nombre del melón en Siria. V. Bocthor.

Abdest mall. Ablución usada por los turcos. De ab-dest y "ablución." V. Redhouse, Turk. Dict.

Abducar cat. y mall. De ad-ducár o adz-adzucár, "cierta especie de seda de inferior calidad." Cf. aducar.

Abech, ant. mall. Manto real. Acaso proceda esta voz de abáya, forma sinónima de *ar o *ar "manto o capa" en Catafago, "manto con mangas cortas de tela rayada adornada de dibujos" en Bocthor (sobre este género de vestidura v. Dozy, Dict. des noms. des vétem., p. 297), o
mejor, como lo pide de suyo la ch final del voc. mall., de habíc, "bene texta vestis" en Freytag Tal vez el término mall. no sea más que el hebr. abbéged, por apócope abég, vestis en el Génesis y en el Libro 1.° de los Reyes, sinónimo de los griegos *gr, vocablo este último que vale habit, vêtement, manteau. V. Alex. Dict. Grec-Franç.

Abela, abelu. Llaman así en España al llanto que hacen los moros y los judíos cuando se les muere algún pariente. Guadix, Dic. ms. de la Bibl. Colombina, B. 4.a 450 11.
Una y otra voz vienen de la hebrea ébel, luctus (luto), plangor (plañir), llanto, gritos de dolor, con golpes en el pecho y rostro, especialmente por los muertos, nombre derivado del verbo ábal, moeruit (morir). V. Gesenius, Lexicon.

Abellota val. Lo mismo que bellota.

Abelmeluch poit. y mall. Especie de uvas. De habb-el-melúc, lit. grano o baya de los reyes, que traen Humbert, Marcel y Hélot en significación de cereza, y R. Martín bajo la forma habb-almolúc en el art. ceresa. Los habitantes del Magreb y de Andalucía dan este nombre a la cereza de Balbec, *ar. V. Aben Albeitár, Traité des simples, trad. de Leclerc, t. 1, p. 400.
Aben Loyón, en su Poema de agricultura, dice, hablando del origen de esta voz, que se llamó Abelmelúc (grano de príncipes), porque por su ternura se deshace dulcemente en la boca. En mall. la voz Abelmeluch no tiene la significación portuguesa de uva ni la arábiga de cereza, sino la de una especie de ricino con propiedades purgantes muy activas que se encuentra en los alrededores de la Meca. Con efecto, según el autor de La Descripción del Egipto, XII, 136, el Abelmeluch es el nombre de una pepita o semilla purgante. V. Dozy, Supl. in v. *ar.

Abelmosco cast., abelmósc port. Semilla de una planta que crece en Egipto y en las Antillas. Sus hojas son de color verde oscuro y afelpadas. Aseméjanse mucho a las del malvavisco, por lo cual los modernos botánicos le dan el nombre de malvavisco afelpado de las Indias (Hibiscus abelmoschus de L.). La semilla es del tamaño de la cabeza de un alfiler grueso. Su olor participa del almizcle y del ámbar, de donde se ha derivado su nombre. Castro, Dic.
Procede esta palabra de abb-elmósc, lit. grano de almizcle. La etimología se encuentra en Alix y Dozy, el cual observa que la voz abelmosco, que aún no figura en el Diccionario de la Academia, ha venido recientemente a nuestro idioma del francés abelmosch o mejor abelmosc.
Abelmutxe mall. Esta palabra, que el Diccionario Mallorquín trae como sinónima de abelmeluch, me parece trasposición de almexút (especie de planta llamada por los botánicos polypodium crenatum y acrostichum dichos), precedida de *ar habb, baya o grano.

Abencerrage. De Aben as-serrách, "el hijo del sillero (que hace o vende sillas de caballo), como se lee en H. de Baeza. V. Relaciones de algunos sucesos de los últimos tiempos del reino de Granada, p. 9.

Abenúz cast., abenos mall. De abenús o abenúz, voz tomada por los árabes del griego *gr madera negra, y árbol del ébano lat. ebenus, ebenum y hebenum. En opinión de Gesenius las formas griega y latinas tienen un origen semítico, y cita en comprobación un pasage de Ezequiel en que se encuentra aquella voz, ligna ebena, si bien añade que de la lengua griega con terminación helénica pasó al árabe y al persa. Esta etimología la traen Rosal, Casiri, Marina y Alix, que hace también mérito del plural hebreo.

Abercoch cat. Lo mismo que albarcoque.

Abesana cast. y port. abezana, besana, vesana cast., vessana cat. Según Marina, de albésana, la reja del arado. Pero como la abesana es el surco o surcos que hacen las yuntas en la tierra con el arado y el lugar y tiempo de esta labor, y no el instrumento con que se ejecuta carece de fundamento la etimología. La voz abesana en estos sentidos viene del vocablo de la baja latinidad VERSANA, terra proscissa, ager de novo ad cultum redactus, ager proscissus et nondum satus, tempus, quo agri proscinduntur, derivado del verbo latino verso, volver, revolver, menear, mover de una parte a otra. Simonet. V. Ducange Glos. y cf. el port. vessar.

Abhal, abhel cast. De abhel, sabina, yerba conocida en P. de Alcalá. Es el *gr de los griegos. V. Aben Albeitár (Traité des simples, trad, de Leclerc, t. I, p. 13) que lo identifica también con la sabina. Según Aben Alchazzár el abhel es en aljamia el enebro; pero que incurrió en error lo demuestran los escritores citados y con ellos Dioscórides. (V. Diosc. ilustrado por Laguna, lib. I, p. 62).

ABIADOS. En tierra de Acevedo es abiad, blanco y denota blancos en plural. Guadix (Dic. ms. de la Bibl. Colomb.) La voz abiad, de donde se deriva la castellana, es un sing. masc. cuyo pl. es abid, como puede verse en R. Martín y en P. de Alcalá. La terminación del nombre abiados denota un pl. cast. formado de un sing. árabe.

Abiar, abihar, albihar. Según Tamariz (Compend. de algunos vocabl. aráb. introducidos en la leng. cast.) son flores blancas y amarillas aliás narcisos. La Academia en la última edición de su Diccionario define el albihar: flor blanca, semejante a la del narciso o manzanilla loca. En sentir, pues, de la ilustre Corporación, el abiar, abihar o albihar ni es el narciso ni la manzanilla loca, sino una planta distinta con flores semejantes. En la primera edición de su Diccionario entendió la Academia que el albihar era la yerba conocida en Castilla por ojo de buey o
manzanilla loca, añadiendo que acaso las flores del narciso se llamaron albihares por ser semejantes a las de aquella planta. Prescindiendo Dozy de Tamariz y de Covarrubias, que reproduce en su Tesoro la definición del lexicógrafo granadino, saneada por la grave autoridad de Alonso del Castillo, se limita en el artículo albihar de su Glosario a reproducir, con exclusiva aplicación a la planta ojo de buey o manzanilla loca, la etimología que apuntó la Academia en la primera edición de su Diccionario, tomada, a lo que pienso, del Dr. Laguna que trae behar como correspondencia arábiga de buphthalmos.
Pero que la denominación arábiga del buphthalmos se aplicó por los moros andaluces al narciso, lo declara Almacari en varios pasages de sus Analectas. En la p. 198 del tom. II, se lee: "El narciso es el albihar entre los andaluces y es llamado alabahar". Con idéntica significación se encuentra la voz albihar en las poesías que trae aquel historiador a las páginas 199 y 368. Finalmente; en la 465 nos dice: el albihar es el narciso. Según Abu Hanifa y otros
autores, los árabes orientales ciaban al narciso el nombre de bahar que menciona Almacari al final del primer pasage transcrito. V. Aben Albeitár, Traité des simpl. Vol. II, p. 435, trad. Leclerc. En Marruecos el vocablo albihar tiene, como entre nosotros, la doble acepción de ojo de buey y de narciso, el narcissus tagetta de L. Véase Lerchundi y Simonet, Voc. de su Crestomatia in v.

ABISMALES. Clavos de hierro de lanza.- Tamariz (Compendio de algunos vocablos arábigos introducidos en la lengua castellana). A mi parecer el vocablo abismales, plural del nombre abismal, cuya forma sing. no se halla en nuestros Diccionarios, no es otra cosa que el arábigo
almusmár, clavus en R. Martín, clavo de hierro en P. de Alcalá, almismár en Marcel, Kazimirski y Bocthor, mediante la supresión del lam del art. y conversión del min en b y del ra de la terminación en l.

Abit, habit mall. Carbonat de plom o blanquét. Término antiguo de química derivado del adj. ár. abit, albus, sin otra alteración que la conversión ordinaria de la d enfática final de dicción en t, como de alcaid (alcaide) se hizo en este dialecto alcait.

Abitaque, término de carpintería, metátesis de las dos primeras articulaciones de tábac, cábrio, pieza de madera que sirve para la cubierta de una casa, la viga donde cargan los pares del tejado de una casa (V. Dozy, Supplement, in v. precedido del artículo al con supresión del lam. Del nombre árabe alterado y mudado el fatha, en kesra, se produjo abitaque. "Si las paredes son hechas de compañía entre dos omes, o por testigos, o por alguna manera, o por otro pleyto qualquier que sea, o si touiere vigas, o abitaques, y touiere las vigas de ambas las partes, o los abitaques; todo esto es señal que la pared es de ambas las partes; en otra manera, la tal pared, es del que sobre ella tiene cargo, y el alarife assí lo debe juzgar." Ord. de Sevilla, Tit. de los Alarifes, Cap. XXX, página 145.

Abiva. Lo mismo que adiva.

Abnue. Chacal o lobo cerval. De ebn ague, "hilax, animal ex cane et vulpe genitum" en Freylag. Gayangos. "Luego recudieron el lobo e el abnue et dijeron." Calila e Dymna, Prosistas anteriores al siglo XV, ed. de Rivadeneira, p. 30, col. I.

Abonon. Lo mismo que albañal.
Legusar ferie en sos pechos con ambos sus tucones
Salie del sangre cuemo de abonones.
Lib. de Alex., c. 994, Colec. De Poes. Cast. ant. al sigl. XV.

Abumelih. Un abumelih de oro. Testamento mozárabe de Toledo. Simonet. No dicen los dic. que he consultado, ni aún el de trages de Dozy, qué suerte de dije o arracada era el abumelih. Pero en el Supplément de este sabio orientalista registro la palabra abumelíh en significación de alondra, y es coincidencia peregrina que en las escrituras otorgadas después de la conquista de Granada y en los Embargos de bienes de moriscos de este reino en que se hace relación de sus alhajas y ajuares, se encuentre repetidamente un adorno de mujer llamado Omalhacen, nombre árabe del ruiseñor. En la carta de dote y arras que otorgó Luis Abenzaide, herrador, en favor de Isabel Mercaleza, su mujer, hija de Luis Mercalez, que tiene la fecha de 27 de Enero de 1553 (Arch. de la Alhambra) se lee: un collar de aljófar con cinco lisonjas de oro y un frontal de aljófar que dicen Omalhacen. Esto demuestra, en mi sentir, que entonces, como ahora, usaban las mujeres pequeños dijes de oro y plata con esmaltes, y con aljófar o pedrería por adorno de sus tocados, que afectaban la forma de pájaros.
Acacalis cast., port. y mall. Arbusto medicinal de Egipto.
"El acacalis es fruto de una mata de Egipto en algo semejante al que nace del tamarisco. De aquesta planta tenemos solamente el nombre en la Europa: y su fruto nunca jamás viene por estas partes: dado que algunos muestran por él la simiente de la Thuya Pliniana." Diosc. ilust. por Lag. Lib. I, p. 73.
El acacalis es el athel, que se encuentra en ár. bajo la forma acâcalís, del gr*. V. Aben Albeitár, Traité des simpl., trad. Leclerc, I, p. 25.

ACADUZ. Minsheu, Oudin, Diccionarios. Lo mismo que alcadus y arcaduz.

Acafelar port. Tapar huma porta, fresta, janella ou outra quolquer abertura do muro, ou parede com pedra e cal. Sta. Rosa, Elucidario.
Léese en la Crónica de Damián de Goes, Part. II, Capítulo XVIII, al hablar de la toma de Cafim: "mandou tapar as Bombardeiras antes que os Mouros viessem com pedra e barro, e acafelar de maneira que parecía tudo parede igual." Sin parar mientes Frai Joaquín de Sta. Rosa que en el pasage trascrito se habla de diferentes operaciones, como lo declara la partícula conjuntiva e, interpretó el verbo acafelar por tapar huma porta, fresta, janella ou outra qualquer abertura do muro ou parede com pedra e cal, en cuyo error, y por la misma inadvertencia,
incurrieron Moraes y Sousa. Lo que el Cronista dijo fue, que después de tapar las cañoneras con piedra y barro, se acafelaron, o, lo que es lo mismo, se empegaron o revistieron con pez o betún en términos que quedó toda la pared igual. Este verbo viene del nombre cáfar que se
registra en Freytag, aunque no lo haya encontrado Dozy, y significa: pix qua picantur naves, o sea la pez con que se empegan o embadurnan las naves, o más bien de cáfar, perixma, betún, espalde (el *gr). betún judaico en P. de Alcalá, bitumen iudaicum, cafar alyehúd en Freytag. La raíz de este nombre se encuentra en el verbo hebreo cúfer, que entre sus varios significados tiene el de oblevit aliqua re, ut pice, picavit, como, hablando del arca de Noé, se lee en el Gen. Vi, 14: y la embetunarás por dentro y por defuera con betún. (calafate).

ACAIAZ, acayad, alcaiaz, alcayad, alcayat. Lo mismo que Alcaide.
Un Moro latinado bien gelo entendió:
Non tienen poridad dixolo Abengalvon.
Acaiaz, curiate destos, ca eres mio Señor:
Tu muerte oí conseiar los Infantes de Carrión.
Poema del Cid, v. 2675. Sánchez, Colec. de Poes. Cast. ant. al siglo XV.

ACARNAR cast. Estrella de primera magnitud en el extremo central de la constelación de Eridano, de ajar-an-nahr. Alix.

ACEA gall. Lo mismo que aceña.

ACEAR cast. Según los Dic. de Stevens, Giral del Pino, Terreros y Castro, ceremonia religiosa de los moros, de salá y con el art. ár asalá o azalá, la oración. Terreros trae accear.

ACEBACHE cast., gall, y port. Lo mismo que azabache.

ACÉBAR. Lo mismo que acíbar.
Le darás tres pildoras del acébar cecotrí fechas por esta guisa. Lib. de Montería del Príncipe D. Juan Manuel. Bibl. Ven. lII, p. 223.

ACEBIBE, acebiu cast., passa, uva passada, uvas passas en P. de Alcalá, ciruela llamada aragonesa de la cual se hacía pasa. La primera de estas palabras viene del nombre
de unidad acebibe y la segunda del colectivo acebib. No es de extrañar que en Aragón se dé este nombre a la ciruela pasa, porque, según Aben Albeithar (Traité des simpl. vol. II, p. 195, trad. Leclerc), con excepción del dátil, la voz acebib se aplicaba a todos los frutos secos. El mismo origen tienen, aunque su significado sea el de golosina, las voces port. acepipe y acipipe.

ACEBUCHE, azebuche cast., acebúig val., azambujo, zambugeiro, zambujo, port. Las voces castellanas y portuguesas, a ser de origen arábigo, vendrían del nombre de unidad
az-zembucha que se encuentra en P. de Alcalá y en R. Martín, así como la valenciana del colectivo az-zenbuch que se halla en Aben Loyon, en Aben Buclarix y en Aben Alchazzár. Considerando acaso Dozy que el vocablo acebuche no se encuentra en el árabe oriental sino una sola vez, según nos dice Freytag (Léx. II, p. 257), lo deriva del berberisco tsazambucht sin reparar en que esta dicción nunca pudo producir las formas arábigas ni las españolas. Con mejor acuerdo, mi docto amigo el Dr. Simonet le hace venir del adj. lat. acerbus, por el sabor amargo del fruto y la aspereza de su madera.
Abona su opinión el hecho de encontrarse en el Idrisi (Geografía, p. 206 del texto ár. y 254 de la trad, francesa) el vocablo az-zembuchár, acebuchár o acebuchál, como nombre de un lugar entre Sevilla y Córdoba. Acaso el Acebuchar, aldea situada en los confines de la diócesis de Jaen. En los autores españoles de la Edad-Media es también frecuente este vocablo en sentido de bosque o terreno poblado de acebuches. Léese en el Libro de Montería del Rey D. Alonso, cap. XXXI (Bibl. Venatoria, t. II, p. 296): "El acebuchar, que es entre Alcántara et Estorninos, es buen monte de puerco en invierno et en verano." Y no desvirtúa ciertamente el origen asignado por aquél distinguido orientalista a nuestro vocablo acebuche la circunstancia de hallarse en el diccionario arábigo oriental del Camus la voz az-zabach en el sentido de olivo, *ar, porque el autor de dicha obra floreció a fines del siglo XIV y comienzos del XV y, a no dudar, debió tomarla de autores nacidos en nuestra península. En efecto, dos escritores españoles. Aben Albeitar y Aben Loyon traen aquel vocablo, no en la acepción de olivo, sino en la de acebuchina o fruto del olivo silvestre (nota: arbequina) o acebuche, como se lee en una nota marginal del Poema sobre agricultura de este último, fol. 14 v.: *ar. A mi parecer este nombre azabach dado al fruto del acebuche, formado acaso del árabe persa azabache, mediante la interposición de un *ar entre la primera y la segunda radical, para significar el color negro de la aceituna silvestre, no tiene relación alguna con la voz *ar o *ar.
La transcripción del adj. sustantivado acerbus por las formas arábigas *ar, en las que la r fue sustituida por el *ar duplicado por el texdid o por el *ar, y la s por el *ar denota el sonido de aquel vocablo en los labios de los hispano-latinos a la sazón de la conquista musulmana.
La palabra acebuche se usó en lo antiguo por los árabes como nombre de cierta especie de dardo, sin duda por construirse de su madera. Por P. de Alcalá sabemos que este mismo nombre daban los moros granadinos a las sacaliñas o garrochas *ar.
En el tratado militar de Hozail (ms. de la Bibl. Esc., n.° 1347, part. II, cap. 18), citado por Freytag y Alix, se habla de la bondad de la madera del acebuche para hacer arcos.

ACECALAR cast. ant. Lo mismo que acicalar.
"El traía muy buena loriga e brafoneras e pespunte cubierto de muy rico paño de seda e las coberteras otrosí; e capellina de fierro traía muy buena e muy bien acecalada." Gran conquista de Ultramar, lib. II, cap. XLII.

Aceche, azige en Nebrija y P. de Alcalá, acije, azache cast., mall. acel., port. azeche, de az-zách atramentum en R. Martín, tinta, caparrosa, vitriolo, ácido sulfúrico, cuyo vocablo arábigo se convirtió por la iméla en az-zich o azig, como lo trascribe P. de Alcalá. V. Aben Albeitar, trad. Leclerc, t. II, p. 193. La etimología es de Rosal y Alix.

ACECHIA, a. Lo mismo que acequia. Minsheu, Dic.

ACEDARAC, acedaraque cast., asedarac port. (Melia azedarach), de acedarajt. Casiri y Alix. Según Aben Albeitar, esta palabra debe escribirse regularmente azád-dirajt conforme a la etimología persa. En efecto, la palabra azád en persa quiere decir libre y la voz dirajt árbol. Es uno de los vegetales en el que se ha querido ver el persea de los antiguos. (V. Aben Albeitar, trad. Leclerc y Aben Alawan, Lib. de Agricultura, I, 512).
Según la leyenda, se le dio el nombre de árbol libre, porque Mechnún, el célebre amante de Léila, salvó uno de esta especie del hacha de un jardinero por la semejanza que encontró entre él y el talle de su enamorada.

ACEFA cast., aceifa cast., gall, y port., ceifa port. y gall. Estas palabras, que no se encuentran en el Glosario de Ducange, se hallan bajo sus primitivas formas acepha, aceipha, azeipha y zepha en nuestros antiguos cronicones con la significación de ejército. Hablando de D. Ramiro II, dice Sampiro: "Deinde post duos menses AZEIPHAM, id est EXERCITUS, ad ripam Turmi ire disposuit et Civitates desertas ibidem populavit." (Cronicón, ap. Flores, España Sagrada, t. XIV, p. 453). Y en el Silense, refiriendo las victorias alcanzadas contra la morisma por Alfonso III, se lee: "illa quidem alia ACEIPHA Cordubensis Valdeniora venit fugiendo. Rege vero persequente omnes ibidem gladio interempti sunt." Y más adelante, al narrar las campañas de Ordoño II, escribe: Deinde alia AZEIPHA venit ad locum quem vocitant Mitonia et inter se conflitantes ac proelium moventes corruerunt ese ambabus partibus. Ex hinc in anno tertio, tertia venit AZEIPHA al locum quem dicunt Alois. (Chronicón, ap. Berganza, Ant. de Esp. Part. 2a.
Apéndice, p. 534 y 535).
En cuanto a zepha y azepha aparecen respectivamente en la inscripción empotrada en el muro del claustro del monasterio de Cardeña, en conmemoración de los doscientos monges martirizados por el titulado rey Zepha, y en las Memorias antiguas que están después del Chronicón de Cardeña en que se refiere el mismo suceso: "Era DCCC.LXXIX vino el rey Azepha en Castilla." (Ap. Berganza, op. cit., part. I, p. 134 y 135). Trascripción de estas formas arcaicas son acefa, que se encuentra en el Diccionario de Castro, y aceifa que registran el de la Academia y el del dialecto gallego en acepción de hueste, ejército.
Acaso pudieran traerse las formas acepha, acefa y zepha de az-zeff, acies, ordo en R. Martín; pero yo creo que el vocablo acies, sinónimo, a no dudar, de ordo, en el art. del lexicógrafo catalán, no debe tomarse por ejército, sino por la acies instructa de Cesar, es decir: por el
ejército dispuesto en orden de batalla por el haz de batalla que da por significación P. de Alcalá a la dicción arábiga. (fascis, falange, feix en chapurriau)
El origen de todas las voces que encabezan este art. no se ha de buscar, pues, en az-zeff, sino en az-zeifa, az-zaifa y por reducción del diptongo ai en e az-zefa (hebreo *hbr exercitus), que en nuestro romance castellano suena, no solo la escursión primaveral o veraniega de los árabes a país enemigo, sino también, según Lane, el ejército que la ejecuta, sea de mar o de tierra, como lo declara el siguiente pasage de Cansino (Grandezas de Constantinopla): "Después llegaron la gente de guerra del mar que van en la armada real que llaman azafes. V. Castro, Dic. in v. azafe. Las palabras el rey Zepha de la inscripción del monasterio de Cardeña y el rey Azepha de las Memorias, no son, en mi sentir, más que la traducción de las palabras arábigas amir, sultan, melic o guali az-zepha, o sea, el general, el jefe superior del ejército, el príncipe o rey que lo mandaba. (zepha : cefa : el cabeza, como en cefalea, encéfalo).
El mismo origen tienen las palabras portuguesas aceifa y ceifa carnicería, proscripción, porque la arábiga az-zeifa no denota simplemente la escursión militar, sino la racia que tiene por objeto extragar, asolar, saquear al país enemigo, aventar a sus habitantes o pasarlos al filo de la espada, como se deduce de la definición a warring and plundering expedition in the *ar que nos da Lane de aquella dicción.
Además de esta, las voces aceifa y ceifa port. y gall, denotan cosecha, mies, tiempo de la recolección, y en este sentido vienen, como se lee en Engelmann, de az-zeifa, estas por aestas en R. Martín, cosecha, mies en P. de Alcalá, o de az-zeifa que se encuentra en el Cartás
en significación de verano, recolección o cosecha. V. Dozy, Supl.

Aceite cast., port. azeite, de az-zeit. Guadix. Ap. Covarrubias, Tesoro.

Aceituna cast., basc., azeitona port., de az-zeituna, oliva pro fructu et arbore en R. Martín, oliua o azeytuna, zeytuna en P. de Alcalá, de donde Engelmann copió la forma: "Ogaño no hay aceitunas ni se halla una gota de vinagre en todo este pueblo." Quijote, 2.a part., cap. LII.

Continúa en otro blog aparte.