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5-2. De la venida del cónsul Catón, y sus guerras en Cataluña.

Capítulo 2.

De la venida del cónsul Catón, y sus guerras en Cataluña.

Dicha es sin duda de Cataluña, que cuando se han de referir sus proezas, se aplaudan con el silencio, pues no hay quien hable de lo sucedido, desde la salida de Cataluña, de Termo, hasta la venida del cónsul Catón, y sin duda fueron relevantes las victorias, pues los romanos las callaron, y sino dígalo la razón: no puede negarse el arte, y destreza romana, y que cualquier menos inteligente pone remedio donde se halla el daño; los romanos enviaron su ejército, y cónsul a Cataluña, en ella tuvo los encuentros, y guerra como veremos; luego en ella era mayor la oposición, y mayor el mal que venían a remediar: esto supuesto prosigamos.

Año 193 antes de la venida de nuestro Señor, viendo la romana república el mal estado, y debilidad de sus fuerzas en Cataluña, resolvió engrandecer a la Citerior España con nombre de Provincia consular, resolviendo viniese su cónsul a ella, y que residiese en la Tarragonès Provincia para alentar el partido romano, y oponerse a los disgustados pueblos.

Elegido Marco Porcio Catón cónsul, vino luego a Cataluña con armada numerosa de (vaxeles) bajeles, y galeras, y diez y siete mil y quinientos soldados, desembarcó en Portvendres, o en Rosas, y hay quien diga en Ampurias.

Se dirigió al asedio de Rosas, y aún se hallan señas de edificios derruidos en el lugar, que se llama Roma, o Puig de Roma, que de allí debían tener bloqueada la plaza: dio sus avances el romano, y pasados varios lances, salieron de la plaza los catalanes, y entraron a ocuparla los romanos.

De Rosas pasó a Ampurias Catón, y los griegos, y marselleses que ocupaban la parte marítima de la ciudad le recibieron con demostración cariñosa, oponiéndose los catalanes, o naturales que vivían en la parte de Alba no queriendo admitir dentro de su ciudad, o cuarteles, tales huéspedes. Con el favor de los griegos, que tenían la mayor, y mejor parte de la ciudad puso asedio a la parte de los celtas (N. E. que eran cortos, muy cortitos), que se difirió largo tiempo, en el cual, para reducirles, mandó a los mercaderes romanos, que se apartasen de los tratos de aquel país. Taló los campos, quemó los lugares, y parte de los poblados se retiraron, y parte que debían ser los más por ser de pueblos abiertos, se reconciliaron con los romanos, (1) adelantándose con esto el asedio de Ampurias con lentos progresos.

Hallándose sobre Ampurias Catón, vinieron embajadores de Belestagenes reyezuelo en la comarca de los Ilergetes, y su propio hijo pidiendo asistencias contra aquellos pueblos que le derruían sus lugares por amigo de los romanos: se excusó Catón en su debilidad, y en las fuerzas de los enemigos; y continuando sus quejas los embajadores, y con mayor viveza el hijo del rey, les aseguró el cónsul que enviaría parte de su ejército, que no cumplió llamado de mayor empeño. (2)

No acudió Catón a los embajadores, por acudir a su punto, y al crédito de su república, porque sabiendo que estaba vecino el ejército de nuestros celtas, para oponérseles mandó desembarcar los soldados que había mandado embarcar para favorecer al despojado reyezuelo: juntó su ejército, se apartó de Ampurias, eligió venir a las manos con los Ilergetes celtas. Previno antes a su ejército con elegante oración, ponderando el valor de los enemigos, la oposición de la Provincia, el crédito romano, que no había otras fuerzas, y que de ellos pendía la conservación de su dominio en España; y para que no juzgasen el remedio en la retirada, les aseguró, que había mandado volver todos los bajeles a Italia, para que de sus manos, y valor fiasen el honor, y vida que entrambos se perdían, debiendo esperarlos de la victoria.

Alentado el ejército, aseguró con su sangre volver el crédito, y gloria al nombre romano cumpliéndolo en la militar palestra, pues intrépidos acometieron a nuestros celtas, que valientes aguardaban; y peleando por la apreciada libertad de la Patria, invictos rechazaron a los romanos, en varios avances, que con intrépido, y porfiado tesón prosiguieron con mucha sangre, y multitud de muertos de entrambos ejércitos; y hubieran conseguido entera victoria a no quitársela (supuesta la voluntad divina) el valor de Catón, que solícito acudía a los suyos, y siempre tenía nueva gente descansada, para favorecer la parte oprimida. Se dilató esta pelea, desde la noche del primer día que la comenzaron hasta la del siguiente, que se retiraron conformes los ejércitos a sus estancias. 

Viendo los romanos el valor de nuestros celtas, intentaron con arte lo que no podían conseguir con la fuerza de sus valientes brazos, y así pasada media noche hallándose los celtas en sus líneas, mandó saliesen tres legiones de sus soldados, se pusieron delante de la plaza de armas de los enemigos esperando la mañana para que fuesen vistos, habiendo él a la noche ocupado un lugar hondo a la otra parte del ejército: viendo a las legiones los celtas, salieron fuertes para derrotarlas, y luego ejecutaron el ardid los romanos dando a comprender que huían, para que los catalanes se apartasen de su plaza de armas; pero no entendieron estos el ardid romano, pues sin orden siguieron a los que a su parecer huían: salió entonces Catón con su ejército, y circuyéndoles (rodeándolos) en el desorden, solicitaron el orden de su milicia que con daño, y trabajo le consiguieron en parte, y haciendo cara a los romanos, magnánimos les obligaron a retirar, habiéndoles rompido (roto) el cuerno derecho de su ordenanza.

Catón, viendo la vileza de sus soldados, con amor, y con baldones les volvió al conflicto, y con nueva gente renovó la batalla, que ya mejoraba por los romanos en la parte izquierda con nuevo socorro: fatigados los celtas se retiraron a su Real, al cual acometió Catón en multiplicados avances; pero siempre rechazado con notable pérdida.

Diligente el cónsul acudió con nuevo socorro a los suyos, y advertido del lugar menos defendido que era la puerta, o entrada de las líneas, embistió con todo su poder, rompió las guardas, entraron dentro los romanos, y peleando siempre constantes los celtas valerosos, circuidos de los enemigos, y mezclados unos con otros, fue cruel el estrago, y quedaron los romanos señores del campo, después de tan obstinado tesón: refiriendo Catón estas batallas al Senado romano, escribió que habían muerto muchos de los enemigos; pero Livio con jactancia romana quiso contarles no estando en el campo, siendo así que esto no es fácil aun a los que asisten en los lances.

Ponderable es el estilo romano en referir sus hechos, olvidándose de los nuestros, indicio que fueron mayores que la historia, supuesto que en tan valiente, y numeroso ejército no hallaron persona que mereciese nombre singular; y con razón, pues todos fueron dignos de mayor nombre, y de mejor fortuna, y por eso, y por no dilatar la española gloria lo excusan. 

Sabiéndose en Ampurias la victoria de Catón, rindieron su parte de la ciudad los catalanes: comprendidos todos los pueblos Indicetes, convinieron con universal consuelo con el romano cónsul por el buen trato, y condiciones favorables, con que fueron admitidos. Pobló a Ampurias de ciudadanos romanos, que formaron otra parte de ciudad dividida con sus muros, quedando ennoblecida Ampurias ciudad de tres pueblos: (3) se comprueba con las tres medallas, y otras tres que refiere el Arzobispo Don Antonio Agustín, y explica Pujades, que allá lo podrá ver el curioso, y referiré sus letras, que son las que se siguen.

EM n (será π : pi) OPIT (u invertida) N.

EM (otro símbolo parecido a la p) OPIT (u invertida) N.

C. L. NICOM. F. FL.

al revés

EMPORI. DD.

EMPORIN, O EMPORON.

En la una parte EMPORI, en la otra C. C. Q.

Q. G. N. C. C. R. L. C. E.

Y todas significan que Ampurias batió aquella moneda en acuerdo de Quinto Gneo.