LIBRO PRIMERO (de la biblioteca histórica filología castellana )
DEL ORIGEN Y FORMACIÓN DE LA LENGUA CASTELLANA
1540.
1. Diálogo de la lengua por Juan de Valdés. Dos
códices se conocen de esta preciosa obra. Uno se halla en la
Biblioteca Nacional de Madrid: lleva la signatura X-236; consta
de 96 hojas útiles; es copia de otras copias, y además le
faltan dos hojas, la 79 y la 83. El otro lo guarda el Museo Británico de Londres, y es la copia que mandó sacar Mayans para publicarla en
los Orígenes de la lengua española.
Se han hecho las
impresiones siguientes:
I. Diálogo de las lenguas Marcio,
Valdés, Coriolano, Torres.
Publicado por D. Gregorio Mayans y Siscar en el tomo II de sus Orígenes de la lengua española: Madrid.
1737, en 12:, págs. 1-178 del tomo II.
Mayans en el tomo I
de dicha obra, páginas 179 y 180, escribe lo siguiente:
La
Copia de este Diálogo que me ha servido de original, en su
impresión, es la misma que tuvo el más diligente i más curioso de
quantos Historiadores ha tenido España hasta el día de hoi,
Gerónimo Zurita; de la qual copia hizo mención el Dotor Juan
Francisco Andrés de Ustarroz en los Progresos de la Historia del
Reino de Aragón, que añadió i publicó el Dotor Diego Josef Dormer, Arcediano de Sobrarve, en el cap. IV, donde se trata de Los
Vestigios de la Librería Manuscrita de Gerónimo Zurita, núm. 27,
cuyas palabras son estas:
Diálogo de las Lenguas. Es obra mui
curiosa y digna de la estampa por ofrecerse en ella muchas Reglas
para hablar con perfección la Lengua Española. Escriviose en tiempo
del Emperador Carlos V, i guarda este Manuscrito el Conde de San Clemente.
Después fué a parar en la Librería de un Librero de
Zaragoza con otros Libros manuscritos mui preciosos, los quales
compró el Bibliothecario Mayor del Rei nuestro Señor en el mes de
Marzo de este presente Año 1736. En este manuscrito faltaba una
hoja, que con ninguna diligencia he podido suplir; porque aunque de
paso vi en la Real Librería de San Lorenzo una copia deste Diálogo,
provablemente es un traslado de ésta, como lo indica el carácter de
la letra mucho más moderno i el faltarle lo mismo, y además de esso
la primera hoja. Acudí a los Índices, i en ellos no pude rastrear
indicio alguno del nombre del Autor.
Según se ve, d.
Gregorio se valió del ms. de la Biblioteca Nacional, al que no le
faltaba entonces más que la hoja 83.
2. Diálogo de la
lengua (tenido ázia
el A. 1533) i publicado por primera vez el año de 1737. Ahora
reimpreso conforme al MS. de la Biblioteca Nazional, único que el
Editor conoze. Por Apéndice va una carta de A. Valdés. ... Madrid:
Año de 1860. Imprenta de J. Martín Alegría. Paseo del Obelisco,
número 2 (Chamberí). 8.°, LIII, 205, 71 págs.
Forma parte
de la Colección de reformistas españoles de D. Luis Usoz y Río,
quien ilustró el Diálogo con una introducción y 1.084 notas sobre
variantes relativas a la edición de Mayans principalmente.
Esta edición de Usoz es correctísima. Cuando
la hizo, ya le faltaba al ms. de la Biblioteca Nacional, además de
la hoja 83, la 79.
Pone como interlocutores a Martio, Valdes,
Coriolano, Pacheco, Torres, aunque considera a estos dos últimos
como uno mismo.
3. Diálogo de la lengua escrito por Juan de
Valdés hacia el año 1533 en Nápoles (reimpreso, Madrid 1860)
Marcio, Valdés, Coriolano, Pacheco.
Es una reimpresión de
las 16 primeras páginas de la edición de Usoz. La hizo el año 1865
en Halle (Druck der Waisenhaus-Buchdruckerei) el profesor de
lenguas romances de la Universidad de Estrasburgo, Eduardo Boehmer,
para enseñar a leer el castellano a sus discípulos. Consta de 8
páginas a dos columnas; cuatro de aquéllas contienen observaciones
gramaticales.
4. Diálogo de las lenguas.
En la
edición de los Orígenes de Mayans hecha por la Sociedad La Amistad
Librera,
con un prólogo escrito por D. Juan Eugenio Hartzenbusch
y notas por D. Eduardo de Mier
(Imprenta de Rivadeneyra), año
1873, se pone el Diálogo de Valdés al comienzo (págs. 1-148), sin
mencionar para nada la correcta edición de Usoz.
El Diálogo
de la lengua, como se colige de las indicaciones bibliográficas que
preceden, permaneció desconocido e inédito por espacio de dos
siglos, y el nombre de su verdadero autor no ha sonado hasta el
presente, Al generoso valentino, D. Gregorio Mayans, corresponde la
honra de haberlo publicado, si bien como anónimo, según el único
manuscrito conocido que, procedente de la librería del cronista Zurita, existía en la Biblioteca Real, donde todavía está, según
queda dicho, en el fondo de manuscritos; y al erudito D. Diego Clemencín el haber afirmado, en su Comentario al Quijote, que la
obra era de Juan de Valdés, pues si bien D. Casiano Pellicer dijo
que la escribió un Valdés, asienta que es Alonso, en su Tratado
histórico sobre el origen y progresos de la come
ii y del histrionismo en España,
impreso el año 1804. Hoy no cabe vacilación de ninguna especie
sobre cuál es el verdadero autor de esta obra, después de los
eruditísimos trabajos de los Sres. Don Pedro José Pidal, D.
Luis Usoz y Río, Benjamín B. Wiffen, Edward Boehmer, D. Fermín Caballero y D. Marcelino Menéndez y Pelayo, quienes con documentos y
citas históricas o con razones filológicas han dilucidado este
punto de una manera incontestable.
Pero Mayans, si mereció
bien de las letras por la publicación que llevó a cabo, mereció al
par censura por la edición incorrecta y mendaz que hizo de él,
autorizándola con su nombre aquél que había dado feliz y brillante
término a empresas que exigían mayor empeño.
I. Artículo
del Sr. Pidal, intitulado De Juan de Valdés, y de si es el autor del
Diálogo de las lenguas, en la Revista hispano-americana, periódico
quincenal, publicado bajo la dirección de D. J. J. de Mora y de D.
P. de Madrazo, Tomo I, Madrid, imprenta a cargo de M. Rivadeneyra,
1848. Págs, 18-30.
Usoz, en el prólogo de su edición del
Diálogo de la lengua y en los de los tomos IV, IX, X, XI, XV, XVI
y XVII de sus Reformistas antiguos españoles.
Life and writings of Juan de Valdés, otherwise
Valdesio, Spanish Reformer in the sixteenth century ... London.
Bernard Quaritch, 1865.
Cenni biographici sui fratelli
Giovanni e Alfonso di Valdesso. 1861 (por Boehmer).
Biblioteca Wiffeniana. Spanish Reformers of two
centuries from 1520... By Edward Boehmer... First vol... 1874.
Printed in Francke´s Orphanhouse, Halle o/s (págs. 64-130). El
segundo vol. fué impreso el año 1883 en la misma ciudad y oficina.
Ambos en 4.°
Conquenses ilustres por D. Fermín Caballero.
Tomo IV. Alonso y Juan de Valdés. Madrid. Oficina tipográfica
del Hospicio, 1875. Págs. 245-263.
Historia de los
heterodoxos españoles, por el Doctor D. Marcelino Menéndez y
Pelayo... Tomo II. (Colofón:) Acabóse de imprimir en Madrid por F.Maroto e hijos, X Diciembre de MDCCCLXXX. 4.° cap. IV, págs.
149-207.
Ya el título de Diálogo de las lenguas que
puso es inconveniente, supuesto
que en él no se trata más que de la castellana; y las frecuentes
alteraciones que se ven, y las palabras mal leídas, equivocadas o
modernizadas a su antojo, como hablista
en vez de hablistan
o hablador, ausencia por absencia,
principalmente en ésta
por especialmente á ésta,
empañan la veracidad del original. Por lo cual no es explicable cómo
recientemente, en el año de 1873, una persona de reconocida
ilustración, el Sr. D. Eduardo de Mier, y un escritor ilustre, así
en el arte de Lope y Calderón, como en todo género de estudios
filológicos y literarios, el Sr. D. Juan Eugenio Hartzenbusch, hayan
autorizado con sus firmas una reimpresión a la letra del Diálogo
publicado por Mayans, desde el título inclusive, sin que en el
prólogo del segundo de dichos señores, ni en las notas del primero,
se haga mención alguna del manuscrito de Zurita, de la copia que
sacó d. Gregorio, y que está hoy con muchos de sus papeles, en
el Museo Británico, ni de la correctísima edición hecha el año de
1860 por Usoz, quien prestó a las letras castellanas, aunque sus
designios fueron de propaganda herética, un señalado servicio con
tan preciosa, correcta e ilustrada edición del Diálogo
de la lengua, que es en ella su título
acertadísimo.
Erró, no obstante, Usoz al decir que esta
obra fué compuesta hacia el año 1533; yerro que repitieron Wiffen y
Boehmer, pues dado que en ella se habla de los cuatro libros del
Cortesano, compuesto en italiano por el Conde Baltasar de Castellón,
y agora nuevamente traducido en lengua castellana, y se hace
referencia de Garcilaso como de persona viva al decirse: Huélgome
que os satisfaga; pero más quisiera satisfacer a Garcilaso de la
Vega, con otros dos caballeros de la Corte del Emperador, que yo
conozco; ni pudo ser escrito el Diálogo hasta el Abril de 1534, en
que se publicó la traducción de Boscán, ni después de Octubre de
1536, en que murió en Niza aquel gran poeta, por la herida que
recibió en el heroico asalto de la fortaleza de Frejus. Los atinados
razonamientos de D. Fermín Caballero y de los Sres. Fabié y
Menéndez Pelayo (I) apoyan y autorizan esta afirmación. Pero no
debemos callar aquí que el Rdo. P. Miguel Mir, en su Discurso de
recepción en la Academia Española, dice que el Diálogo de la
Lengua fué escrito por los años de 1540, fecha que se funda, al
decir de tan insigne maestro (aunque no lo consigna en dicho
Discurso), en ciertas referencias que se hacen sobre los sucesos
políticos de aquel tiempo, tan menudamente conocidos por el sabio
jesuita, merced al estudio y publicación que, juntamente con otros
religiosos de la Compañía, ha llevado a cabo de las Cartas de San
Ignacio. Podrá objetarse la fecha de la muerte de Garcilaso; pero
¿no podría ser por ventura esa referencia ficción del diálogo o
deseo de consagrar el autor un recuerdo a su ilustre amigo?
I: Caballero y Menéndez Pelayo, en los libros
citados, y D. Antonio María Fabié en el prólogo de su edición
de Los cuatro libros del Cortesano, compuestos en italiano por el
Conde Baltasar Castellón, y traducidos en su lengua por Boscán:
Madrid. M. Rivadeneyra, 1873. Es el tercer volumen de los Libros de
antaño: 8.°, LXIX-581 págs.
2: Menéndez y Pelayo,
Hist. de los heterod. t. II, pág. 173.
Nació el Diálogo de la lengua de reales y
verdaderas conversaciones tenidas por Valdés con amigos suyos,
españoles e italianos, en su quinta de la ribera de Chiaja, en donde
todos los domingos reuníanse durante la mañana a leer la Biblia o a
discurrir sobre puntos de religión, consagrando la tarde, después
de comer, a departir sobre asuntos literarios o de amena erudición.
Allí se tuvo, pues, el coloquio que en esta preciosa obra castellana
se contiene; y sólo así, a la vista de aquel golfo en donde
descuellan por un lado Capri y Bayas, y por otro Ischia y Prócida,
como blancas gaviotas meciéndose sobre la azulada superficie de
aquel poético mar; en donde los mil aromas del campo,
siempre
florido, embriagan los sentidos, y en donde aquel cielo con su
incomparable hermosura y sus vivísimos tonos sonríe al alma, puede
concebirse que se compusiera un libro que, teniendo por asunto el
árido estudio de la Gramática y de otras cuestiones filológicas,
resultase tan ameno, tan interesante y tan simpático, aun para
aquéllos que no sientan inclinaciones a tales enseñanzas.
Bien
es verdad que era el autor, como dice muy bien un ilustre académico
(2), un hombre de mundo y de corte, y no un filólogo paciente, pues
entonces no había otra filología que la que nace del buen gusto
individual y del estudio y comparación de las lenguas clásicas, las
cuales poseía a maravilla
nuestro autor.
Cuatro son los
interlocutores del Diálogo: Marcio, que no es Marco Antonio Flaminio, ilustre poeta de ímola; ni Marcio Martirano, editor de las
obras póstumas del Obispo Coriolano, sino Marco Antonio Magno,
apoderado de la Duquesa de Trajetto, a quien dedicó la versión
italiana que
cuatro años más tarde hizo del Alfabeto Cristiano
de Valdés; Coriolano, compatriota del anterior, no debe ser
confundido con el Obispo de San Marcos de Calabria, ilustre
grecizante: tal interlocutor es, a no dudarlo, Coriolano Martirano,
Secretario del Virrey D. Pedro de Toledo; un soldado español,
que
primeramente se llama Pacheco y luego Torres por corrección del
autor, no puede ser en modo alguno Bartolomé de Torres Naharro, como
llegó a suponer D. Adolfo de Castro, por haberse publicado en
Nápoles, año 1517, su Propaladia, supuesto que el dramático
extremeño ni era militar ni poco latino, como aparece en el Diálogo,
en donde, para mayor prueba de lo que decimos, se
habla del
estilo que usó Torres Naharro en la citada obra. Completa, por
último, el número de los interlocutores el mismo Juan de Valdés,
de quien los demás solicitan su opinión y consejo.
Reunidos
después que hubieron comido los cuatro amigos en la poética quinta
del último, dice Marcio, siendo a la vez intérprete de los demás,
a Valdés: Pues los mozos son idos a comer, i nos han dejado solos;
antes que venga alguno que nos estorbe, tornemos a hablar en lo que
comencé a deciros esta mañana... Bien os debéis acordar como
al tiempo, que, agora dos años, partistes desta tierra para Roma,
nos prometistes a todos tres, que conservariades y entreterniades
nuestra amistad. como habéis hecho con vuestras cartas. Agora sabed
que después de vos ido, nosotros nos concertamos desta manera: que
cualquiera de nosotros que recibiera carta vuestra, la comunicase con
los otros; y esto habemos hecho siempre así: y habemos tomado en
ello mucho pasatiempo; porque con la lición refrescábamos en
nuestros ánimos la memoria del amigo ausente, y con los chistes y
donaires de que continuamente vuestras cartas venían adornadas,
teníamos de reír y con que holgar, y notando con atención los
primores y delicadeza que guardábades y usábades en vuestro
escribir castellano, teníamos sobre que hablar y contender, porque
el Sr. Pacheco como hombre nacido y criado en España, presumiendo
saber la lengua tan bien como otro, y yo como curioso della, deseando
saberla así bien escribir como la sé hablar, y el Sr. Coriolano,
como buen cortesano, queriendo del todo entenderla (porque, como
veis, ya en Italia asi entre damas como entre caballeros, se tiene
por gentileza y galanía saber hablar castellano), siempre hallábamos
algo que notar en vuestras cartas, así en lo que pertenecía a la
ortografía, como a los vocablos, como al estilo: y acontecía que
como llegábamos a topar algunas cosas, que no habíamos visto usar a
otros,
a los cuales teníamos por tan bien hablados, y bien
entendidos en la lengua castellana, cuanto a vos muchas veces,
veníamos a contender reciamente: cuando sobre unas cosas, y cuando
sobre otras, porque cada uno de nosotros, o quería ser maestro, o no
quería ser discípulo. Agora que os tenemos
aquí, a donde nos
podéis dar razón de lo que pues así habemos notado en vuestra
manera de escribir, espedimos por merced. nos satisfagáis buenamente
en lo que os demandaremos...
Trata de excusarse Valdés con
gentiles y amables palabras, diciendo que por haber aprendido la
lengua castellana, no en libros, sino por el uso común de hablar,
juzga fuera de propósito que le quieran demandar cuenta de lo que
está fuera de toda cuenta, y que además es perder el tiempo hablar
en una cosa tan baja e plebeya como es punticos y primorcicos de
lengua vulgar y en otras niñerías de la lengua.
Un
donairoso discreteo sigue manteniendo la conversación en sus
comienzos, en los que también se hace resaltar la excelencia de la
lengua castellana, hasta que, vencido el ánimo de Valdés, promete
éste contestar a cuanto le pregunten sus amigos. Pónense éstos de
acuerdo y convienen en preguntarle:
En la primera parte, lo que
sabe del origen o principio que han tenido, así la lengua
castellana como las otras lenguas que hoy se hablan en España.
En la segunda, lo que pertenece a la Gramática. En la tercera, lo
que le habemos notado en el escribir unas letras más que otras. En
la cuarta, la causa que lo mueve a poner o quitar, en algunos
vocablos, una sílaba. En la quinta, le pediremos nos diga por qué
no usa de muchos vocablos que usan otros. En la sexta, le rogaremos
nos avise de los primores que guarda cuanto al estilo. En la séptima,
le demandaremos su parecer acerca de los libros que están escritos
en castellano. Al último, haremos que nos diga su opinión sobre
cuál lengua tiene por más uniforme a la latina, la castellana o la
toscana. De manera que lo
primero será del origen de la lengua.
Lo segundo de la Gramática. Lo tercero de las letras a donde entra
la ortografía. Lo cuarto de las sílabas. Lo quinto de los vocablos.
Lo sexto del estilo. Lo séptimo de los libros. Lo último de la
conformidad de las lenguas.
No es de nuestro propósito
exponer y juzgar aquí cada una de estas partes del Diálogo de la
lengua. De algunas hablaremos en el correspondiente lugar de esta
obra. De otras, y de los principios que en ellas se mantienen,
hablaríamos de buen grado; pero sólo mencionaremos aquel pasaje en
que se recomienda la sencillez y claridad del estilo, cuando con las
menos palabras se dice lo que se piensa y de tal suerte que no se
puede quitar ninguna sin ofender a la sentencia o al encarecimiento o
a la elegancia, sustentando así una admirable teoría, condensada en
un solo pensamiento; y aquel otro en que, con singular donosura y
aguda crítica, presenta Valdés las autoridades de la lengua, o sean
los libros en que debe ejercitarse el que quiera aprenderla, entre
cuyos autores descuellan los poetas del Cancionero, Garci Sánchez de Badajoz, el Bachiller La Torre, Guevara, el Marqués de Astorga y,
sobre todos, Jorge Manrique, Juan de Mena, Juan del Encina con su
Farsa de Plácida y de Vitoriano,
que compuso en Roma; los traductores Fr. Alberto de Aguayo y el
Arcediano del Alcor, Alfonso Fernández; Diego de San Pedro y los
textos de los romances viejos y de la Celestina, que es el libro
castellano donde la lengua está más natural, propia y elegante.
La lengua primitiva de España, según este autor, más que
la vizcaína, era así griega en su mayor y principal parte, como
después fué latina, lo cual apoya Valdés en dos razones: una, en
que los historiadores dicen que los que más platicaron en España
fueron los griegos, así con armas como con contrataciones; otra, en
que los vocablos castellanos que no son latinos ni arábigos, son
griegos. Ejemplos: apeldar,
por huir; cadira,
por silla (cátedra); fantasía, por presunción; gazafatón,
por cosa mal dicha; malatia,
por enfermedad; zillero,
por el lugar donde ponen la harina; y las voces de uso corriente:
azomar, artesa, abrasar, barrio, brasa, cañada, cara, carátula,
chimenea, glotón, masa, mes, mozo, tragar, tragón, tramar, truhán,
pinjiado. zelemín, zisne.
La lengua latina (escribe el
ilustre conquense), desterró en España a la griega, y fué la que
se habló con los residuos que de ésta quedaron, hasta la venida de
los Godos, los cuales no hicieron desaparecer el latín, sino que le
corrompieron más con nuevas exóticas palabras.
Esta lengua latina,
así mezclada y corrompida, duró por toda España, según el autor,
hasta el año 719 (sic), en que vinieron los moros, cuyo idioma
empezó a hablarse, excepto en Asturias, Vizcaya, Lepuzca y algunos
lugares fuertes de Aragón y Cataluña que no pudieron ser
sojuzgados.
Hasta la conquista de Granada, dice Valdés, no
pudieron tanto conservar los españoles la pureza de su lengua, que
no se mezclase con ella mucho de la arábiga; y de los vocablos que
dejaron, añade, el uso hacía tener por mejores que los latinos
algunos de ellos, diciéndose alhombra,
mejor que tapete; alcreuite (alcrebite),
que piedra zufre;
azeite,
que olio.
Muchas voces nuestras que empiezan por un al,
que los moros tienen por artículo, afirma Valdés que rotundamente
pueden considerarse como árabes, de la misma manera que las que
principian por az, col, cha, chi, cho, chu, gua, ha, xa, za, y hasta
por en, h, x o y; y cita las siguientes:
Almaizar, Almirés,
Almohada, Alhombra, Almohaza, Alhareme, Azaguán, Azair, Azagaya,
colcha, colgajo, cohecho, chapín, chinela, choza, chueca, haxa,
haragán, harón, Guadalherza, Guadalquivir, guadamecil,
Guadarrama, xaquima, xerga, zaherir, zaquizamí, zafio, enhelgado,
enhaziado, endechas.
Pero con todos estos embarazos, i con
todas estas mezclas, todavía la lengua latina es el principal
fundamento de la castellana, de tal manera que si se afirmara que el
origen de la lengua castellana es la latina, se diría la verdad, y
todo lo que dicho queda sería excusado.
Alguna voz ha
añadido el hebreo a nuestro idioma, dice Valdés, como Abad, (N. E. Ver Abun de Bashmayo en arameo) de donde viene Abadesa, Abadía y Abadengo; saco por costal o talega,
que también lo ha tomado el castellano de la lengua santa, como casi
todas las otras lenguas que han sucedido a ésta.
Los
vocablos que tienen f en latín llevan h en castellano: fava, haba.
En muchas partes de Castilla la s latina se convierte ea x:
sastre, xastre; y la c latina en y: faciunt, hazen. (facen en castellano anterior)
Si
Antonio de Nebrija, dice bien un escritor ilustre, no hubiera escrito
antes su Gramática, Ortografía y Vocabulario, habría de concederse
a Juan de Valdés el título de fundador de la filología castellana;
pues él fué el primero que se ocupó en los orígenes de nuestra
habla; el primero que la escribió con tanto amor y aliño como una
lengua clásica; el que intentó fijar los cánones de la etimología
y del uso, poner reparo a la anarquía ortográfica, aquilatar los
primores de construcción y buscarlos en la lengua viva del pueblo,
sin desdeñar los refranes que dicen las viejas tras el fuego y que
había recogido el Marqués de Santillana (I).
I: Menéndez y
Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, tomo II, pág. 169.
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