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Miguel Hernández

Si existe un poeta del siglo XX en el que vida y obra se hermanan sin impostura, éste es Miguel Hernández. Su afición a la lectura, su gusto por los clásicos y la poesía transformaron su contacto con la naturaleza en una fuente inagotable de inspiración, que alimentó sus versos.

La evolución de su obra se divide en cuatro etapas: tras sus primeras composiciones gongorianas y puristas (Perito en lunas), avanza hacia la poesía impura de Neruda y los poetas del 27, para dar expresión al amor y a la crisis vital que lo acompaña (El rayo que no cesa).


A comienzos de la guerra civil, su esperanza en la lucha desplaza su poesía hacia el lenguaje llano de la canción popular y la lírica tradicional (Viento del pueblo y El hombre acecha). Pero sus anhelos fracasan y el cansancio asoma en versos que alcanzan su expresión más madura e íntima, espantado por el espectáculo bélico, herido por la muerte de su hijo y la forzada lejanía de la amada (Cancionero y romancero de ausencias). El poeta y novelista José Luis Ferris ha preparado esta antología, de la que afirma: «Pocas obras presentan una coherencia tan sólida, tan rica de pasión y de talento, tan unida a un origen y a un destino.»



EL HABLA MURCIANO-ORIOLANA DE MIGUEL HERNÁNDEZ


FRANCISCO GÓMEZ ORTÍN



Vocabulario del noroeste murciano


http://www.regmurcia.com/docs/murgetana/N123/N123_007.pdf


Resumen:


Este estudio filológico aborda el vocabulario de Miguel Hernández. Hasta ahora, solamente se ha publicado un léxicon parcial, limitado a la producción poética de Miguel Hernández. La importancia del presente artículo radica en ser la primera investigación sobre el idiolecto del poeta, es decir, su personal lenguaje. El propósito del autor es descubrir la lengua hablada de Miguel Hernández y examinar completamente su dialecto murciano nativo a través de las palabras que utilizó el poeta oriolano. Un punto interesante digno de mención es el manejo total que 
el autor hace de las cartas de Miguel Hernández a su mujer Josefina. Este trabajo lingüístico va dividido en varias secciones, cuyas principales materias son:

1) el sufijo murciano -ico;

2) el habla valenciana;
3) léxico dual murciano-castellano;
4) vocabulario dialectal hernandiano;
5) léxico malsonante,
6) análisis de fallos gramaticales de Miguel Hernández.

Palabras clave:

Vocabulario de Miguel Hernández , Poesía de Miguel Hernández , Idiolecto de Miguel Hernández , Habla de Miguel Hernández , Dialecto murciano , Correspondencia de Miguel Hernández a Josefina , Sufijo -ico , Habla valenciana , Léxico murciano-castellano ,Vocabulario dialectal hernandiano , Léxico malsonante , Yerros de Miguel Hernández


El habla individual de Miguel Hernández podría llamarse murciano-oriolana
o viceversa, oriolano-murciana; tanto monta, monta tanto, si prescindimos del seseo típico de Orihuela. Precisamente, el máximo investigador del dialecto murciano y su cimero lexicógrafo sigue siendo el oriolano Justo García Soriano, al que todos los lingüistas murcianos debemos perenne agradecimiento.

¿Cómo hablaba realmente Miguel Hernández?


No me refiero al timbre o tesitura de su voz. Al parecer apenas queda algo de sus grabaciones en Madrid. Me figuro que su voz no debió ser delgada, sino recia o membruda, como él llama al agua y a la luz. Tal vez tuvo un vozarrón para electrizar a las masas en mítines y arengas. No me preocupa indagar eso, sino el léxico y expresiones, que utilizaba en la intimidad, o sea, en el entorno familiar o en su círculo de amigos. Hasta ahora nadie, que sepamos, ha encarado el tema que yo me propongo abordar, o sea, el habla coloquial, espontánea o informal de Miguel Hernández, o dicho con terminología lingüística, el idiolecto de nuestro poeta. A nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que la lengua de Miguel Hernández fuera la gongorina de Perito en lunas, repleta de artificiosas metáforas, ni tampoco la culta de El Rayo que no cesa, ni la fulgurante de El Silbo vulnerado ni la madura

del Viento del pueblo.

Vayamos a la teoría sobre la adquisición del habla. Según los psicolingüistas, 
generalmente el lenguaje se asimila y consolida con carácter casi definitivo antes de los 20 años. A este tenor, la lengua de Miguel Hernández ya estaba bien formada hacia 1930, cuando escribe sus primeras composiciones poéticas. Lo que no empece para que su léxico fuera enriqueciéndose a través de sus febriles y apresuradas
lecturas, y mediante el trato con gente culta, sobre todo en Madrid. Dejemos a un lado su lenguaje poético, tan rico en neologismos, como bien ha señalado Marcela López en su magnífico Vocabulario de la poesía de Miguel Hernández. Se distinguen perfectamente varios niveles de lengua en Miguel Hernández: el popular oriolano, con rasgos rústicos; el culto o español común, y el literario, entreverado de audaces neologismos.

Importa ahora saber cuál fue el habla real espontánea de Miguel Hernández.

Sin duda alguna, el geolecto o habla dialectal de Miguel Hernández fue el español murciano, teñido de la modalidad peculiar del seseo oriolano. Su idiolecto o realización personal de la norma regional murciana no podemos saberlo, pero podemos deducirlo o conjeturarlo, a partir de las muestras que nos ha dejado en su urgente y temprano quehacer literario. Obviamente los rasgos de su lengua coloquial podemos rastrearlos no tanto en sus libros de poesía más elaborada, sino en la prosa, en sus piezas teatrales y preferentemente en las cartas, puesto que en este género lo normal es escribir sin afectación, con la mayor naturalidad posible. Descartando las epístolas a personajes famosos, sobre todo, literatos, la correspondencia de Miguel Hernández a familiares, especialmente a su novia y esposa Josefina, es una fuente
abundante donde se refleja el habla cotidiana del escritor oriolano. Es una suerte el contar con estas misivas a parientes, que demuestran bien a las claras cómo hablaba Miguel Hernández en su oralidad espontánea más pura.

La nota dialectal más persistente de los murcianos de la diáspora es la permanencia de la aspiración de toda –s– implosiva o final. Se ha visto, por ejemplo, en 
el murciano Campmany, que pese a su larga vida en Madrid, nunca perdió esa peculiaridad característica, propia de las hablas meridionales, según testimonio fehaciente de su amigo Alfonso Ussía. El granadino G. Salvador contaba que, cuando llegaba a su pueblo Cúllar-Baza, tenía que pronunciar relajadamente las eses finales, para no sentirse extraño a sus paisanos.

Es curioso detectar cómo ciertos especialistas hernandianos, al señalar intertextualidades en la poesía primeriza de Miguel Hernández, quieren soslayar o desdeñan la influencia de V. Medina, que para mí es clarísima, tanto por lo menos como la de Gabriel y Galán, que la suelen reseñar. La preterición del poeta archenero por parte de algunos críticos obedece a su desconocimiento del dialecto murciano. Se ignora absolutamente una seña común de identidad del habla dialectal murciano-oriolana, cual es el uso general del diminutivo -ico, que no es sólo una característica del estilo de V. Medina, sino un rasgo lingüístico patente de las hablas murcianas. A veces, se desbarra alegremente al tratar de analizar el léxico murciano.


Así, Marcela López en su VP o Sánchez Vidal, cuando intentan explicar el para ellos 
desconocido murcianismo alhábega. Es sintomático lo que cuenta Balcells (Sujetado Rayo, 46) de una velada poética tenida en Orihuela el 28-2-1934, en la que intervino Miguel Hernández, recitando un poema de V. Medina, en fecha ya bastante tardía. La querencia de Miguel Hernández hacia V. Medina es manifiesta,
sin que se vea desapego o menosprecio, sino al contrario, puro afecto, pues lo escoge libremente y lo declama en primer lugar, antes que los de Alberti, J. R. JiménezAmado Nervo y Rubén Darío, con olvido total de Gabriel y Galán.

2. BIBLIOGRAFÍA HERNANDIANA , FUENTES


Miguel HERNÁNDEZ : Obra Completa. Introducción de Agustín Sánchez Vidal. 2 v.

Madrid, Espasa Libros, 2010. I. Poesía / Prosas. II. Teatro / Correspondencia.
Colec. Espasa Clásicos. (= OC 1, OC 2).
Miguel HERNÁNDEZ: Obra escogida. Poesía – Teatro. Prólogo de Arturo del Hoyo.
Madrid, Aguilar, 1952. (= OE).
Miguel HERNÁNDEZ: Obras Completas. 2ª ed. Editorial Losada, Buenos Aires, 1973.
(=OC).
Miguel HERNÁNDEZ : Obra poética completa. Introducción, estudios y notas:
Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia. Madrid, ZERO, 1976. (= OPZ).
Miguel HERNÁNDEZ: Obra poética completa. Introducción, estudios y notas de
Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia. Madrid, Alianza Editorial, 1988. (= OP)
Miguel HERNÁNDEZ: Cartas a Josefina. Introducción de Concha Zardoya. Madrid,
Alianza Editorial, 1988. (=CJ)
Miguel HERNÁNDEZ: Antología Poética. Edición de Agustín Sánchez Vidal.
Barcelona, Edit. Vicens Vives, 2007 (1ª 1993). (=AP).
Miguel HERNÁNDEZ: Antología comentada (II. Teatro, Epistolario, Prosa). Edición
de Jesucristo Riquelme. Madrid., Ediciones de la Torre, 2002. (= AC).
Josefina MANRESA: Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández, Josefina Manresa.
Madrid, Ediciones La Torre, 1980. (= RJ)

ESTUDIOS

José María BALCELLS: Sujetado Rayo. Estudios sobre Miguel Hernández. Madrid,

Devenir, 2009, (= SRa).
Juan CANO BALLESTA: La imagen de Miguel Hernández. Madrid, Ediciones La
Torre, 2009. (= I Miguel Hernández).
Francisco Javier DÍEZ DE REVENGA – Mariano DE PACO: Estudios sobre Miguel
Hernández. Murcia, Universidad, 1992. (= E Miguel Hernández).
Marcela LÓPEZ HERNÁNDEZ: Vocabulario de la obra poética de Miguel Hernández.
Universidad de Extremadura, 1992. (= VP).

OBRAS COMPLEMENTARIAS


Real ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la Lengua Española. 22ª ed. Madrid,

Espasa, 2001. (= DRAE). Se cita esta edición, que es la última.
Real ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de Autoridades. (6 v. Madrid, 1726-1739).
Ed. facs. Madrid, Gredos, 1964. (= DAut).
José María BALLESTEROS: Oriolanas (Cuadros y costumbres de mi tierra). Alicante
1930. (= JMBa)
Delfín CARBONELL BASSET: Gran Diccionario de Argot, El Soez. Barcelona,
Larousse, 2000.
Justo GARCÍA SORIANO: Vocabulario del Dialecto Murciano. Madrid, R. Academia
Española, 1932. (= VDMu).
Francisco GÓMEZ ORTÍN: Vocabulario del Noroeste Murciano. Murcia, Edit.
Regional, 1991. (= VNOMu).

María Antonia GUIL VEGARA: Olivera (novela). Orihuela, Raiguero de Bonanza,

2007 (= GV).
José GUILLÉN GARCÍA: El Habla de Orihuela. Estudio preliminar de Mercedes Abad
Merino. Orihuela, Caja Rural Central, 1999 (1ª ed. 1974). (=HOr).
Luis MARTÍNEZ RUFETE: El Habla de la Comarca del Bajo Segura. Almoradí,
Ayuntamiento, 2006. (= HBS)
José María RIVES GILABERT: Diccionario Costumbrista Callosino y de la Vega Baja.
Callosa de Segura, Ayuntamiento, 2007. (= DCa).
Diego RUIZ MARÍN: Vocabulario de las Hablas Murcianas. Murcia, Consejería de
Presidencia, 2000. (= VHMu)
Alberto SEVILLA: Vocabulario Murciano. 1ª ed. Murcia 1919. 1990 (2ª ed.) (=
VMur/1, VMur/2).

3. EL SUFIJO MURCIANO EN -ICO


Si hay alguna característica idiomática que distinga señeramente al habla y 
dialecto murcianos entre los múltiples geolectos hispánicos, yo apuntaría sin vacilar al uso frecuente del sufijo -ico, de manera espontánea e irreprimible. Su valor apreciativo principal, después del afectivo, sería el irónico y el burlesco. A su vez, el sufijo -ito, que el murciano considera un tanto finoli, se emplea también en tono
humorístico, como se percibe en estos lugares de Miguel Hernández: “Me dio una gran risa coger el sobre, digo, el sobrecito, que parece un confeti” (OC 2, CJosefina, mayo 1936, 1589); “me alegra tanto leer una carta tuya llena de alegría, sin lagrimitas, sin llantitos de niña, que va a ser prontito” (OC 2, CJosefina, 25-1-1937, 1646). “En Valencia se ha reunido lo peorcito de cada parte” (OC 2, C Su familia, 29-2-1937, 1654).

Prescindamos de algunos textos primeros hernandianos, escritos de intento en 
el lenguaje rústico murciano, en los cuales lógicamente abundan los icos, como en el primerizo poema En mi barraquica (barraquica, virgencica, huertanico, pequeñujicos) . (OC 1, Poemas de adolescencia (1925-1932), En la huerta , 15-1– 1930, 93).
Pero, insistimos. Una de las notas clave del dialecto murciano – que algunos hernandianos menosprecian, más bien por ignorancia – es el empleo común y pertinaz, en Orihuela y Murcia (Huerta, pueblos y ciudades), del sufijo en -ico, con sus múltiples valores (afectivo, diminutivo, irónico, intensificador). Nótese que tal uso no es sólo un rasgo distintivo del estilo de V. Medina, ni de los escritores panochistas ni del habla rústica huertana, sino que destaca como una seña genérica de identidad de todas las hablas murcianas, incluida la oriolana.

Concretamente, sobre esta última se afirma: “El sufijo -ico es el de mayor vitalidad. En principio tiene carácter diminutivo: miajica, piasico, bujerico; pero en 
general tiene un valor expresivo que envuelve a los objetos, a los animales y a las personas, con un sentimiento de amabilidad, de cariño, de conmiseración, de sencilla e íntima cordialidad: miá qué bonico; probetico, éjalo ya; te daré unas peseticashe mercao este par de gallinicas; tráete el legonico.

Se dan algunas formaciones directas:

jovenico, montonico; otras reforzadas: manesica, llenetico; o cruzadas: serquetica, mosetico. En ocasiones este sufijo tiene sentido abundancial o aumentativo: tie perricas (bastantes); es jovenico (muy joven); en la mañanica (muy temprano)” (HOr, 61).

El sufijo en -ico, de origen ibérico (Menéndez-Pidal), cunde por buena parte 
del oriente peninsular, si bien en el murciano es quizá donde mayor vitalidad manifiesta todavía hoy. Sin negar el sustrato aragonés, que podría explicar el -ico murciano, sin embargo tal procedencia no es incuestionable, pues igualmente podría ser residuo arcaico castellano, dado que en tiempos medievales y en el mismo Siglo de Oro el sufijo -ico estuvo muy extendido por tierras de Castilla y León, y aún hoy es
de empleo corriente en la Maragatería leonesa y en el sefardí o judeoespañol. Se documenta ampliamente en los clásicos castellanos; tales, Cervantes, Sta. Teresa, San Juan de la Cruz, Lope, Quevedo, etc. Téngase en cuenta que el Reino de Murcia, aunque parte integrante de la Corona de Castilla, poseía identidad propia, quedando, por su lejanía, al margen de la influencia centralista de la Corte y de los
medios culturales de Castilla, lo que conllevaría más aislamiento y por ende, más arcaicidad del lenguaje.
Hay un ejemplo del uso regional del -ico, en el plano religioso, impregnado de fuerte sentimiento tradicional, pero de actualísima vigencia. Obsérvese cómo coinciden el yeclano, el murciano y el oriolano al piropear, con el mismo entrañable nombre de Morenica, a sus respectivas patronas, la Purísima, la Fuensanta o Monserrate. A su vez, tanto el jumillano invocando a su Abuelica Santa Ana, como el cartagenero a su Pequeñica, junto con el calasparreño, e incluso el bastetano al llamar Piedaíca a su Virgen de la Piedad, están patentizando el vínculo lingüístico-cultural que los aúna, enlace que no es otro que el geolecto murciano.

A sus 20 años, Miguel Hernández evoca a la Virgen de Monserrate: “también su Morenica con una arcaica historia” (OC 1, Ofrenda , 1930, 112). Por supuesto, que Miguel Hernández, de raíces populares profundas, no pudo menos de utilizar normalmente el típico sufijo -ico en el habla de su etapa oriolana. Asimismo, este frecuente empleo se descubre en sus primeros escritos.


Sin embargo, desde su primer viaje a Madrid, forcejea por arrancarse el hábito del -ico con firme voluntad, hasta sacudírselo totalmente, como si se tratara del 
pelo de la dehesa, del que se abochornaría. Consta que en los ambientes madrileños se le rehuía por su “natural tosquedad y lenguaje rústico” (IMH, 67), que chocaba con la finura, por ejemplo, de un García Lorca. Nada extraño, pues, que Miguel Hernández intentara zafarse de todo lo que él creyera que lo delataba como paleto
huertano. Lo que no impide el que siguiera usándolo en su habla familiar, como lo evidencia su epistolario.

En sus cartas a Josefina, la trata cariciosamente (cariñosamente) con el -ico oriolano, como 
máxima expresión de amor, llamándola nenica y Josefinica, apelativo cariñoso y típicamente murciano, que él usaría en la intimidad, al estilo del archenero Vicente Medina, cuando expresaba el arraigo del -ico en el alma murciana: “Aunque te llegues a ver/ ande otras hablas se estilan/ yo sé que dirás ‘nenico’;/ yo sé que dirás
bonica’,/ y yo si te oyera hablar/ siempre te conocería”, versos que Miguel Hernández debió hacer suyos.

Obviamente, el -ico lo usará siempre en su epistolario a Josefina, donde se 
manifiesta más al vivo su idiolecto. Otras veces recurre al superlativo que combina con el -ico intensivo acumulativo: “Josefinica morena y queridísima...
Mi queridísima y guapísima y queridísima mil veces Josefina” (OC 2, CJosefina, 2-6-1936, 1592). “Salud, queridísima morenica!” (OC 2, CJosefina, 18-2-1937, 1652). Hay ocasiones en que se regodea en el abuso del -ico, en machacante aliteración, reforzada con rica, como único recurso para expresar su desbordante amor a Josefina (“¡Qué amanosica te has vuelto, rica Josefinica, vidica!... Hijica mía” (OC 2,
CJosefina, mayo 1936, 1589); “Salud, vida de mi vidica” (OC 2, CJosefina, 11-2-1937, 1650). A veces, extrema los -icos amontonándolos en una sola página, que mezcla con superlativos en -ísimo: “mi morenica... amorosica mía... Josefinica morena y queridísima... mi queridísima y guapísima y queridísima Josefina” (OC 2,
CJosefina, 31-5-1936, 1592).

He podido contabilizar 135 veces el diminutivo en sus cartas: nenica (48

veces); Josefinica (26); morenica (16); tontica (10); hijica (5); vidica (4); Josefinilla ( 4); hermanica (3); amanosica (3); morenilla (2); una vez: amorosica, animalicos, Antoñico, bonica, cajica, juntico, despacico, loquica, palomicapedacico, pequeñico, pichoncica, pillica, poquico a poquico (OC 2, 21-1-1937,
1645), prontico, solico, solica, Virgencica, Morenica, zapaticos. El acortado Fina sólo lo utiliza Miguel Hernández dos veces. Es de suponer, que Josefina en sus cartas a Miguel y al hablarle cara a cara, le diría “nenico” y Miguelico, correspondiendo al “nenica” y Josefinica de Miguel.

Bromeando, Miguel Hernández y Josefina se llaman mutuamente tiporro, a (en 
sentido de tipazo), y, sobre todo, con el afectivo -ico, tiporrico, tiporrica: “Esta semana que viene voy a ir al fotógrafo para mandarte mi cara, mi tiporro, y me mires mucho” (OC 2, CJosefina, febrero 1936, 1561) y “La misma (música) que yo sé para ti, tiporrica del tiporrico” (OC 2, CJosefina, febrero 1936, 1560). “Bien veo que te acuerdas de llamarme tiporrico. Me gusta mucho que me lo digas” (OC 2, CJosefina, 15-2-1936, 1564); “Niña mía, tiporrica, no te enfades con tu Miguel porque no te llega cuando tú lo quieres” (OC 2, CJosefina, 16-7-1936, 1616). A veces, el -ico posee valor de superlativo, preñado de dolor indescriptible: “Te escribo a las siete y media de la noche, antes de cenar y de acostarme solo, solico” (OC 2, CJosefina, 11-2-1937, 1650).

Veces hay que prodiga mucho más el -illo, lo que se observa a partir de 1938, 
no sé si por contagio del habla andaluza o de la popular madrileña: “Salud, Manolillo, Josefinilla, Carmencilla” (OC 2, CJosefina, marzo 1938, 1678). Aquí ya se pasa por primera vez al “poquillo”: “Te sigo queriendo como siempre, y un poquillo más también” (OC 2, CJosefina, 19-7-1938, 1681). Desde esta fecha ya no usa el –ico, sino –illo. Curiosamente, nunca llamó Manolico a los hijos sucesivos,
sino sólo Manolillo.

Hay un texto de ambiente popular desenfadado, pero no en lenguaje huertano, 
en el que sin embargo, menudean bien los -icos en una escena maternal: (La madre, dando de mamar a su cría, habla sola: “¡Ay, qué putica que es esta hijica!... ¿Quieres hacer caquica? ¡Mi rosica del año! Toma tetica, toma tetica... ¡Ay, qué putica que es esta hijica” (OC 1, Monaguillo – Ía, 709)
Igualmente, en Cox, estaba y está vivo el sufijo -ico: “Al hijo mayor, que también era Valentín, le llamaban Valentinico” (RJ, 89). Repárese en que el habla cojense es idéntica a la de Orihuela, pues el pueblo de Cox, muy cerca de Orihuela, pertenece a la misma comarca.

Como no podía ser menos, sus poemas y prosas de adolescencia están sembrados del -ico oriolano. Entre otros muchos, se le escapa aquí: “Entonces, mis pasos 
más prestos guiando / por el caminico picado de huellas” (OP, Al acabar la tarde, 1931, 610). Le cuesta mucho desprenderse de algo tan entrañable: “El arbolico de las flores como torres relunadas que recogí en la senda, se ha puesto pálido como
un otoño... Pero aún hay paz, solecico y romeros celestemente azules” (OC, Marzo, La Verdad de Murcia, 15 marzo 1934, p. 941). Por supuesto, cuando quiere retratar literalmente el habla rústica de la Huerta oriolana, abundan mucho más los diminutivos en -ico.

Cerramos este capítulo del sufijo -ico en Miguel Hernández, estampando aquí 
tres anécdotas sucedidas a personajes oriolanos (no rústicos), que emplean el susodicho sufijo.

1ª “Luis Almarcha, siendo ya obispo de León, refirió en 1957 su primer

encuentro con Miguel como poeta: “Volvía un atardecer con su rebaño. Se acercó a saludarme como otras veces y todo sudoroso me dijo: – ¿Quiere ver unos versos?
Estaban escritos a lápiz.

– Oh, muy bien, Miguelico, me gustan…

Y él con su risa ingenua me dijo: – Pues me han puesto una multa porque mientras escribía no he visto ramonear las cabezas…” (Eutimio MartínUniversidad de Aix-en-Provence, Análisis de un memorial en verso, en EMH.
Murcia, Universidad, 1992, p. 241).

2ª “Recuerdo cuando el poeta Leopoldo de Luis y yo le llevamos unas flores a 
Josefina Manresa, su viuda. Tenía un modestísimo taller de costura en Elche. Era una mujer muy triste y muy hermosa. Quizá no tuviera una clara conciencia de quién fue su marido. Cuando me atreví a preguntarle cómo era Miguel, me dijo:
– Siempre estaba con sus versicos. Después sonrió con tristeza y volvió a la SingerTenía trabajo”. (Manuel Alcántara, La Verdad, de Alicante, 20-11-2009).

El sufijo “versicos” no es en modo alguno diminutivo ni despectivo, sino superlativo en alto grado, transido de infinito cariño reverencial hacia la poesía de Miguel, que, aunque ella no la comprendiera, sabía que fue la razón vital de su idolatrado marido.


3ª Para demostrar la perduración actual del uso del -ico en Orihuela, léase esta 
crónica del diario La Verdad: “La alcaldesa de Orihuela, Mónica Lorente, al inaugurar el parque del soto de Molins, desveló que en no pocas ocasiones los dos representantes de la pedanía, acompañados de vecinos, han estado “pozalico en mano, regando y cuidando los árboles, para que hubiese un lugar tan apetecible en Molins” (Joaquín Andreu, corresponsal de La Verdad, ed. Orihuela-Vega Baja, 17-11-2009, 8).

4. EL HABLA VALENCIANA. EL SESEO


Pese a ser de oriundez valenciana su segundo apellido Gilabert, Miguel

Hernández no cabe duda de que sintió escasa simpatía por la lengua valenciana, por no decir aversión, tal como la AVL, como lo revela en su correspondencia a Josefina, concretamente cuando se refiere a Elda. Su actitud ante el valenciano fue claramente negativa.

Incluso, si lo excusamos por su odio al pueblo de Elda, donde su novia está como 
recluída, y por lo tanto muy alejada de él. Ante todo, llama la atención su desconocimiento de qué lengua se habla en Elda, enclave del dialecto murciano, según Gª. Soriano. Miguel Hernández tal vez confunda a Elda, de habla castellana, con Petrel, muy cercano a Elda, pero de habla nativa valenciana. Esta era la situación lingüística de entonces (desconozco la actual). “Comprendo cuánto sentirás encontrarte en ese maldito pueblo valenciano (se refiere a Elda), donde seguramente se hablará otra cosa que el castellano. Cuando te vea, que será muy pronto, si Dios no lo remedia, sé que no te voy a entender cuando me hables y sé que me vas a llamar fill de put el día que te enfades conmigo” (CJ, marzo 1936, 79).


lengua , dialecto, Max Weinreich

“No sufrirás como sufres metida en ese pueblo (Elda) que me figuro debe ser 
muy antipático” (CJ, abril 1936, 84). “A ti te parece feo ese pueblo por la misma razón que yo odio Madrid. Si estuviera yo en ese pueblo no te parecería tan horroroso, como a mí no resultaría tan odioso este si estuvieras tú aquí” (CJ, 5-mayo-1936, 86). “Me dan ganas de dejarlo todo por ir a verte y sorprenderte por esa calle de Colón o esa calle Nueva de tu maldito pueblo” (Elda) (CJ, 14-mayo-1936, 88).
“Tú no te desanimes y te pongas triste en ese cochino pueblo” (Elda) (CJ, 31-mayo-1936, 98). ¿Presentía Miguel Hernández que en ese maldito pueblo asesinarían vilmente al padre de Josefina?
En cambio, escribe: “Hasta demá, que decimos los valencianos. Un abrazo” (OC 2, CJosefina, marzo 1942, 1825). Esta es la única vez que trata con cierta simpatía irónica el idioma valenciano, pese a la trágica cercanía a su muerte.

Sobre la actitud peculiar de los oriolanos respecto al valenciano, afirma una 
escritora: “El habla de su pueblo (la pedanía oriolana del Raiguero de Bonanzamezclaba dos dialectos o formas de hablar distintas: la murciana y la valenciana-alicantina, ya que tan peculiar pueblecito se encuentra en la cola de la región valenciana a la que pertenece, pero a muy pocos kilómetros de la murciana, de ahí que las lenguas, culturas y costumbres se mezclaran, dando lugar así a un pintoresco y casi exclusivo modo de vivir” (GV, 18-19). La autora muestra un especial criterio ante las palabras que ella cree dialectales, las cuales suele encerrar entre comillas, frente a otras que no entrecomilla por estar ya generalizadas, si bien son igualmente dialectales murcianas.

El seseo


En cuanto al seseo típico oriolano o “murciano seseante” de origen valenciano, obsérvese lo que escribe Juan Guerrero Zamora, con referencia a Miguel 
Hernández: “En el horno, Miguel les recitaba sus poesías iniciales, ceceando y gesticulando, buen recitador, ingenuo y convincente” (Noticias sobre Miguel Hernández. Madrid 1951, 20). Entonces era general el seseo en Orihuela, que hoy la alfabetización masiva ha hecho que se pierda entre la gente joven. De ahí el ceceo
de Miguel Hernández, o sea, el esfuerzo por corregir su seseo natural, pronunciando correctamente el sonido interdental de los grafemas c y z.

Dado que el habla de Cox, incluído el seseo, es la misma de Orihuela, de 
donde dista unos 10 kms., por ello incorporo a veces al léxico coloquial de Miguel Hernández también el de Josefina, cuando no lo puedo documentar en él, por ser coincidentes los geolectos de ambos. “Hace unos días me encontré con un chico que hablaba como en nuestra tierra. Le pregunté si era de por allí, nos hicimos amigos y me dijo que era de Cox” (CJ, marzo 1936, 74).

“A ver cuándo mi niño dice cojiones como su tatarabuela o cojones como su 
madre cuando se pone fina y habla con la c” (OC 2, CJosefina, octubre 1939, 1715).– Este pasaje es harto confuso, pues no creo que Miguel Hernández se refiera a que Josefina decía ese palabro, más propio de carreteros y de rabalocheras, ya que el hablar con la c o cecear, en lugar del seseo típico oriolano, no tiene nada que
ver con ese rudo taco. / quizás cagondeuna ! /

Sólo resta un testimonio poético del seseo que Miguel Hernández emplearía 
hasta su adolescencia, cuando se propuso abandonar tal práctica. El patético poema, sembrado de -icos, entrevera el lenguaje rústico huertano, empleado por las dos protagonistas, madre e hija, con el lenguaje común que utiliza el poeta narrador. Las muestras de seseo están asignadas al habla de la hija moribunda: “¡Maere quería!... ven más serca… ¡Pos sea!... ascucha,... antes de alsarme de la camica… los sapaticos de tersiopelo… el pañolico de fina sea…dinde la fiesta… golviera, güelva…déjame ensima de la mesica… junto a la sequia… asahares.. a mis cabellos señía la dejas, mis ojos sierra… crusar la senda… los zapaticos de terciopelo, el pañolico de fina seda… la huertanica… (la madre al novio de la hija muerta)
¡Que no dispierte, que no dispierte! ¡Contigo sueña!” (OC 1, Postrer sueño, 1930, 122-123).

5. LÉXICO DUAL MURCIANO-CASTELLANO


Denomino así al léxico patrimonial que Miguel Hernández mamó y usó en su 
habla familiar antes de su segundo viaje a Madrid, y cuyo empleo no rehusó a veces en su primera etapa literaria, si bien finalmente acabaría rechazando. En esta doble serie de vocablos, contraponemos la forma dialectal murciana a la equivalente forma común castellana, de idéntico significado, pues en realidad se trata de sinónimos.

En cuanto al léxico dialectal, se advierte que le faltó tiempo y madurez, y por 
lo mismo, no se sintió con autoridad literaria, al estilo de Azorín y Miró, para intentar asumir y prestigiar ciertas voces regionales, palabra aragonesa como ababol, alhábega, aufádega y variáns en chapurriau , baladreusándolos frente a sus paralelos castellanos, amapola, albahaca, adelfa.

Ante el dilema, prefirió tirar por la borda el léxico dialectal, y abrazar el vocabulario común castellano, huyendo de la marca de poeta regional, con la que no quería ser etiquetado, puesto que él aspiraba al reconocimiento de poeta universal, al ser consciente de su valía.


Se ha subrayado el fracaso de la amistad entre García Lorca y Miguel Hernández, atribuida al contraste de sus vidas: “la marcada desigualdad de sus situaciones: el uno pobre provinciano y poeta incipiente; el otro en la cumbre del bienestar social y del prestigio intelectual. Éste refinado, culto, exquisito; el otro, inocente, pero rústico; voraz lector, pero poco instruido e incluso inculto” (IHM, 91).


No está mal recordar, y puede ser válido en muchos casos, que para evitar que 
la censura rompiera las cartas, como el mismo Miguel Hernández advierte en una ocasión, debió de eliminar palabras que resultaran ininteligibles para el censor o pudieran infundirle sospechas, como serían la mayoría de las privativas murciano-oriolanas. Tal vez esta sea la clave de por qué no usa, en las cartas a Josefina y familiares, términos dialectales más obvios y corrientes, pero que pudieran ser tenidas como palabras clave o en cifra.

Es interesante rastrear el proceso de formación del lenguaje culto y literario de 
Miguel Hernández, en su doble aspecto, el de descartar el léxico oriolano y el de sustituirlo por el castellano común. Tendría dos fases: una primera, de contraste de vocablos, según criterios subjetivos del poeta, hoy imposible de conjeturar. Esta lo llevaría a rehusar las voces coloquiales de su idiolecto. La segunda fase sería la positiva de adoptar el correspondiente vocablo culto. Hacia 1930 está muy avanzado el proceso de adquisición del léxico literario, que incluye el repudio de sus equivalentes dialectales.

He aquí la lista de términos dialectales, que ciertamente Miguel Hernández usó 
en su juventud, luego desechados. Los vocablos en negrita remiten al Vocabulario Dialectal Hernandiano, donde se documentan y explican minuciosamente.

ababol = amapola. – Usa más el segundo. Ababol aragonés.

abercoque = albaricoque. – Usa solo el segundo.
aguacate = níspero. – Usa sólo el primero.
alhábega = albahaca. – Usa más el segundo.
baladre = adelfa. – Usa raramente el primero. Nunca el segundo.
balsa = alberca – Usa los dos indistintamente.
boria = calina. – Usa sólo el segundo.
cabecera = almohada. – Usa más el primero.
cagarnera = jilguero.. – Usa sólo el segundo.
charamita = dulzaina. – Usa sólo el segundo
cherro = becerro. – Usa sólo el segundo
clueca = llueca – Usa sólo el primero
corcón = carcoma. – Usa sólo el segundo.
crilla = patata. – Usa raramente el primero. Siempre el segundo.
garrofa = algarroba . – Usa sólo el segundo.
jínjol = azufaifa – Usa sólo el segundo.
malacatón = melocotón – Usa sólo el segundo.
melón de agua = sandía – Usa sólo el segundo.
merla = mirlo – Usa los dos indistintamente.
monesillo = monaguillo – Usa sólo el segundo. / escolanet
oliva = aceituna. Usa los dos indistintamente.
olivera = olivo – Usa sólo el segundo. Nunca el primero
palera = chumbera – Usa los dos indistintamente.
panizo = maíz – Usa más el segundo.
pruna = ciruela – Usa más el primero.
pruno = ciruelo – Usa más el primero. / prunera
reluzángana = luciérnaga – Usa sólo el segundo.
toballa = toalla – Usa sólo el segundo.

Obsérvese que sólo utiliza voces dialectales de índole nominal, o sea, sustantivos referentes a objetos tangibles, como animales y vegetales, faltando verbos, 
excepto el específico y raro manchar.

OBRAS CRÍTICAS Y LITERARIAS DE GUILLERMO FORTEZA y Valentín. TOMO I.

OBRAS

CRÍTICAS Y LITERARIAS

DE

GUILLERMO FORTEZA. (y Valentín)

TOMO I.

PALMA DE MALLORCA

ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE P. J. GELABERT.
1882.

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LIBROS EN VENTA en el establecimiento tipográfico de Pedro José Gelabert.

OBRAS RIMADAS DE RAIMUNDO LULIO, escritas en idioma catalán provenzal, publicadas por D. Gerónimo Rosselló, un tomo rústica fóleo menor 50 rs. y encuadernado 60 rs.
(Editado por Ramón Guimerá Lorente, disponible online en regnemallorca.blogspot.com y chapurriau.blogspot.com - + glosario de aprox. 145 páginas A4)

BIBLIOTECA DE ESCRITORES BALEARES, por don Joaquín M. Bover, dos tomos en uno formando 1300 páginas, casi fóleo, 72 rs. rústica y 80 encuadernado.

POETAS BALEARES.-Siglos XVI y XVII. - Poesías castellanas, publicadas con una noticia biográfica, por Gerónimo Rosselló. - Un tomo 8° mayor de unas 400 páginas, 14 rs.

POETAS BALEARES. - Siglo XIX. - Poesías de autores vivientes, escritas en catalán, premiadas la mayor parte en los Juegos florales de Barcelona y publicadas con noticias biográficas y una traducción castellana, un tomo 8° mayor de unas 700 páginas, 16 rs.
(Es el mismo libro que Flors de Mallorca, editado por Ramón Guimerá Lorente. Disponible online en regnemallorca.blogspot.com y en Amazon Kindle)

VARONES ILUSTRES DE MALLORCA, obra adornada con más de cien retratos y otros grabados en boj, intercalados en el testo, dos tomos fóleo menor, 60 rs.

LO JOGLAR DE MAYLORCHA, per Geroni Rosselló, un tomo 4°, 20 rs.

ESCENAS BALEARES. - Los dos amores. - Un destajo a media noche. - Las mejoras. - Estas tres interesantes novelitas escritas por D. Antonio Frátes у Sureda, forman un elegante volumen en 8° mayor, de unas 332 páginas, y se vende a 8 rs. ejemplar.

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PRÓLOGO BIOGRÁFICO.

Con la satisfacción propia de quien acomete generosas y debidas empresas, damos con el segundo tomo de la BIBLIOTECA BALEAR el primero de las obras de Guillermo Forteza, que por encargo especial de este, tiene coleccionadas su íntimo amigo el conocido literato balear D. Jerónimo Rosselló (GerónimoGeroni), a quien tanto nuestro autor distinguía y veneraba.
Caería en el ridículo aquel que, a pretexto de una ausencia más o menos prolongada, ofreciera la presentación en una tertulia de quien hubiese sido de ella el más cariñoso amigo, ridículo que aparece a nuestra imaginación con tenaz insistencia al escribir estas líneas, a las que sólo queremos investir con el carácter del amigo cominero que, haciendo suya la satisfacción de extraños, se apresura a anunciar la vuelta del ausente, recordando de paso las hojas del empadronamiento o los asientos del registro, abiertos siempre para oficiosos de este género.
Y no de otro modo hemos de llenar gustosamente nuestro cometido, bien por la prioridad que logramos al ver reunidas estas obras, bien por el legítimo orgullo que sentimos al darlas a la estampa.
Menos apreciadas por su autor, vieron algunas, aunque en escaso número, la luz pública en acreditadas revistas de nuestra patria; otras se presentaron a la arena de los certámenes, ciñendo a sus sienes el laurel de la victoria; y no pocas permanecieron inéditas. Así resulta de una nota autógrafa del mismo Guillermo Forteza, que nos ha facilitado el señor Rosselló y en que es de ver la parquedad del modesto crítico y el breve juicio que de sus obras formaba, encerrando en una sola línea un título, una noticia y una crítica como la siguiente:
“Artículo titulado: Sin dineritis. (No lo tengo: es tonto.)”
No es de extrañar el abandono de Forteza, que con tan absoluto criterio juzgaba casi todas sus producciones, para ellas y para consigo; abandono que ha hecho muy difícil el trabajo del colector, así de los artículos críticos que este tomo comprende, como de los materiales suficientes para otro volumen de escritos humorísticos y de amena literatura con que ha de deleitarse un público más variado y extenso, y en el que irán incluidos algunos de los pensamientos sueltos que, con el título de Apuntes para un libro, se encontraron en el cofre de Guillermo Forteza el día de su muerte, avalorados por unas notas con las cuales podría formarse una semi-auto-biografía, ya que su autor acotaba con las palabras OJO, o MUCHO OJO aquellos que a sus circunstancias personales se referían.

Y no es de extrañar el abandono de que hablamos en quien escuchó el aplauso de los corros que en torno suyo se formaban en los centros más cultos de nuestras primeras capitales, y vio agrandarse la boca de los circunstantes con las contracciones de la risa, en que imperaba como monarca absoluto. Decidor, ocurrente, oportunista, Guillermo Forteza ha quedado entre nosotros como Quevedo en Castilla, como Mossen Vicens García en Cataluña, responsable de todos los chistes apócrifos de aquellos que sacrifican la propiedad de su ingenio huero, a una autoridad indiscutible e inapelable en estas Islas, y que logró en Madrid la admiración de todos los que acudían a los salones más aristocráticos (asistocráticos) de nuestras letras, como de los concurrentes al café, en cuyas mesas ejercía jurisdicción soberana. Y buena prueba de esa estima le dieron sus admiradores y amigos de la Corte cuando en 1865 las lesiones que sufrió por el derrumbamiento de un paredón le obligaron a guardar cama por algún tiempo. Su restablecimiento fue sabido día por día, no ya por la noticia volandera de los círculos que Forteza frecuentaba, sino por la adquirida individualmente en la misma casa de nuestro paisano. Podríamos hacer una relación extensa de las circunstancias que constituían el carácter de nuestro autor, pero reflejado todo su ser en sus propios escritos, así como los sentimientos nobilísimos de su alma que hacían olvidar por completo las debilidades de que él mismo no se absolvía, preferimos que el lector forme por sí el perfil de su fisonomía moral a la luz de los destellos de su inteligencia privilegiada y de los rasgos de su ingenio, malogrado por desgracia en la época en que debían ser más opimos (óptimos) sus frutos. Sin embargo no podemos resistir a la tentación de transcribir aquí los siguientes párrafos, que pocos años antes de su fin dirigía con acento profundamente triste a uno de sus amigos: «Considero, exclamaba, un beneficio señalado de la Providencia una amistad como la tuya. Nada ha podido entibiarla: ni la divergencia de caracteres, suave, igual y apacible el tuyo, el mío de potro resabiado, tan rebelde al freno como a la espuela; ni posiciones sociales antitéticas, ni, finalmente, ausencias prolongadas que no escasas veces producen el aflojamiento gradual de los más fuertes lazos..... Huérfano, privado de lo que hasta los mendigos poseen, el hogar doméstico; perdida la llave de mi propio corazón (Dios sólo da una a cada mortal), y sin llave de los ajenos, enemigo de mí mismo y receloso de los demás, próximo a traspasar los tenebrosos umbrales de la vejez celibataria, sin ninguno de esos profundos amores intelectuales a un arte o ciencia determinada que comunican al espíritu serenidad y sosiego y, para colmo de desventura, sintiendo hervir en mi pecho el fuego de pasiones sólo propias de la vigorosa mocedad. ¿Qué sería de mí en este naufragio total de ilusiones, de aspiraciones, de esperanzas, sin el indulgente cariño de los pocos amigos verdaderos que he podido por fortuna conservar?.....»

Es realmente deplorable que Guillermo Forteza, con más fé en sí mismo, no hubiese dado mayores estímulos a su laboriosidad; y que, por una indolencia no comprensible en un espíritu inquieto como el suyo, dejase inaprovechados los tesoros de su erudición y de sus estudios asiduos y detenidos. ¡Qué no hubieran producido su entendimiento exuberante y su depuradísimo gusto, si más atento a los intereses de su nombre y de su gloria, y con más alta y verdadera conciencia de los quilates de su talento, se hubiese impuesto el deber del trabajo para honra de las letras y regocijo de su patria!
Pero Forteza era verdaderamente en la esfera de la literatura un acaudalado mani-roto. No hacía el menor caso de la riqueza que Dios había concedido a su espíritu privilegiado, y disipaba continuamente entre los corros de sus amigos, en sabrosísimas y chispeantes conversaciones, dispuesto siempre a la francachela del arte y de la ciencia, sumas enormes de sentimientos y de ideas, de símiles y de imágenes, con que hubiera podido exhornar profusamente obras de grande empuje y de éxito seguro y estable. Desgraciadamente Forteza sólo atendía a la fruición del momento, y nada le importaba lo demás, una vez expansionado su ánimo o el goce obtenido. Y así es cómo se han evaporado y desvanecido las mejores y más sublimes emanaciones de su entendimiento.

El Gobierno y sociedades particulares recompensaron en varias ocasiones sus relevantes cualidades con títulos y nombramientos que significaban la distinción que les merecía.
En Noviembre de 1856 la Academia de Buenas Letras de Barcelona le premió un estudio referente a Capmany, y extendió a su autor el título de socio honorario, y en Diciembre del propio año el Ayuntamiento de la capital del Principado le confiaba una sección de su archivo, donde obtuvo un ascenso a los pocos meses. En el año siguiente, como autor de Influencia de la novela en las costumbres, la Real Academia Sevillana de Buenas Letras le adjudicaba el premio de la medalla de plata, nombrándole individuo de su seno. En el año 1859 obtuvo muchas y muy señaladas distinciones: en 4 de Enero fue elegido Director de la Sociedad titulada Reunión Literaria de Barcelona; en 27 de Marzo se le extendió el nombramiento de socio de la Filomática de aquella capital; en 11 de Junio la Real Academia Sevillana de Buenas Letras le participaba que luego de domiciliarse en Sevilla se le expediría el título de socio de número; en 27 de Julio la Comisión de Monumentos históricos de Sevilla le confería la misión de clasificar e inventariar los documentos que pertenecieron al archivo del extinguido monasterio de San Isidoro del Campo en la villa de Santiponce; y en 3 de Octubre de aquel mismo año los Serenísimos Señores Duques de Montpensier le invitaron a la fiesta de la inauguración de la capilla de Valma. En 1865 se le extendió la credencial, por el cuerpo de Archiveros bibliotecarios, destinándole al año siguiente por orden de la Dirección al archivo histórico nacional de Alcalá de Henares. Miembro de este ilustrado cuerpo estrechó más los vínculos de amistad que le unían con D. Tomás Muñoz Romero, regenerador de los estudios paleográficos de nuestro país y uno de los fundadores de la Escuela diplomática, amistad de que conserva gratísimo recuerdo el sucesor del linaje y de los conocimientos de aquel ilustre bibliófilo.

Guillermo Forteza que tan absoluto dominio había logrado de la lengua castellana, demostrándolo ya en las primicias de su musa, que con el título de Aspiraciones cristianas publicó en Palma, en un periódico que dirigía su amigo de siempre el Sr. Rosselló, no descuidó en absoluto el cultivo de la lengua patriaLo que diu
ľ oroneta
 (Lo que dice la golondrina,) le valió, en el primer año de la restauración de los Juegos Florales de Barcelona el premio extraordinario de un pensamiento de oro; y L´orfanet saboyart (El huerfanito saboyano,) el primer accésit al premio también extraordinario de un clavel de plata ofrecido por el consistorio. Ambas composiciones se reimprimieron en el tomo «Poetas Baleares, siglo XIX,» que en 1873 dio a luz este establecimiento tipográfico. 
(Casi igualito a Flors de Mallorca)

Restituido a su patria desde hacía algunos años murió en ella Guillermo Forteza en 30 de Diciembre de 1873 a los 43 años de edad. (Exactamente los que tengo yo: Ramón Guimerá Lorente, que estoy re-editando este texto)

Esta reducida colección de sus obras es el mejor recuerdo que puede consagrarse a la memoria del ilustre amigo, para hacerle acreedor a la consideración de propios y de extraños; y unos y otros al examinarlo podrán juzgar hasta que punto fue el malogrado Forteza, al par que excelente amigo, crítico concienzudo, fácil y castizo hablista, literato ameno, ingenioso, de flexible talento, y de sentimientos los más puros y delicados.

El Editor.

Continúa en Capmany


Un tiempo, un café

Tras la muerte de su abuela, Raquel y sus cinco hermanos pasarán la mayor parte del tiempo en el bar que regenta su madre. Por allí verán desfilar a los últimos cómicos ambulantes, a los primeros políticos en busca de voto, a ocasionales turistas culturales y a un sinfín de personajes que conforman un retrato de la vida social de una parte de nuestra historia reciente. Desde la perspectiva del mundo rural, y a modo de pequeños relatos, la voz de la protagonista va guiando al lector a través de pasajes conmovedores, divertidos o dramáticos, tejiendo la historia de un café, en una época que ya se va perdiendo en la lejanía de la memoria.



Un tiempo, un café, Ester Puyo Monserrat

Paperback: 316 pages

Publisher: Caligrama (December 22, 2017)
Language: Spanish
ISBN-10: 8417335633 ISBN-13: 978-8417335632
Product Dimensions: 6 x 0.8 x 9 inches Shipping Weight: 1.2 pounds

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Un bar, como es evidente, no es poseedor de una manifiesta privacidad, sino que es patrimonio de todos los clientes, los que lo frecuentan a menudo y los que llegan allí por casualidad...


Un bar, como es evidente,Cretas, Queretes



https://www.megustaleer.com/libros/un-tiempo-un-caf/MES-103845

https://www.todostuslibros.com/autor/esther-puyo-monserrat

http://www.serretllibres.com/autorsebrencs/articles/celebrem-santjordi2018-en-esther-puyo-que-firmara-ex-de-un-tiempo-un-cafe-publicat-per-cal

Un tiempo, un café nace desde las ganas de conmemorar unos años en los que mi familia regentaba un bar en un pequeño pueblo de Teruel, pretende ser un retrato amable de una época que ya, definitivamente, se fue, pero que conserva todavía su carácter, su esencia.


bar, Cretas, Puyo Monserrat

FRANCISCO PÉREZ BAYER

ELOGIO HISTÓRICO Y BIBLIOGRÁFICO DEL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON FRANCISCO PÉREZ BAYER, presentado en 1828 a la real sociedad de amigos del país de Valencia: se incluye en lugar de artículo en esta biblioteca, añadiendo únicamente el bosquejo de su librería, regalo que hizo a esta universidad, y no se insertó entonces por no ser difuso. 

ELOGIO HISTÓRICO Y BIBLIOGRÁFICO DEL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON FRANCISCO PÉREZ BAYER,


1794.

Immorior studiis et amore senesco sciendi.

Emprendo el elogio de un sabio valenciano, cuyo mérito siempre aparecerá mayor que toda alabanza, y cuya memoria no teme la sucesión de los siglos. Inspírame esta osadía el amor de las letras, y de aquellos sublimes ingenios que las han cultivado para gloria de su patria; y no siéndome dado el ser su émulo, ni aun su imitador, me lisonjeo de ser el panegirista de un don Francisco Pérez Bayer, cuyo nombre aún aparecerá más grande presentado por mi insuficiencia. Esta desproporción debería arredrarme, sellar mis labios, y ceñirme a venerar en silencio respetuoso la agradable memoria de tan ilustre patricio, si no me persuadiese por otra parte, que imponiéndome sobre mis débiles hombros tamaña empresa, le tributo un pequeño agradecimiento al mucho amor que le debí; así es preciso deponer mis temores, confiando que la real sociedad disimulará mi atrevimiento, si no desempeño con la dignidad que merece este elogio, en el que tejiendo la corona a un literato tan benemérito, pueda manifestar sus principales acciones y escritos.

Ciudad insigne, cuna del talento, patria de innumerables literatos; tú, leal y coronada Valencia; tú vistes nacer un hijo de unos honrados y pudientes artesanos, que había de ocupar entre los muchos que ha producido este tan ameno como fecundo suelo. Estaba reservado al ilustrísimo señor don Francisco Pérez Bayer, llevar a todos los países cultos el nombre de Valencia en el siglo diez y ocho. Vio la primera luz en esta ciudad, día 11 de noviembre de 1711 (1): llamáronse sus padres Pedro Pérez y Josefa María Bayer: fue bautizado en 13 de los mismos en la parroquial de los santos Juanes; y como el Todopoderoso destinase esta tierna planta para dar óptimos frutos a la iglesia, al estado y a la república de las letras, dotóla de vigor y lozanía, inspirando a sus padres buscasen un diligente cultivador en Castellón de la Plana, de donde era natural su madre, y poseía allí algunos bienes raíces; en esta villa aprendió las humanidades con el maestro de gramática el doctor en leyes D. Felipe Catalá; las estudia con incansable tesón, hace grandes progresos en ellas, se familiariza con los autores latinos, y el deleite que percibe con su delicado gusto, le abre la puerta para que se aliente a disfrutar los inimitables dechados de elocuencia, poesía e historia, recibiendo tal gusto en su lectura, que desde luego manifestó grande aversión a los divertimentos que con tanta facilidad corrompen la juventud, sirviendo de ejemplo y de estímulo a sus condiscípulos. Restituido a Valencia, empieza a la edad de catorce años la filosofía en esta universidad, bajo la enseñanza del Dr. D. Felipe Calatayud, que después murió cura de la parroquial de Pego, y defendiendo en 1727 las conclusiones de filosofía natural, continuó estudiando cuatro años la teología escolástica en la misma, al fin de los cuales se graduó de dicha facultad en la de Gandía (2). Estudió también un año teología moral, concurriendo a la academia que entonces había en la real congregación de S. Felipe Ner de esta ciudad; y sintiendo los mayores impulsos al estado clerical, se ofrece víctima voluntaria ante el señor del universo, y recibe los sagrados órdenes a título de un beneficio eclesiástico en la parroquial de S. Nicolás de esta ciudad, debido al antiguo arte de sus padres (3), 

(1): Nació en la calle de Palomar, casa número 64, manzana 213, tuvo por nombre en el bautismo Francisco, Vicente, Diego, Juan y Pedro.

(2): El M. R. P. Fr. Facundo Sidro Vilarroig, en el elogio fúnebre del Sr. Bayer, que pronunció en las exequias que celebró esta universidad, dice así: Valentiam igitur reversus et severioribus cum philosophiae, tum etiam teologiae studiis deditus, mox supremam utriusque scientie laureum consecutus, in patria primum deinde in Salmaticensi Academia perpetuus Hebraicae linguae Doctor designatus est, pag. 14. Parece que el orador da a entender por el papel de méritos que presentó el mismo Bayer a este ayuntamiento para obtener la cátedra de hebreo, que lo había recibido en Gandía, y esta noticia quita la duda que pudiera producirnos las palabras de nuestro panegirista.

(3): Fue presentado por el gremio de pelaires, con escritura ante Dionisio Diego, escribano de la Curia, y tomó posesión en 15 de marzo de 1731.

que conservó hasta su muerte, sin embargo de sus dignidades, para tener la complacencia de honrarse con esta particularidad, como se lo escuchamos en varias ocasiones. ¡Qué lección tan sublime de humildad para todos aquellos que apenas se ven adornados con alguna leve señal de distinción se desdeñan en volver hacia atrás los ojos altaneros, como temiendo encontrar desagradables recuerdos de su pasada oscuridad! Y esta parroquia contándole siempre como a individuo suyo, entre otras dádivas de su munificencia, posee la de un magnífico terno colorado que mira todavía con estimación. Queriendo estudiar la jurisprudencia, pasa a Salamanca movido de la fama de dos valencianos que poco antes obtuvieron las cátedras de prima de leyes y cánones, don José Borrull y don Matías Chafrion, en cuya universidad cursa la facultad de leyes, manteniéndose en aquella ciudad seis años seguidos: allí acreditó su vasta instrucción graduándose de bachiller en artes y derecho civil: fue admitido con todos los votos, precediendo un examen riguroso, en la academia jurista intitulada de los ángeles, en el colegio de S. Gerónimo de dicha universidad, que presidía entonces don Isidro Camp-rubí, catedrático de leyes en la misma, prosiguiendo en dicha academia cuatro años sin interrupción, y leído en ella doce veces, y en cada una, a las veinte y cuatro, una hora del asunto de los diferentes textos del derecho civil que por suerte le había cabido. La misma academia le nombró para componer y decir la oración latina, que debía durar una hora, en las exequias de su presidente, que se hicieron con toda pompa en el real colegio de la compañía de Jesús de dicha universidad, a presencia de esta respetable corporación y de un autorizado y numeroso concurso. Hizo también en ella tres oposiciones a las cátedras; una a la de artes, y dos a la de derecho civil; pero sintiendo entonces el atractivo más violento por el estudio de las lenguas sabias, y conocimiento de los monumentos de la antigüedad, se dedica a aprender el griego y el hebreo con tal aplicación y aprovechamiento, que mereció los mayores elogios de sus célebres profesores. Los muchos conocimientos que había adquirido en la diplomacia, movieron al cabildo de la catedral de Salamanca a encargarle la traducción y arreglo de las bulas, privilegios, y otros instrumentos antiguos de su archivo, mereciéndole tanta confianza, que le entregó sus llaves, y reteniéndolas cerca de un año, concluyó este trabajo muy a satisfacción de aquella iglesia. No pudieron ocultarse estas bellas prendas del Sr. Bayer al ilustre prelado don Andrés Mayoral, arzobispo de Valencia, estando aún en Madrid por el mes de junio de 1738, y quiso acercarle a su persona, confiándole el decoroso encargo de su secretaría de cartas y de la visita de su diócesis, con cuyo motivo se retiró a esta ciudad. Estas ocupaciones no entibiaron su afición a las antigüedades, y arrebatándole el amor de estas, se hizo descolgar en el año 1744 de una de las torres del lienzo del muro que llaman de la Villavieja de Denia, como lo había hecho en el siglo XVI el cronista Beuter, para leer una inscripción de poco más de vara de largo, y dos tercias de ancho, grabada en piedra berroqueña, colocada al través por lo más ancho, que por estar situada a once varas del suelo, sobre un peñasco escarpado, ninguno había podido descifrar, cuyo hecho refiere el padre maestro Flores en el tomo séptimo de la España Sagrada, capítulo 1, número 11 del tratado 14; añadiendo que si en esto manifestó su propensión a la anticuaria, mejor descubrió la inteligencia por estar mal conservada de letras, y haber sabido darle buen sentido. Presentóse nuestro Bayer en la palestra, aspirando en 1745 a la cátedra de lengua santa vacante en esta universidad; y este magnífico Senado, remunerador imparcial, creyó que la honraba colocándole en ella, sin embargo que tuvo por competidores al padre lector fray José García, dominico, que la había ya regentado por espacio de siete años en su convento, y al Dr. D. Agustín Sales, cronista de la ciudad, que había compuesto un tratado de los pesos y medidas de los hebreos (1: consta por los papeles de méritos que presentaron a este excelentísimo ayuntamiento para el obtento de esta cátedra).

Todavía permanecía en esta ciudad el señor Bayer en 9 de julio de 1746, en que aprobó el Mercurio Sacro y poético de D. Joaquín Castelví (o bien sea el padre Serrano), y vacando la cátedra de lengua hebrea en aquel antiguo y nobilísimo estudio de Salamanca, que admiró la aplicación y ciencia de nuestro Bayer, le propone a su majestad para desempeñar esta enseñanza, y desde luego pasa a establecerse a aquella ciudad. Ve, digno patricio; ve, y adquiere de día en día más y más tesoros; ve, que ya llegará el tiempo en que tornarás a tu dulce suelo nativo, lleno de honores, elevado a grandes dignidades, y estimado de los literatos de Europa; ya llegará el tiempo en que se honre Valencia con tal hijo, su universidad con tal discípulo y maestro, y la de Salamanca con aquel que ahora agrega a su ilustre claustro. Extendióse con este honorífico destino la fama de nuestro Bayer, y aún mucho más con el crédito de su pericia en las lenguas orientales, paleografía y numismática, lo que llegando a noticia del Sr. D. Fernando VI, le encargó en 1750 la amplísima comisión de que acompañado del P. Andrés Marcos Burriel, de la compañía de Jesús, pasase a Toledo para reconocer los copiosos archivos y librería de manuscritos de aquella iglesia, y sacar de entre las tinieblas del olvido preciosos monumentos hebreos, que sirvieran de apoyo a las luminosas observaciones de la real academia de la historia. Ocupóle este trabajo hasta el año 1755, como así lo dice el referido P. Burriel en su carta de 24 de marzo de 1756 al confesor de su majestad. Trabajó el Sr. Bayer con tanta utilidad en este encargo, que el rey quiso manifestarle su aprecio dándole un canonicato de Barcelona. Su diligencia y exactitud le hicieron merecedor de que su majestad le encargase el pasar a Italia, para atesorar códices, monedad, inscripciones y demás preciosidades de la antigüedad. En este viaje examina edificios, visita sabios, lee, medita, compara tan sagaz como infatigable, admira en la biblioteca Vaticana un archivo universal de ciencias, copia en todas partes las honoríficas memorias de ilustres patricios, que llenaron en todos tiempos a la Italia con la celebridad de esclarecidos hechos, especialmente en siglos de oro. Hácese dueño en muy breve espacio de la lengua arábiga: refina su gusto: establece correspondencias literarias con hombres grandes, como fueron José Pasino, Francisco Berta, Doctor Chioni, Vitalino Donati, Porta y Ols Rochi, bibliotecario de la Ambrosiana de Milán, el conde Roncaglia y cardenal Quirini de Bescia, Crisóstomo Trombeli, con otros muchos que trató en Roma, y dejo de referir por no ser difuso: dase a conocer generalmente, y logra la estimación de los literatos. Así obedecía Bayer a los altos designios del que le quería modelo de buenos ciudadanos; así acaudalaba aquella erudición inagotable y exquisita que resplandece en todos sus escritos, aquella crítica tan fina e imparcial como juiciosa, que los hace dignos de compararse con lo mejor de nuestros tiempos; así se hacía más y más benemérito, así miraba por el honor de toda su nación.

No se contentó el señor D. Fernando VI con tan señalado servicio, sino que quiso le prestase otro mayor, valiéndose de sus luces para proporcionar más adelantamientos al célebre colegio español de san Clemente de Bolonia, perpetuo monumento del celoso patriotismo y de las altas miras del cardenal Albornoz, y así dispuso que ejecutara su visita: practícala con aquel discernimiento, con aquella prudencia que le caracterizaban, anhelando a que produjese este tan bien cultivado plantel otros tantos nuevos frutos cuantos había dado en los tiempos anteriores, removiendo a este efecto los obstáculos que es fuerza ocasione el transcurso de muchos años en cualquier establecimiento. Su mismo desvelo en cumplir tan apreciable ministerio, le presenta en el copioso archivo del colegio, materiales no menos abundantes que auténticos para ilustrar en lo sucesivo las memorias pertenecientes a su comisión principal, que registra, disfruta y extracta con igual gusto y prolijidad. Cuales hayan sido el trabajo y esmero de nuestro literato en este viaje, se verá cuando hablemos de él en sus escritos. Habiendo desempeñado felizmente estos encargos, regresa a España este ilustre viajero, y en testimonio de haberle sido gratos sus trabajos, le premia el benéfico  monarca, nombrándole canónigo y dignidad de Toledo, demostración que pone a Bayer en estado de comenzar a dar indicios de su grandeza de alma, de su humanidad, de sus bien meditados designios, ora acerca del socorro de los infelices, ora de la magnificencia del culto divino, ora acerca de los progresos de la literatura. Abrióle un anchuroso campo para que ejercitara sus talentos y sus virtudes el señor don Carlos III, que tenía formado un concepto extraordinario del mérito de nuestro Bayer desde el viaje que hizo a Italia. Cuando vino a España este gran monarca, persuadido que tenía en los nuevos dominios que había adquirido uno de los mayores literatos de Europa, no queriendo tener oscurecidas sus luces, le encargó el reconocimiento de los manuscritos latinos, griegos y hebreos de la biblioteca del real monasterio del Escorial, y formar el catálogo de ellos, cuyo penoso trabajo, que era obra de muchos años, sólo le costó tres, y fruto de él fueron los cinco tomos en folio de índices raciocinados que formó, no dejando nada que desear en la materia. El mismo monarca no se detuvo en confiarle el más digno de los encargos y más interesante, cual era la educación de sus hijos, nombrándole preceptor de los serenísimos infantes. ¿Podrá acaso imaginarse elogio más enérgico, más elevado, ni más digno? Logró este gran rey todo el fruto que esperaba; será un perpetuo monumento del acierto de su elección, así el buen ejemplo que dieron con sus arregladas costumbres, y los principios que adquirieron de un refinado gusto, como también la exacta traducción del Salustio, hecha por el serenísimo señor infante don Gabriel, que siempre será la prueba incontestable del alto grado a que llegó su destreza en las letras humanas, la que es elogiada por todos los sabios, y se publicó en Madrid, imprenta de Ibarra, en 1772, en folio, con la magnificencia correspondiente al alto carácter del traductor. Quiso también el señor don Carlos III diese su parecer sobre la gramática latina que en verso quería publicar el célebre D. Juan Iriarte, ya como preceptor de sus altezas, a quienes se dedicaba, “cya como calificado maestro en latinidad, y versado en varia literatura.” Palabras que constan en la vida de Iriarte, impresa al principio de la referida gramática; añadiendo que esta aprobación fue bastante para alentar la genial desconfianza con que la miraba su autor. Satisfecho el rey de las muchas e infatigables tareas en la instrucción de sus hijos, quiso premiarlas nombrándole en 1775 arcediano mayor en la catedral de Valencia, de que tomó posesión en 4 de julio del mismo, empezando su residencia en la tarde del 9 de agosto de 1776; y considerando después ser este un corto premio a sus dignas fatigas, le presenta en 1.° de mayo de 1781 un canonicato de la misma iglesia, condecorándole con los honores de ministro de su consejo y cámara, y después con la cruz de la real y distinguida orden de Carlos III; obteniendo a más Bula de su Santidad para la dispensa de residencia local y personal de ambas dignidades mientras su majestad le necesitase en la corte. En este tiempo sucedieron las dos furiosas y grandes avenidas del río Turia: la primera en 21 de octubre de 1776, y la segunda en la tarde del 4 de noviembre del mismo año, y a causa de estar atravesados en los arcos del puente llamado del Mar (que aunque muy sólido, por ser este, como igualmente los otros cuatro construidos sobre el Turia, de piedra de sillería) muchos maderos que llevaba la corriente por cuenta del gobierno, con dirección al mar para el arsenal de Cartagena; en la madrugada del día 5 rompió, y llevó los tres arcos del medio, y mitad de uno de cada lado del dicho puente, causando grandes daños en los arrabales de la ciudad, especialmente en el de la calle de Murviedro. Reedificado por cuenta de la junta de muros y valladares, se colocó en el nuevo casilicio y en el mismo lugar que anteriormente ocupaba una gran cruz de piedra, la imagen de nuestra señora de los Desamparados, labrada por don Francisco Sanchís, discípulo del célebre escultor D. Francisco Vergara, e invitado por la referida corporación, compuso el señor Bayer la inscripción, que grabada en piedra negra se colocó bajo la expresada imagen, y hemos copiado del original que escribió dicho señor, y es la siguiente:

IX. CAL. NOV. M.DCC.LXXVI.

CAROLO III. P. F. A. P. P.

Turia supra modum excrecens adactis ad Zaydiae pontem

Regiis trabibus quae in mare secundo amne vehebantur,

compressoque proinde aquarum exitu, ripâ effusus

suburbium cui à Sagunto nomen senos circiter pedes solo

altior opplevit ingenti edita, frugum tectorum pecorumque strage.

Nova dein nec absimili illuvione PRID. NON. NOV. easdem

trabes magno adhuc numero in vadis haerentes sustulit

& in profluentem admissit: quibus invicem commissis

contextisque & huic ponti incubantibus stagnantiumque aquarum

fluxum cohibentibus perrupto obice viam sibi aperuit,

quatuor ex interioribus pilis funditus evertens, impositos-

que iis fornices, coronidem, sacrasque Divae Virginis &

Beati Paschalis aediculas secum una volvens.

Seviri moenium, valli, pontium, aggerum,

viarum circa urbem curandarum publico sumtu refici

& in priorem formam restitui.

.F.

M.DCCC.LXXXII.


El tiempo que le dejaban libre sus ocupaciones, lo empleaba constantemente en buscar toda especie de monedas antiguas, así romanas como españolas, de letras desconocidas, godas, griegas, árabes, fenicias y principalmente samaritanas, en copiar inscripciones y otros monumentos de la antigüedad, ilustrándolos con sus escritos; y movido por el ardiente deseo de aclarecer más nuestra historia, coteja los ya publicados por diferentes autores con sus originales; y en descubrimiento de otros emprende en 1782, siendo ya de edad avanzada, un viaje desde Valencia a Andalucía y Portugal; concluyéndole con felicidad, y recibe una nueva prueba del afecto que le profesaba el señor don Carlos III, dándole el honorífico cargo de bibliotecario mayor de la real biblioteca vacante por muerte del erudito D. Juan de Santander, valiéndose su majestad para honrarle de las inestimables expresiones de que ningún soberano se gloriará de tener un literato y anticuario como el suyo: palabras muy superiores al mayor encarecimiento: palabras dignas de entallarse en pórfido y en bronce para perpetua memoria en los siglos venideros: empleo que desempeñó con nuevos trabajos, en crédito de su universal instrucción. La fama de nuestro patricio se extiende por toda Europa: saben quien es don Francisco Pérez Bayer; y las reales academias de las artes de San Petersburgo, y la de ciencias de Gottinga (Göttingen; * lo dice en carta suya a don Francisco Javier Borrull, que la posee de letra del mismo señor Bayer, su fecha en Madrid 23 de diciembre de 1786), le nombran por su socio. El P. Renato Prós-ro (Próspero?) Tasin, benedictino de París, le dice en su carta de 14 de mayo de 1769, sobre los monumentos hallados en Granada, que ninguno había más capaz para descubrir la falsedad o legitimidad, y que habiendo comunicado sus observaciones a los señores de la real academia de inscripciones les parecieron muy juiciosas, e infirieron de ellas que la España como la Francia tiene excelentes anticuarios (1). El P. Juan Andrés, a más de apellidarle doctísimo siempre que le nombra, asegura en el tomo 1.° De l'origine y progresi d'ogni litteratura, capítulo 10, que si en el día hay alguno en Europa capaz de juzgar de los códices antiguos con fino y seguro discernimiento es el doctísimo Bayer. El canónigo Alejandro María Rephati en la vida de Selbagio, le gradúa por un solide erudictionis promuscondus. El francés D'Ansse de Villoisson, citado por Tychsen en su carta de 16 de agosto de 1781, le proclama por el varón más sabio de España; y omitiendo otros muchos que pudiera citar sólo añadiré, que hasta el mismo canónigo D. Cristóbal Medina Conde, acérrimo defensor de los falsos monumentos de Granada, confesó que muchos reparos que contra su legitimidad le había puesto el señor Bayer, no los había oído a otro erudito, que eran muy fundados, como hijos de su grande ciencia y conocimiento práctico de monumentos de antigüedad, adquirido no sólo por la lección de los mejores autores de esta materia, sino también por el manejo de toda especie de documentos originales que ha visto en su famoso viaje a la Italia, y que a esto se llegaba su grande inteligencia de los idiomas hebreo, griego y árabe, tan conducentes para poder conocer a fondo los particulares y frases de la antigüedad (2). La posesión de tan pingües rentas como disfrutaba nuestro arcediano desplegaron de todo en todo su inclinación y liberalidad para hacer bien: él era el asilo de los infelices, el amparo de las doncellas, el apoyo de los ancianos, el bienhechor de los dolientes, el padre de los pobres; empleando gran parte de sus haberes en socorrerles, ya con dinero, ya con ropa que hacía tejer pro su cuenta, manteniendo con ello a varios jornaleros, fomentando de este modo la industria: estimulaba también a los estudiantes a la mayor aplicación, ofreciendo premios al que mejor trabajaba alguna disertación u oración latina sobre los útiles asuntos que les proponía (3); y satisfecho con una frugalidad poco común en hombres acostumbrados al fausto de las cortes, emplea sus riquezas en objetos mucho más importantes. El amor con que mira esta su escuela, el celo que abriga por los adelantamientos de sus patricios y las exactas ideas que posee acerca de los medios eficaces de conseguirlos, no le permiten ver con indiferencia que carezca de un auxilio tan oportuno como el de una biblioteca; no se le presenta otro camino de ocurrir a esta falta, que el de desapropiarse del inmenso depósito de todas las ciencias que a costa de expensas muy cuantiosas, de investigaciones, de fatigas, de solicitud incesante, había logrado adquirir en el prolijo periodo de sus peregrinaciones literarias. 

(1): Consta por el libro impreso en Madrid en 1781, intitulado: Razón del juicio seguido contra los falsificadores de monumentos &c... en Granada: página 12. 

(2): Página 209 del referido juicio antes citado.

(3): Véase la gaceta de Madrid de 13 de mayo de 1791, página 328, artículo de Valencia, en la que ocultando su nombre ofrece mil y quinientos reales al que desempeñe mejor los asuntos que propone.

¿Mas qué grandeza de ánimo no era menester para este generoso sacrificio? ¿Hay algún literato que no tenga puesto todo su corazón en aquellos libros que fueron siempre sus compañeros inseparables, sus más verdaderos amigos, sus más puras y halagüeñas delicias? Un solo pensamiento de alejarlos de sí le estremece, y mejor se desprendería de sus más preciosas alhajas que de este inestimable tesoro: lo más que hace es disponer de los libros para después de sus días, en beneficio de aquellos que quiere preferir; de esto podremos colegir el heroismo de nuestro Bayer al resolverse a enriquecer esta universidad con toda su biblioteca, objeto de sus delicias: todavía me parece veo brillar en su rostro la alegría al hacer este Don, al presentar a su patria un homenaje tan útil como decoroso. O día 27 de julio de 1785: día feliz; en que la madre patria recibe con ternura tan preciosa dádiva: día por cierto feliz: día que no podrán olvidar jamás los Fastos Valencianos. Autoriza el secretario de la ciudad la escritura de donación, y asisten a este acto el cabildo eclesiástico, los magistrados, militares, nobleza, el claustro de catedráticos, y sujetos distinguidos; celebrando en el día siguiente una misa solemne por este gran suceso, y felicidades de tan benéfico Mecenas; y en testimonio de su gratitud mandó la universidad hacer un busto de mármol al escultor de cámara D. José Esteve, y en 1787 lo colocó en su biblioteca con la siguiente inscripción:

FRANCISCO PEREZIO BAIERIO

ARCHIDIACONO ET CANONICO VALENTINO

A CONSILIIS REGIS ET SANCTIORI CVBICVLO

HISP. INFANTVM PRAECEPTORI PRIMARIO

ORDINIS A CAROLO III INSTITVTI EQVITI

BIBLIOTHECAE MATRIT. PRAEFECTO

DOCTRINA ERVDITIONE LINGVARUM PERITIA

CVM PAVCIS COMPARANDO

QVOD PVBLICVM COMMODVM SVO ANTEPONENS

BIBLIOTHECAM VOLVMINVM COPIA DELECTV

RARITATE INSIGNEM QVAM SIBI MVLTO AERE

VNDIQVE COMPARAVERAT VIVS VALENSQVE

PATRIAE DONO DEDERIT ET ACADEMIAE IN QVA

EDVCATVS ET LINGVAE HEBRAICAE PROFESSOR FVERAT

PERPETVO FRVENDAM TRADIDERIT

S. P. Q. V.

ACADEMIAE PATRONVS BENEFICII MEMOR

CIVI OPTIMO ET BENE MOERENTI

P.

REGNANTE IN HISPANIIS CAROLO III P. O. F

ANNO DOMINI M.DCCLXXXVII


Después con sumo cuidado la fue aumentando siempre con otras preciosas obras (1). 

(1): Al fin se pone un bosquejo de lo que era esta librería.

Enterado el rey de esta loable acción, concedió a nuestro Bayer la facultad de elegir durante su vida los bibliotecarios, y eligió a los doctores en sagrada teología don Domingo Mascarós, que luego fue pavordre de esta santa iglesia, en bibliotecario primero, con la cátedra anexa de historia literaria; y en segundos, a don Joaquín Bergón y Navarro con la de árabe, de la que tomó posesión en propiedad día 1.° de octubre de 1789, joven digno de más larga vida, y a don Juan Bautista Pérez Caballero, que murió canónigo magistral de esta catedral.

Ilustró igualmente su patria con muchos monumentos, así de su devoción, como de su amor a las bellas artes, pues a más de construir en las casas de Benicasim, a legua y media de Castellón de la Plana, que poco después por su liberalidad se formó en pueblo (y en el día tiene ochenta y siete vecinos con 309 habitantes), una magnífica posada, para comodidad de los viajantes, y honor del reino, que al presente sirve de casa de postas y parada de la diligencia; de haber invertido crecidas sumas en beneficiar aquellos campos y establecimientos, hecho edificar un templo dedicándolo a santo Tomás de Villanueva, y dotar un vicario en aquella parroquia prioral, para la asistencia espiritual de sus pobres habitadores, colocó en 24 de mayo de 1792 sobre el pecho del busto del mismo santo de esta catedral, la cruz de la real y distinguida orden de Carlos III, adornada con una piedra amatista guarnecida de brillantes, y pendiente de una gran cadena de oro primorosamente construida de florecitas afiligranadas, con sus juegos y enlaces que la hacían flexible, prenda del afecto del señor infante don Gabriel. Manifestó también su munificencia enviando en 1781 desde Madrid a la misma, por medio de su íntimo amigo el canónigo don Joaquín Segarra, una pintura de muy particular gusto del martirio de S. Lorenzo, original del célebre valenciano Francisco Ribalta, y una magnífica alfombra que hizo tejer en la real fábrica tapicería de aquella corte, con otras dos que dio en 1785 y 1787 para los días clásicos y más solemnes; y no contento aún con esto, entregó también un paño de brocado riquísimo con almohada y toalla para la adoración de la cruz del viernes santo; y en 11 de agosto de 1792 regaló otro de setí fuerte con realces de oro, el pie carmesí, circuido de una vistosísima cenefa de cerca de una vara de ancho, y a cada extremo de él una virtud de la virgen, tejida a la mayor perfección, y guarnecido de franja con doce borlas de oro, para la festividad de la Asunción de nuestra señora, que le costó cuatro mil trescientas diez libras, trece sueldos, diez dineros; con cuyo motivo el cabildo de esta iglesia, agradecido a tantos beneficios, por deliberación de 17 de agosto del mismo año celebró una misa solemne de gracias por su salud, con vuelo de campanas a las primeras oraciones y durante este acto sagrado. Costeó también la excelente estatua de mármol de santo Tomás de Villanueva, trabajada por el mismo escultor de cámara D. José Esteve, y se colocó sobre un pedestal y gradas que lo sostiene con una balaustrada que lo circuye, obra dirigida por el arquitecto D. Vicente Marzo, y permanece en la plazuela del convento del Socorro, extramuros de Valencia, con la siguiente inscripción compuesta por el señor Bayer, y entregó para ponerla en su pedestal, añadiendo los religiosos el año: 

DIVO THOMAE VILLANOVANO 

ARCHIEP. VALENTINO PAVPERVM

PATRI PRAESVLVM EXEMPLO

AGVSTINIANI

SACRA EXVVIAR EIVS CVSTODES

M.DCC.XCV.

Y aunque no pudo verla concluida, dejó cuatro mil trescientas treinta onzas de plata, y treinta y seis mil reales vellón para sus hechuras, y las de una estatua de plata de S. Vicente mártir, que en 24 de mayo de 1792 había ofrecido para que se colocase en su capilla en la iglesia metropolitana (1), y la pintura que le había de cubrir, cuyo borrador hecho por el pintor de cámara D. Vicente López, dejó aprobado con las primorosas estampas que mandó grabar para sus obras. Fue académico de honor de la de S. Carlos de Valencia, y de él se hace muy grata memoria en sus actas del año 1796; y tanto fue el amor que tuvo a sus patricios, que miró con mucho aprecio el ser individuo numerario de la real sociedad económica desde su creación, influyendo poderosamente en la corte para la aprobación de sus estatutos, hasta que logró ver consolidado tan útil establecimiento. Ocupado en tantas y tan grandes obras sin descontinuar sus trabajos literarios, dejando a los pobres por herederos de todos sus bienes, falleció en esta ciudad día 27 de enero de 1794, a las siete y tres cuartos de la noche, en la edad de ochenta y dos años, dos meses y quince días, con sentimiento universal de sus paisanos, de todos los eruditos y de los muchos indigentes, que le veneraban como a su verdadero padre; y aunque murió al mundo, quedará su memoria para ser en lo sucesivo una de las más sólidas bases sobre que se apoyará la gloria de nuestra nación, y vivirá eternamente entre los hombres, en tanto que estos conserven algún amor a las letras; y Valencia podrá siempre gloriarse de haber producido un literato verdaderamente singular, que tanto contribuyó al esplendor de nuestra patria; y por haber sido devotísimo de santo Tomás de Villanueva, fue enterrado en su capilla en la catedral, no pudiendo ser como dejó en su testamento en la de S. Vicente mártir, por no estar concluida su renovación que se hacía a sus expensas. Allí interinamente descansan sus cenizas, bajo una lápida dispuesta para cincelar en ella la siguiente inscripción, que hizo su amigo el canónigo D. Vicente Blasco, y es la siguiente:

(1): Fue su artífice Berardo Quinzá, maestro platero; tiene de alto seis palmos y medio: su peso es de dos mil ochocientas onzas de plata: en 15 de enero se hizo su entrega a la catedral, y en la tarde del 21 de dicho se puso de manifiesto en el presbiterio para la festividad del santo, que se celebra en 22 del mismo con procesión general, que no se verificó por la lluvia, pero se hizo el domingo 26. Para el día del señor, concluida su capilla, se colocó la imagen de mazonería del mismo santo, que sirvió para hacer la de plata, hecha por don José Esteve; y salió en la procesión del Corpus por primera vez en dicho año, en una custodia de plata del convento de santo Domingo, que absorbió la dominación francesa.

D. O. M.       

HIC QVIESCIT

IN SPE RESVRRECTIONIS

FRANCISCVS PEREZIVS BAIERIVS

ARCHIDIACONVS ET CANONICVS VALENTINVS

FILIORVM CAROLI III PRAECEPTOR

PRAEFECTVSQVE REGIAE BIBLIOTHECAE

DOCTRINA ERVDITIONE

LINGVARVM ORIENTALIVM PERITIA

SCRIPTISQVE VARIIS

CLARISSIMVS

BIBLIOTHECAM SVAM

LIBRORVM COPIA DELECTV RARITATE MSS

INSIGNEM

IN COMMVNEM CIVITATIS VSVM

VIVENS VALENSQVE

S. P. Q. ET ACADEMIAE VALENTINAE

DONAVIT

BENICASENSEM ECCLESIAM EREXIT

PASTOREMQVE EIDEM INSTITVIT

MARMOREAM STATVAM IN SVBVRVIO

THOMAE VILLANOVANO

ARGENTEAM IN ECCLESIA METROPOL.

VINCENTIO MARTYRI

DEDICAVIT

DENIQVE MORITVRVS

VT TOTVM SIBI SECVM THESAVRVM AVFERRET

PAVPERES HAEREDES INSTITVIT

VIR BONO PVBLICO NATVS

VALENTIAE III IDVS NOV. AN. M.DCC.XI

VIXIT AN. LXXXII MENSES II DIES XV


El mismo señor don Vicente Blasco compuso la siguiente 

ELEGÍA

In funere Francisci Perezii Baierii.

Quisquis ades, cineres venerare atque ossa sepulta

Baieri, et meritas fer tumulo inferias.

Tum lachrymas superadde pias, superadde dolorem,

Sitque tibi haec atris annumerata dies.

Baiero extincto ¿quis non fleat? Innuba Pallas

Roravit lachymis tristia busta viri.

Pierides etiam tanti post funus alumni

Flebile dumtaxat pangere carmen amant,

At lachrymas compesce tuas, compesce dolorem:

Non deerunt tanto praemia iusta viro,

Necquae diffundens tenebras praetervolat aetas

Baieri laudes nocte silente premet.

Aeternum resonabit eas Benecasia rupes,

Tuque Valentinae Bibliotheca Scholae

Ast allii extollant donaria; tu quod egenos

Ex asse haeredes scripserit in tabulis.

Non igitur doleas Baierum morte peremtum,

Hoc doleas, tales non superesse viros.


La universidad literaria, en agradecimiento a su liberalidad, hizo unas solemnes exequias, pronunciando el elogio fúnebre el padre maestro fray Facundo Sidro Vilarroig, catedrático de la misma. Séame ahora lícito decir, que en este corto diseño he hecho ver el tenor de vida de nuestro patricio: diseño rudo, diseño mal formado; pero que con pluma imparcial lo expresa la gratitud de mi corazón. Si la elocuencia de un Núñez, de un Pascual, de un Perpiñá, hubiese encarecido estos mismos hechos, ¡cuánto mayor realce hubiesen adquirido! Bástese no obstante la virtud a sí sola, y vea el mundo que no necesita de adornos ajenos el literato que une el desvelo con la prudencia, la entereza con la afabilidad, y que llena la carrera de las letras admirando y enseñoreándose al mismo tiempo del corazón humano, y con más razón aquel que procurando ser en un todo el esplendor y lustre de su patria, hace que esta se honre con tener un hijo, que aún después de muerto, la condecora con tan vastas y preciosas riquezas como las que nos dejó en sus escritos; y la ilustre sociedad, siempre agradecida a su memoria, se acuerda con placer de tan benemérito socio, ofreciendo premios para perpetuar su nombre en testimonio de su gratitud.

Ejus memoria in oblivione nunquam jacebit.

ÍNDICE HISTÓRICO DE LAS OBRAS DEL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON FRANCISCO PÉREZ BAYER, ASÍ MANUSCRITAS COMO IMPRESAS.

1. Instituciones de la lengua hebrea, manuscritas.

2. Origen de las voces españolas derivadas de las hebreas. Tres tomos en 4.° manuscritos. Ambas obras compuso por los años de 1745 y 1747, siendo catedrático de lenguas orientales en Valencia y Salamanca.

3. De Toletano hebraeorum templo.

Presentó esta disertación en folio manuscrita al señor D. Fernando VI, a quien la dedicó en el año 1742 por manos del padre Francisco Rávago, confesor del rey.

4. Reges Tharsis et Insulae, pro explanatione Davidici psalm: Deus juditium tuum da etc. ad amplissimum Almae Barcinonensis Ecclesiae Canonicorum Collegium Oratio postridie festum Sancti Lucae XIV. Kal. Nov. ann. salutis 1753. Se imprimió en Barcelona, por Pablo Nadal, en 4.°

Recitó esta oración después de haber tomado posesión del canonicato de aquella iglesia.

5. Índice de las antiguas monedas que poseía, manuscrito, que trabajó en el referido año 1753.

6. Diario del viaje a Italia de don Francisco Pérez Bayer, desde el día 9 de mayo hasta el 9 de agosto del año 1754. Dos tomos en 4.° manuscritos. El primero contiene el viaje desde Barcelona a León, Ginebra, Chambery, Turín, Génova, Milán, Brescia, Cremona, Mantua, Verona, Vincenza, Padua, Venecia y otras ciudades de su tránsito.

El segundo tomo tiene por título: Diario de su viaje a Italia, desde el día 10 de agosto hasta 17 de noviembre del año 1754, y lo dirigió por Venecia, Ferrara, Bolonia, Imola, Faenza, Rávena, Rimini, Pesaro, Ancona, Loreto, Foligno, Espoleto y otras ciudades de su tránsito hasta Roma. Manifiesta su contenido diciendo en el prólogo: “La descripción de ciudades, puertos y edificios famosos que suelen hacer el primer papel en otros diarios, en este ocupa ligeramente alguna de sus páginas, más con ánimo de amenizar la lectura, que de hacer una relación exacta. Otro cuidado me han debido los monumentos antiguos, los gabinetes, los museos, las bibliotecas, los varones doctos que he visto y tratado, sacando cuantas ventajas he podido, ya copiando enteramente los unos, y ya notando las preciosidades que contienen los otros, dibujándolas, e imitando el carácter de los códigos más raros y antiguos, y especialmente las noticias que he juzgado conducentes a nuestra nación en santidad y doctrina. En lo que toca a monumentos y especies literarias que he visto y aseguro como ciertas, si acaso errase, no merezco excusa ni la pido.”

7. Damasus et Laurentius Hispanis asserti et vindicati. Romae 1756 ex Typographia Josephi et Philippi de Rubeis. En 4.° mayor.

Animados los romanos del deseo de añadir a la serie de los más respetables de sus ciudadanos el nombre del invicto mártir san Lorenzo, recibieron con sumo placer la disertación que había publicado D. José Blanchini, presbítero de la congregación del oratorio, en la que quería probar, en virtud de un sacramentario que él había descubierto en Verona, que este santo fue romano; y otros también creían lo era san Dámaso, apoyándose en el francés Tillemont (1: Memoires pour servir à l'histoire ecclesiastique. Tomo VIII, artículo primero, hablando de este santo), despojando a España de la gloria de contar estos dos santos por hijos suyos. La noble empresa de luchar a la faz del universo con tan esforzados atletas, postrarlos, quitarles las armas y cantar la victoria, estaba reservada a nuestro Bayer, asegurando con esto a España la gloria de que se la quería defraudar. La pureza de estilo, la copia de erudición, el nervio de sus razones, al paso que cerraron la boca al partido opuesto, abrieron las de muchos varones que aplaudieron con entusiasmo esta disertación. El insigne Mamachi no dudó engrandecerla con los mayores elogios; el clarísimo Berti se conformó en todo con ella; el ilustre y laborioso Zacarías dio el asunto por demostrado: tanta fuerza tuvo la lógica y diligencia de nuestro crítico, y tanta fue su destreza en desenvolver el caos de la antigüedad, que superando los obstáculos del interés nacional, obligaron a los mismos italianos, a renunciar para siempre unas tentativas tan lisonjeras. 

8. De auctore sacramentarii Veronensis. Manuscrito.

De esta disertación nos da noticia el señor Bayer en las páginas 67 y 131 de la obra anterior, diciendo la tenía preparada para la imprenta. 

9. Regiae Bibliothecae Escurialensis M. S. S. Codicum latinorum et Hispanorum quotquot in ea hoc ann 1762 inventi fuere catalogus operum auctorumque in iisdem contentorum ad curatam seriem exhibens indicata unusquisque Codicis aetate et subjecto in ejus confirmationem characteris quo vetustiores atque insigniores codices constant specimine.

Son cinco tomos manuscritos, al tercero agregó los manuscritos hebreos; y el tomo cuarto, escrito en 1763, contiene el catálogo de los manuscritos griegos, con un extracto de ellos. 

10. Divina Magni Basili liturgia grecae et latinae cum notis. Carolo III. Hispaniarum et Indiarum Regi Catholico. E Regio Laurentiano Escurialensis Coenobio III. Kalend. Septemb. 1762.

Tradujo esta obra en latín, ilustrándola y adornándola con dos disertaciones: la primera tiene este título: Sitne Basilius verus liturgiae de qua agimus auctor; y la segunda: De notionibus charactere et aetate voluminis in quo habetur liturgia. Un tomo en folio manuscrito.

11. Confutación de la apología con que D. Cristóbal Medina Conde, canónigo de Málaga, intenta satisfacer a las dificultades que en 1765 le propuso y leyó en Toledo don Francisco Pérez Bayer, tesorero y canónigo de dicha ciudad, contra la legitimidad de los monumentos en la Alcazaba de la ciudad de Granada en el año 1754 y siguientes: van adjuntas muchas cartas escritas a los mayores sabios de Europa. Manuscritas. Se publicó un compendio de su dictamen, con el papel que le dejó Medina Conde, en que confiesa la fuerza de sus impugnaciones, y las cartas del benedictino Tassin, en la razón del juicio seguido contra los falsificadores de dichos monumentos. Imprimióse en Madrid, 1781, páginas de 202 a 216, con motivo de haberse pedido informe a nuestro Bayer para sentenciar este asunto.                            

12. En la traducción del Salustio, hecha por el serenísimo señor infante D. Gabriel, además de las notas que son de Bayer, hay una disertación que se le mandó escribir sobre el Alfabeto y lengua de los Fenicios y sus colonias, para ilustrar más bien aquel pasaje de Salustio en que dice: Ejus civitatis (Leptis) lingua modo conversa connubio Numidarum. De esta disertación se dice en las efemérides de Roma, que su autor hizo ver en ella, no tener igual, especialmente en este género de literatura (1: véase a Sempere: ensayo de una biblioteca española del reinado de don Carlos III. Tomo primero, página 195).

13. De Nummis Hebraeo-Samaritanis. Dissertatio Isagogica ad tractatum de Phenicum et Graecorum in Hispania Nummis quos incognitos vocant. Valentiae, ex officina Benedicti Monfort, 1781, en 4.° mayor, con muchas láminas grabadas a la mayor perfección. Convencido el señor Bayer de que así el idioma y alfabeto de los fenicios como el de los griegos derivaban del hebreo; su mucha pericia en esta lengua le franqueó el camino para la inteligencia de los caracteres de las monedas antiquísimas de España que llamamos desconocidas, y que nadie se había atrevido a descifrar hasta que don Luis José Velázquez escribió su Ensayo. Creyó que para tratar con solidez de los monumentos antiguos hispano-griegos o hispano-fenicios, y particularmente de estos, era preciso hablar antes de las monedas hebreo-samaritanas. Con esta mira recogió cuantas podían hacerle al caso, logrando con una asidua diligencia encontrar hasta treinta y una, cuyo cotejo, su vasta literatura y profunda meditación, le suministraron bastantes materiales para escribir la referida obra. Satisface en ella a los argumentos de Gerardo Tichsen, que en su libro de Nummis Hebraeorum tuvo la osadía de poner en duda y desechar las monedas samaritanas, como fingidas y acuñadas por impostores. Pero nuestro autor hace ver en qué tiempo se comenzó a tratar de ellas en el occidente, y después de varias observaciones habla de los escritores cristianos, advirtiendo que hasta el año 1500 de Cristo no tuvieron noticia alguna de estas monedas propias de su asunto.

De este libro hicieron un extracto con grande exactitud los redactores de las efemérides literarias de Roma de 30 de junio, 14 y 23 de julio de 1781, que corre también impreso en castellano. “La obra (se dice en ellas) es digna del mayor aprecio: la edición, no sólo por la limpieza, primor y buen arreglo de los caracteres, por lo igual y uniforme de la tinta, por lo blanco, terso y consistente del papel, por lo ancho de las márgenes, y en suma por todo el conjunto, es tan bella que, entre las ediciones que hasta el presente han llegado a nuestras manos (que han sido muchísimas, y las mejores), confesamos ingenuamente no haber visto alguna que le iguale... La obra por lo importante del argumento, por el estilo latino puro y uniforme, por el buen orden y método, por lo sólido y robusto de los raciocinios del ilustrísimo autor, por su juiciosa crítica, profunda, vasta y admirable erudición que en todas partes resplandece, es superior a toda alabanza... y según su autor ha de servir de introducción al grande tratado que pensaba publicar sobre las monedas hispano-fenicias, e hispano-grecas, que vulgarmente llaman desconocidas.”

Está dividida esta obra en once capítulos, a los que precede un prólogo.      

14. Diario del viaje desde Valencia a Andalucía hecho por D. Francisco Pérez Bayer en 1782. Dividido en dos partes. Manuscrito.

La primera contiene su historia, y copias de las inscripciones y monumentos antiguos que había examinado en las ciudades de S. Felipe, Gandía, Denia, Alicante, Nueva Tabarca, Cartagena, Lorca, Vera, Almería, Guadix, Baeza, Jaén, y en las villas de Martos, Porcuna, Montoro, el Carpio, y otros lugares de su tránsito, con algunas observaciones pertenecientes a la geografía de España.

En la segunda parte, que intituló: Diario del viaje de Andalucía y Portugal, prosigue su historia, y copia las inscripciones y monumentos que había hallado en Córdoba, Antequera, Málaga, Carmona, Marbella, S. Roque, Campo de Gibraltar, Algeciras, Tarifa, Medinasidonia, Cádiz, Puerto-Real, Puerto de Santa María, Jerez de la frontera, San Lucar (Sanlucar), Lebrija, Riotinto, Aroche, Moura en Portugal, Beja, Évora, Lisboa, Mafra, Estremoz, Ellvas, Badajoz, Mérida, Trujillo, hasta Madrid y otros lugares de su tránsito.

15. Bibliotheca Hispana Vetus, sive Hispani scriptores qui ab Octaviani Augusti aevo ad annum Christi M. D. floruerunt. Auctore D. Nicolao Antonio... Curante Francisco Perezio Baierio Valentino, Sereniss. Hisp. Infantum Caroli III. Regis filiorum Institutore primario Regiae Bibliothecae Palatino-Matritensis Praefecto qui et Prologum et Auctoris Vitae epitomen, et notulis adjecit. Matriti, apud Viduam et haeredes D. Ioachimi Ibarra, 1788. Dos tomos en folio mayor. Desde que le nombró su majestad por bibliotecario mayor, se propuso el Sr. Bayer aprovechar el privilegio concedido a la real biblioteca, y seguir el proyecto de su antecesor D. Juan de Santander, de reimprimir la de D. Nicolás Antonio, continuó publicando la biblioteca vetus, que exornó en la parte más abstrusa de nuestra literatura, aclareciendo muchos puntos arduos, esparció en ella una luz inextinguible. Extendióse gustoso en lo perteneciente a la gloria de sus caros compatriotas; y como sabía muy bien que nada le era más grato al Sr. D. Carlos III, que el engrandecimiento del nombre español, colocó a los pies del trono, y a nombre de la biblioteca real, una sencilla y majestuosa inscripción, puesta bajo su retrato, que grabó con tanto primor el valenciano Francisco Selma, y va al frente de la obra, la que amenizó con variedad de noticias, de historia, de geografía, cronología, etimología y antigüedades romanas, evitando al lector el tedio que en semejantes escritos suele causar la sequedad de especies meramente literarias. Refiere también algunos sucesos de la vida del autor, averigua el año cierto de su muerte, y vindica su memoria de algunas emulaciones, colocando al fin de cada siglo los autores, tanto cristianos como hebreos, omitidos por aquel bibliógrafo. Sin embargo de todo esto advierte el Sr. Bayer al principio del prólogo, que por la brevedad en publicar la biblioteca antigua, merecía aquel estudio y trabajo la consideración de una obra improvisada.

16. Confictis Granatensibus monumentis anno 1754 ac deinceps detectis atque in lucem prolatis Synopsis historica. Matriti, apud Viduam et haeredes D. Ioaquimi Ibarra, 1789, en 8.° mayor. Se publicó sin nombre de autor.

17. Francisci Perezii Baieri Archid. et Can. Valent. Seren. Hispan. Infantum Caroli III. Regis filiorum Institutoris primarii, R. Bibliothecae Matrit. Praefecti, Nummorum Hebraeo-Samaritanorum Vindiciae. Valentiae Edetanorum ex Offic. Monfortiana, 1790. Un tomo en 4.° mayor, dedicado al Sr. D. Carlos IV.

Hermosa edición, en un todo igual a la antes citada de Nummis... Hizo tal confianza el Sr. Bayer de D. Joaquín Bergón, catedrático de árabe, que teniendo que ausentarse de esta ciudad, le confió la corrección de esta obra, como él mismo lo dice en el prólogo de ella. El resentimiento y la emulación alentaron a Tychsen, sabio alemán, para que intentase desvanecer el mérito de nuestro Bayer, dando por supuestas las monedas de que habla en el artículo 12. No debe extrañarse esta contradicción y enojo, pues que en el prólogo de la obra de Nummis había impugnado la del alemán, que intituló De nummis hebraeorum, que se lisonjeaba haber demostrado la falsedad de las monedas samaritanas. Resentido Tychsen, dio a luz una refutación de los argumentos que le oponía nuestro Bayer; traducida al castellano por uno de sus émulos, se imprimió y divulgó en Madrid y otras partes de España. Este acaloramiento dio ocasión a algunas contestaciones entre ambos literatos; pero como Tychsen por una parte rehusaba entrar en discusión, y por otra dejaba correr libremente sus escritos, impugnando la legitimidad de dichas medallas, vióse precisado el Sr. Bayer a escribir sus Vindicias, en que después de referir puntualmente todo lo ocurrido, y los artificios con que Tychsen y sus parciales habían procedido en el asunto, demuestra con nuevos argumentos la autenticidad de las medallas hebreo-samaritanas; establece las reglas que se han de tener presentes para juzgar bien en orden a su legitimidad o ilegitimidad, y distinguir las verdaderas de las falsas, mereciendo un nuevo aprecio en dar a luz otras medallas descubiertas después; siendo otras tantas pruebas de la fe que merecen estos raros y preciosos monumentos de la antigüedad. No fue de poca gloria para el Sr. Bayer, que un hombre tan erudito en la ciencia numismática como Juan Cristóbal Rasche, que publicó en Lipsia un diccionario universal de ella en siete tomos en 8.° mayor, en el séptimo impreso en 1789, trata muy a la larga de las medallas samaritanas y de los que han escrito de ellas; impugnando a los que las han tenido por fingidas, y entre ellos a Tychsen, haciendo al mismo tiempo un bien ordenado compendio de la obra de Nummis de nuestro autor.

18. Legitimidad de las monedas hebreo-samaritanas, confutación de la diatriba de nummis hebraicis de D. Olao Gerardo Tychsen, consejero del duque de Mecklenburg, profesor de lenguas orientales, y primer bibliotecario de la universidad de Rostoch (Rostock) etc. Escribióla D. Francisco Pérez Bayer. Valencia, por D: Benito Monfort, 1793, en 8.° mayor. 

La muerte no le dejó ver en el público sus tareas sobre las medallas fenicias y griegas, ni otras que estaban ya destinadas a la prensa, como son:

19. Extractos de la biblioteca del escorial. Un tomo en folio manuscrito.

20. Anecdota greca. Dos tomos en 8.° manuscritos.

21. Urbium et Populorum, item Fluviorum, et Montium veteris Hispaniae nomenclatura, è veteribus geographis et poetis, tum graecis tum latinis collecta. Un tomo en folio manuscrito.

Es un diccionario de los nombres antiguos de ciudades, pueblos, montes, ríos de España &c.

22. Typographi Valentini et Valentinenses, quorum extat mentio apud Vincentium Ximenum in praeclaro Bibliothecae Valentiane opera: ab ipsis fere artis typographicae cunalibus, certe ab anno 1484 ad 1748. Manuscrito. Es un tomo en folio todo de letra del autor, que trabajó a principios del año 1776, estando en el real sitio del Pardo. No se comprenden en ella todos los impresores valencianos y libros publicados en Valencia, sino sólo aquellos de quienes habló D. Vicente Ximeno. 

23. Discurso sobre el sitio de la antigua Munda.

Está impreso al fin del tomo 9 de la historia de España del P. Mariana, edición de Monfort de 1796 en folio, y tiene este título: Carta que sirve de ilustración al lugar de Mariana, tomo 1, libro 3, capítulo 20, página 293. Su fecha es en Madrid 21 de marzo de 1792. Quería el Sr. Bayer refundirla a manera de disertación, pero murió antes. Prueba la incertidumbre del sitio en que se dio la célebre batalla de Munda, para demostrar así la equivocada opinión que había adoptado Mariana siguiendo a otros varios historiadores, deslumbrados por el sonido del nombre del pueblo Munda.

24. De la voz Granada. Conjeturas acerca de su etimología, y del tiempo en que comenzó a llamarse así la ciudad de este nombre, en 4.° manuscrita.

25. Apéndice a la obra intitulada: Marmora Taurinensia, en 4.° manuscrita.

26. Historia de los colegios mayores. Cuatro tomos en folio manuscritos.

27. Representación al rey sobre el mismo asunto, que intituló: Por la libertad de la literatura española: representación al rey D. Carlos III, Pío feliz Augusto. No pudo el Sr. Bayer mirar con indiferencia que estos colegios, que habían dado a la iglesia y a la monarquía varones insignes en santidad y doctrina, tanto crédito a los tribunales de justicia, y honor a los principales empleos, hubieran sufrido una gran decadencia, y contra el tenor de las constituciones que les habían dado sus sabios fundadores, se hubiesen introducido muchos desórdenes y abusos, y así trabajó estas dos obras descubriéndolos, deseoso de que se remediasen, y pudieran elevarse los colegios al alto grado de esplendor que anteriormente tenían. Para esta representación en dos tomos en folio manuscritos en poder de D. Domingo Bayer y Segarra, del consejo de su majestad, alcalde honorario de la real casa y corte, sobrino del autor.

28. Etimologías de la lengua castellana, en 4.° manuscrito.

29. Excerpta Escurialensis, en folio manuscrito.

30. Refundió, examinó, coordinó, y también acrecentó con muchas notas dignas de su exquisita y profunda literatura, erudición y juicio los: Apéndices que trabajaron los Sres. D. José Ortiz, y D. Lorenzo Tadeo Villanueva, con algunas notas al tomo séptimo de la obra del Mariana, antes citado, de la edición de Monfort.

31. Disertación acerca de los códices, pinturas, diplomas y demás monumentos antiguos, que se conservan en la iglesia primada de Toledo. Año 1752, en 8.° manuscrito.

32. Elogios de los españoles ilustres. Roma, 1756, manuscritos.

33. Diarios de los viajes, y principalmente los que comprenden los años 1771 hasta 1777. Cuatro tomos en folio, que siguen a los dos del memorial citado al número 27.

34. Antigüedades españolas: obra no concluida, un tomo en folio manuscrito.

35. Cartas a Benedicto XIV. á Orsi, Mamachi etc. Doce volúmenes.

36. Índice de las obras del Sr. Bayer, que escribió en 1789.

Se conserva una copia escrita por su mano en la biblioteca real, que dejó siendo su bibliotecario.

37. Tratado de las monedas españolas antiguas desconocidas: obra que no concluyó.

Para que el lector pueda hacerse cargo de lo grandioso de la dádiva de su librería hecha a esta universidad, copiaremos lo que dice D. Martín Fernández de Navarrete en la página 132 de su obra: Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV... Madrid, imprenta real, en 4.° y es lo siguiente: “De las bibliotecas de Valencia nos han comunicado el Sr. D. Mariano Liñán, pavordre de teología de aquella universidad, y bibliotecario que fue de ella y catedrático de árabe, la siguiente noticia que copiaremos a la letra.” - “Las bibliotecas de la universidad y del arzobispo de Valencia fueron abrasadas y enteramente consumidas el día 7 de enero de 1812 por las bombas, en el sitio que puso a la ciudad el mariscal Suchet.” La biblioteca de la universidad se componía de la que el Sr. Bayer dio a la ciudad, patrona de la escuela, para uso de la misma en 27 de julio de 1785, y de varias adquisiciones que hizo el claustro, en especial de los libros y manuscritos de D. Juan Bautista Muñoz. El número de sus volúmenes ascendería a veinte y siete mil, de los cuales pertenecían a la biblioteca Bayeriana veinte mil. Se distinguía esta por la elección, por el gusto, y por el lujo en ediciones y encuadernaciones. Era abundantísima la colección de Biblias, pues además de las políglotas de Cisneros, Arias Montano, Lejay y de Walton, se encontraban doce biblias españolas, desde las dos de Ferrara primitivas, hasta la última hebreo-española de Amsterdam, las tres de Roma de 1592, 93 y 98, y una colección muy apreciable de hebreas, griegas, arábigas, siriaca y arménica (armenia), y de versiones en las lenguas principales de Europa, como en la francesa, italiana, inglesa, portuguesa, holandesa, alemana, sueca y grisona; siendo apreciasble esta última, aunque de impresión moderna, por el idioma en que está escrita, que tiene mucho parentesco con el lemosín o antiguo valenciano, de cuyo idioma se conservaba una versión de los salmos hecha por Juan Ruiz de Corella (1).


(1): Esta traducción la encontró en la librería reservada del Santo Oficio de esta ciudad el inquisidor mayor D. Matías Bertrán, y consiguió del Sr. Arce, inquisidor general, licencia para colocarla entre los libros prohibidos de la biblioteca de la universidad. Es obra tan rara, que no hablan de ella ni D. Nicolás Antonio en su biblioteca, ni el Sr. Bayer en las notas, ni Rodríguez ni Ximeno en sus bibliotecas valentinas. Por cuya razón copié el título, que es: “Psalteri trellat de lati en romanç, per lo reverent Mestre Corella.” - Y al fin dice:”Açi feneix lo Psalteri aromançat (arromançat) per lo reverent Mestre Johan Roiç d'Corella, mestre en sacra teología. Corregit è fielment smenat per Johan Fernando de Guivara, prevere. Emprentat en Venezia per Mestre Johan Herteiog (Hertzog), tudesch, á XXX dies de Abril, any de la Nativitat de nostre Senyor Deu Jesu Crist mil è CCCCLXXXX. Laus Deo.” En esta última temporada que estuve en Madrid vi un ejemplar en la biblioteca real, que tal vez será el único que se conserva en España, y la he encontrado después citada por Méndez en su Tipografía Española. (Nota del Sr. Liñán. Véase la biblioteca valenciana, tomo 1, página 43.)        

Hallábanse las mejores ediciones de los concilios generales, de los de España, de Francia, de Inglaterra, Alemania y otras. Era muy completa la colección de los padres y escritores eclesiásticos. Estaban todas las obras publicadas por la congregación de S. Mauro, y muchas de ediciones anteriores; todos los tomos de los Bolandos, y la Bibliotheca Veterum Patrum, con su aparato. En el ramo de antigüedades, se veían las griegas y romanas de Grevio, Gronovio, Mazochi, Gori, Muratori, Montfaucon y otros; las hebreas de Ugolino, cuarenta y dos tomos de la historia bizantina, con los raros libros de Gesta Dei per Francos, y la gran conquista de ultramar. Hallábanse completas las actas de la real academia de las ciencias de París, las de Lipsic, Berlín, San Petersburg, Bolonia, Dijon y otras: el diario de los sabios, el tesoro de inscripciones y bellas letras, los viajes del abate Prebost, y los nuevos y últimos descubrimientos, con otras obras del mismo objeto; varios y escogidos diccionarios, así históricos como técnicos, y algunas obras misceláneas de suma erudición. Era muy numerosa y escogida la colección de obras sobre la historia natural, con primorosas estampas, en la mayor parte iluminadas, como las de Seba, Catesby, y Buffon; la descripción de los insectos de Colonia, de las plantas americanas, y casi cuanto se conoce en este ramo en que han sobresalido los extranjeros modernos; y además las obras de Dioscórides, de Ulises, Aldobrando, y de otros escritores que llamamos antiguos. Adornaban también la biblioteca muchas obras de teología, de jurisprudencia civil y canónica, de física, de medicina, de matemáticas, de arte militar, de náutica, la colección llamada Artes y Oficios, la física sacra, o historia natural de la biblia de Juan Jacobo Scheuzers con láminas; varios viajes pintorescos, muchas obras de numismática, diferentes actas, varios grabados, como la columna de Trajano, las batallas de Alejandro; algunas obras de veterinaria, entre ellas una en francés de magnífica impresión. De los autores clásicos griegos y latinos no faltaba uno, y estaban completas las colecciones ad usum Delphini; las de Jack, las de los Elzevirios, las de Lipsic, y las ediciones de Burmau y Drakembore. Había mucho perteneciente a la historia general de España y de Indias, y a provincias y ciudades particulares, libros raros escritos en castellano y lemosín, y una grande colección de las mejores bibliotecas sagradas, profanas, generales y particulares, tanto antiguas como modernas, griegas, latinas, arábigas, y de gran parte de los pueblos y provincias de Europa; varias obras de rabinos, impresas unas en castellano, otras en hebreo, y el Talmud. Como el Sr. Bayer consiguió licencia del inquisidor general para que la biblioteca pudiera adquirir y retener toda especie de libros prohibidos, se encontraban casi todos los de los impíos del siglo pasado y de los heresiarcas de los anteriores. Finalmente había como unos doscientos volúmenes impresos antes del 1500. El más antiguo era un Cicerón de Officiis, publicado en 4 de febrero de 1466 por Juan Fust o Fausto (Faust), uno de los inventores del arte de la imprenta, cuya edición es la misma que la del año 1465, y dos ejemplares del Salustio impreso en Valencia en 13 de julio de 1475. Se conservaban las obras trabajadas por el Sr. Bayer y no impresas, todas de letra del mismo; a saber: de Toletano hebraeorum templo, índice y explicación de las monedas antiguas que poseía, un tomo en 4.° de etimologías de la lengua castellana, una gramática hebrea, dos tomos en 4.° de su viaje a Italia en 1754, en que hablaba principalmente de los monumentos antiguos, de los gabinetes, de los museos, de las bibliotecas, y en el cual había recogido cuantas noticias juzgó conducentes a la España, y a sus varones ilustres en santidad y doctrina; una disertación de auctore sacramentarii veronensis, cinco tomos en folio de los manuscritos hebreos, griegos, latinos y castellanos de la biblioteca del Escorial, la liturgia de S. Basilio, traducida al latín, con dos disertaciones, la una sobre si S. Basilio era su verdadero autor, y la otra sobre el carácter y el tiempo en que se escribió el manuscrito; un tomo en 4.° contra la legitimidad de los monumentos descubiertos en la alcazaba de Granada en 1754; dos tomos en 4.° del viaje en 1782, el primero contiene el viaje desde Valencia a Andalucía, y el segundo el de Andalucía y Portugal. En la academia de la historia ha de haber una copia de este viaje. Un tomo en folio intitulado: Excerpta Escurialensia. Dos en 8.° Anecdota graeca. Uno en folio Urbium et populorum, item fluviorum et montium veteris Hispaniae nomenclatura, è veteribus geographis et poetis tum graecis tum latinis. Uno en 4.° de la voz Granada, y conjeturas acerca de su etimología, y del tiempo en que empezó a llamarse así. Apéndice de la obra intitulada: Marmora taurinensia. Seis tomos en folio sobre los colegios mayores, los tres primeros contienen una representación al rey, y los otros tres el diario de los años 1771, 72, 73, 74, 75, 76 y 77, y setenta legajos de apuntaciones, notas, observaciones y una que otra disertación. Se conservaban también varios códices manuscritos bastante antiguos de la Biblia hebrea, otros de rabinos en hebreo y en castellano con caracteres hebreos, otros árabes, y muchos castellanos, y monedas antiguas de varias clases. Formaban el fondo de la biblioteca de Muñoz, libros de humanidades, filosofía e historia. Entre sus manuscritos había una impugnación de la respuesta de Pozzi, muchas y recónditas noticias pertenecientes a Luis Vives, cuya vida pensó escribir; varias apuntaciones relativas a la historia literaria de España; una lógica en latín, que era el primer tomo del curso de filosofía que empezó a trabajar, y lo abandonó para atender a la historia del Nuevo-Mundo; varias cartas latinas; una vida suya puramente literaria, y otras muchas cosas que no tengo presentes.

BIBLIOTECA VALENCIANA.