Capítulo 6.
Victorias de Escipión, destrucción de Atanagria, y Ausa, y prodigios.
Vencido, y muerto Leonero, ajustado Escipión con los Ilergetes eligió pasar a Ausa contra Amusito que era el gran amigo que tenía dentro de Cataluña Asdrúbal: avisado Amusito por sus espías pidió socorro a los Jacetanos de Jaca, los cuales entraron por Cataluña con algunos Ilergetes que se les juntaron hasta veinte mil hombres, que juzgaron pasar a Ausa, no teniendo embarazo en el camino, esperanzados en su valor, y robustez, y no menos en los hielos, y nieves de aquel tiempo juzgándoles intolerables a los romanos (N. E. pues imaginaos a los africanos musulmanes que entraron en el 711 D. C.); pero estos burlaron su confianza, no descuidados como juzgaban los Jacetanos, y prendieron a los que iban con el aviso a Ausa del socorro, y del modo con que se había de introducir, entendiendo de los tales la venida del ejército de Ilergetes, y Jacetanos.
El ardid para introducir el socorro era, que a la noche saliesen los del pueblo a poner fuego en el Real del enemigo, y que los Jacetanos a un tiempo darían sobre los romanos, y se encaminarían a la plaza: entendido el ardid, mandó salir Escipión de las líneas nueve mil catalanes (N. E. con sus correspondientes nueve mil barretinas rojas), y salió él mismo con mil romanos puestos en celada, y encubiertos hacia el lugar por donde habían de pasar los Jacetanos para lograr su intento: llegaron estos alentados, dieron los encubiertos en los descuidados, les rompieron, y hay quien dice que murieron dos mil, otros doce mil (N. E. diez mil arriba, diez mil abajo); no es nada la diferencia, lo cierto es, que los Jacetanos escaparon por las montañas, y les valieron los pies para su defensa. (N. E. Quien no conozca esa zona, que vaya, y use los pies, y verá qué buen sitio para escaramuzas, sobre todo en invierno.)
Vencido el socorro, volvió Escipión a su Real, se halló quieto por no haber salido los de la plaza ignorantes del designio, por no saber de los amigos, ni haber visto la seña ajustada.
Bien juzgó Escipión, que faltando socorro se rendirían los cercados, pero no usaba en aquellos tiempos, en que más fuertes se defendieron, y en varias surtidas (salidas) dieron que merecer a los romanos: intentaron los cercados quemar los cuarteles del enemigo, pero la nieve que era copiosa, apagó, o no dejó prender el fuego.
Estrecharon más los romanos el asedio, y avanzaron en daño de la plaza, con que desesperado Amusito de poder mantenerla, salió de Ausa, y pasó a Cartagena, donde se hallaba su amigo Asdrúbal: desamparada Ausa de su caudillo, convino con los romanos, y se entregó la plaza, asegurados honor, vida, hacienda, privilegios, y leyes con que se gobernaba.
Entraron algunas compañías de romanos dentro, con pretexto de defenderla de los enemigos, se dieron las arras, y algunas monedas, para los gastos de la guerra, y quedaron los de Ausa confederados con los romanos. (1)
Bueno fuera entender qué ciudades son estas, de Ausa, y (Atana-nagria) Atanagria: lo más seguido es que sean Vique, y Manresa: otros que Tarraga (Tárrega), o Sanahuja: y hay quien diga que fueron ciudades de Navarra, lo dejo a la discreción; lo cierto es que el nombre de Ausa concuerda con Ausonia que es Vique; y Manresa es antiquísima, como hemos visto (Minorissa), y se hallan obras grandes de los romanos en ella, porque los puentes de un collado a otro de la acequia de la agua de Llobregat que se toma dos leguas antes en Sellent, el puente sobre Cardener, la torre del Breny, que es como la de los Escipiones, de que se hablará, dan señas de la grandeza romana, y del aprecio de la ciudad, y puede ser fuesen las dos nombradas; pero de Manresa lo dudo, por juzgarla con lo referido favorecida, y no derruida por los romanos.
Pasado algún tiempo, se disgustaron los romanos con las nombradas ciudades, y estas apartándose de los romanos les movieron cruda guerra, y los de Atanagria degollaron la guarnición: acudieron los romanos con su ejército a la venganza, asediaron a Ausa, y después
de varios lances la entraron, y destruyeron de forma, que sólo quedó una calle, y por ella en latín se nombró Vicus, y en catalán Vique (Vich, Vic).
Mayor fue la ruina de Atanagria derribada hasta los cimientos, como si no hubiese habido pueblo, llamando al lugar Manurrassa, y en catalán Manresa, y esto es de Beuter: y puede ser que de Hércules le quedase el nombre de Minorissa, que se olvidó, y por la ruina la llamasen Manurrassa; pero no obstante, la estimación que los romanos hacían de Manresa, y los favores que de ellos recibió se oponen al sentir de Beuter; pero pueden ser las memorias, y favores romanos después de la reedificación de Manresa.
Victorioso Escipión se fue a Tarragona para descansar, la aumentó, y dividió el despojo de los vencidos entre los catalanes, y romanos que le seguían: sacó a los soldados de la ciudad, por ocasión de las riñas que tenían con los paisanos, les mandó residir en sus pabellones, y tiendas, quedando la ciudad quieta, y aliviada.
Sucedió esto, hasta todo el año antes de Cristo 215, en el cual sucedieron horrendos prodigios en Cataluña, en el aire, y tierra: se oyeron en el aire tristes gemidos, y golpes como de armas, y soldados, que peleaban: aparecieron formidables fantasmas, y espantosas visiones: en la tierra hubo partos monstruosos de ganados, y otros brutos (N. E. de ahí vienen Oriol Junqueras, Albert Pla, Roger Torrent, etc.): algunas fuentes dieron sangre por agua: todo fue terror de la Provincia, que aturdida recurrió al sacrificio de los fingidos Dioses. (2)