https://fr.m.wikipedia.org/wiki/Siegfried_et_le_Limousin
https://www.criticadelibros.com/drama-y-elemento-humano/sigfrido-y-el-lemosin-jean-giraudoux/
Siegfried et le Limousin
Novela de Jean Giraudoux (1882-1944), publicada en 1922, a un año de distancia de Susana y el Pacífico (v.); fue el primer gran éxito y a la vez la primera afirmación completa del singular arte narrativo del escritor.
El joven escritor francés Forestier, durante la guerra mundial de 1914-18, a consecuencia de una bomba, es encontrado por los enemigos completamente desnudo y sin sentido en el campo de batalla. Recobra el conocimiento en un hospital; no se acuerda de nada, ni de sí mismo, ni de su idioma; habla alemán, le creen tal y él mismo se lo cree. Su capacidad de escritor ha quedado intacta, quizá todavía algo más aguda; en el desorden de la inmediata postguerra se da a conocer con sus escritos, que firma con el nombre de Siegfried, y llega a ser una de las personalidades más famosas de su país de adopción.
Sin embargo, va descubriendo lentamente en sí mismo, con gran estupor, ideas que no son las suyas habituales, que se dirían residuos de una mentalidad absolutamente distinta, y que aparecen de un modo imprevisto en sus escritos, contrastando con el resto. Gracias a ello, un antiguo amigo, reconociendo en las obras de Siegfried von Kleist el estilo de Forestier, consigue reconstruir la verdad y persuadir al mismo protagonista, quien abdica entonces de su vigorosa y célebre, aunque ficticia personalidad de Siegfried, para volver a ser un buen y modesto lemosín. Hay que notar que durante la narración no asistimos nunca al desarrollo de los hechos : llegamos a adivinarlos a través de una serie de evocaciones más bien fragmentarias de los estados de ánimo del protagonista.
Esta manera completamente interior favorece singularmente el estudio del caso de desdoblamiento de personalidad, que da un primero y superficial interés a la historia. Pero el verdadero argumento es otro: consiste en la paciente reconstrucción que el protagonista realiza, sobre pocos datos imprecisos, sobre imprevistas iluminaciones fantásticas que brotan de la oscuridad del subconsciente, llegando a redescubrir su antigua personalidad. Descubrimiento que es también una verdadera creación, una creación original, de una realidad espiritual más auténtica y valedera que la primitiva, que era sencillamente naturalista, pura crónica. Y la peripecia de su Forestier no es, según el autor, más que la exacta proyección de la secreta labor de su arte narrativo, para llegar a la completa realización de sus principios. El mundo en que viven sus personajes tiene, en efecto, una realidad suya ideal, que acepta como materia los sueños sentimentales de todo romanticismo, pero que se construye según una lógica rigurosa, con formas intelectualistas, y ofrece los principios para interpretar de la manera más certera el mundo exterior, influyendo incluso sobre éste. De aquí los característicos procedimientos y la sorprendente originalidad del estilo de Giraudoux; una cantidad de notaciones particulares muy agudas, de salidas picantes y desconcertantes, y observaciones epigramáticas de las que brotan delicadísimas efusiones líricas.
El mismo autor hizo de su libro una comedia con el título de Sigfrido [Siegfried] que tuvo un gran éxito (1928), dando comienzo a la afortunada carrera teatral de Giraudoux.
Aplicando al teatro, por las mismas exigencias de la técnica escénica, su original estilo, éste resultó más sencillo y directo, guardando intactas sus capacidades de sugestión poética; mientras que, por otro lado, sus personajes, quizá demasiado esquemáticos y lineales en la novela, parecen adquirir mayor vida y adaptarse mejor al necesario simplismo de los personajes teatrales.
M. Bonfantini,
Los amantes de las clasificaciones ven en Giraudoux un restaurador de aquel preciosismo que Brunetiére iba persiguiendo y extirpando, como un jardinero hace con la grama, de los parterres de la literatura francesa. Otros, con intuición más fina, evocaron a propósito de Giraudoux la Edad Media, un retomo más allá del Renacimiento. Y en efecto, el héroe habitual, el héroe favorito, ingenuo y milagroso de sus novelas, parece verdaderamente una especie de Lanzarote del Lago.
Occitan