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DEL ORIGEN Y FORMACIÓN DE LA LENGUA CASTELLANA

LIBRO PRIMERO (de la biblioteca histórica filología castellana )

DEL ORIGEN Y FORMACIÓN DE LA LENGUA CASTELLANA

1540.

1. Diálogo de la lengua por Juan de Valdés. Dos códices se conocen de esta preciosa obra. Uno se halla en la Biblioteca Nacional de Madrid: lleva la signatura X-236; consta de 96 hojas útiles; es copia de otras copias, y además le faltan dos hojas, la 79 y la 83. El otro lo guarda el Museo Británico de Londres, y es la copia que mandó sacar Mayans para publicarla en los Orígenes de la lengua española.

Se han hecho las impresiones siguientes:

I. Diálogo de las lenguas Marcio, Valdés, Coriolano, Torres.

Publicado por D. Gregorio Mayans y Siscar en el tomo II de sus Orígenes de la lengua española: Madrid. 1737, en 12:, págs. 1-178 del tomo II.

Mayans en el tomo I de dicha obra, páginas 179 y 180, escribe lo siguiente:

La Copia de este Diálogo que me ha servido de original, en su impresión, es la misma que tuvo el más diligente i más curioso de quantos Historiadores ha tenido España hasta el día de hoi, Gerónimo Zurita; de la qual copia hizo mención el Dotor Juan Francisco Andrés de Ustarroz en los Progresos de la Historia del Reino de Aragón, que añadió i publicó el Dotor Diego Josef Dormer, Arcediano de Sobrarve, en el cap. IV, donde se trata de Los Vestigios de la Librería Manuscrita de Gerónimo Zurita, núm. 27, cuyas palabras son estas:
Diálogo de las Lenguas. Es obra mui curiosa y digna de la estampa por ofrecerse en ella muchas Reglas para hablar con perfección la Lengua Española. Escriviose en tiempo del Emperador Carlos V, i guarda este Manuscrito el Conde de San Clemente.
Después fué a parar en la Librería de un Librero de Zaragoza con otros Libros manuscritos mui preciosos, los quales compró el Bibliothecario Mayor del Rei nuestro Señor en el mes de Marzo de este presente Año 1736. En este manuscrito faltaba una hoja, que con ninguna diligencia he podido suplir; porque aunque de paso vi en la Real Librería de San Lorenzo una copia deste Diálogo, provablemente es un traslado de ésta, como lo indica el carácter de la letra mucho más moderno i el faltarle lo mismo, y además de esso la primera hoja. Acudí a los Índices, i en ellos no pude rastrear indicio alguno del nombre del Autor.

Según se ve, d. Gregorio se valió del ms. de la Biblioteca Nacional, al que no le faltaba entonces más que la hoja 83.

2. Diálogo de la lengua (tenido
ázia el A. 1533) i publicado por primera vez el año de 1737. Ahora reimpreso conforme al MS. de la Biblioteca Nazional, único que el Editor conoze. Por Apéndice va una carta de A. Valdés. ... Madrid: Año de 1860. Imprenta de J. Martín Alegría. Paseo del Obelisco, número 2 (Chamberí). 8.°, LIII, 205, 71 págs.

Forma parte de la Colección de reformistas españoles de D. Luis Usoz y Río, quien ilustró el Diálogo con una introducción y 1.084 notas sobre variantes relativas a la edición de Mayans principalmente.
Esta edición de Usoz es correctísima. Cuando la hizo, ya le faltaba al ms. de la Biblioteca Nacional, además de la hoja 83, la 79.

Pone como interlocutores a Martio, Valdes, Coriolano, Pacheco, Torres, aunque considera a estos dos últimos como uno mismo.

3. Diálogo de la lengua escrito por Juan de Valdés hacia el año 1533 en Nápoles (reimpreso, Madrid 1860) Marcio, Valdés, Coriolano, Pacheco.

Es una reimpresión de las 16 primeras páginas de la edición de Usoz. La hizo el año 1865
en Halle (Druck der Waisenhaus-Buchdruckerei) el profesor de lenguas romances de la Universidad de Estrasburgo, Eduardo Boehmer, para enseñar a leer el castellano a sus discípulos. Consta de 8 páginas a dos columnas; cuatro de aquéllas contienen observaciones gramaticales.

4. Diálogo de las lenguas.

En la edición de los Orígenes de Mayans hecha por la Sociedad La Amistad Librera,
con un prólogo escrito por D. Juan Eugenio Hartzenbusch y notas por D. Eduardo de Mier
(Imprenta de Rivadeneyra), año 1873, se pone el Diálogo de Valdés al comienzo (págs. 1-148), sin mencionar para nada la correcta edición de Usoz.

El Diálogo de la lengua, como se colige de las indicaciones bibliográficas que preceden, permaneció desconocido e inédito por espacio de dos siglos, y el nombre de su verdadero autor no ha sonado hasta el presente, Al generoso valentino, D. Gregorio Mayans, corresponde la honra de haberlo publicado, si bien como anónimo, según el único manuscrito conocido que, procedente de la librería del cronista Zurita, existía en la Biblioteca Real, donde todavía está, según queda dicho, en el fondo de manuscritos; y al erudito D. Diego Clemencín el haber afirmado, en su Comentario al Quijote, que la obra era de Juan de Valdés, pues si bien D. Casiano Pellicer dijo que la escribió un Valdés, asienta que es Alonso, en su Tratado histórico sobre el origen y progresos de la
come ii y del histrionismo en España, impreso el año 1804. Hoy no cabe vacilación de ninguna especie sobre cuál es el verdadero autor de esta obra, después de los eruditísimos trabajos de los Sres. Don Pedro José Pidal, D. Luis Usoz y Río, Benjamín B. Wiffen, Edward Boehmer, D. Fermín Caballero y D. Marcelino Menéndez y Pelayo, quienes con documentos y citas históricas o con razones filológicas han dilucidado este punto de una manera incontestable.

Pero Mayans, si mereció bien de las letras por la publicación que llevó a cabo, mereció al par censura por la edición incorrecta y mendaz que hizo de él, autorizándola con su nombre aquél que había dado feliz y brillante término a empresas que exigían mayor empeño.

I. Artículo del Sr. Pidal, intitulado De Juan de Valdés, y de si es el autor del Diálogo de las lenguas, en la Revista hispano-americana, periódico quincenal, publicado bajo la dirección de D. J. J. de Mora y de D. P. de Madrazo, Tomo I, Madrid, imprenta a cargo de M. Rivadeneyra, 1848. Págs, 18-30.

Usoz, en el prólogo de su edición del Diálogo de la lengua y en los de los tomos IV, IX, X, XI, XV, XVI y XVII de sus Reformistas antiguos españoles.


Life and writings of Juan de Valdés, otherwise Valdesio, Spanish Reformer in the sixteenth century ... London. Bernard Quaritch, 1865.

Cenni biographici sui fratelli Giovanni e Alfonso di Valdesso. 1861 (por Boehmer).

Biblioteca Wiffeniana. Spanish Reformers of two centuries from 1520... By Edward Boehmer... First vol... 1874. Printed in Francke´s Orphanhouse, Halle o/s (págs. 64-130). El segundo vol. fué impreso el año 1883 en la misma ciudad y oficina. Ambos en 4.°

Conquenses ilustres por D. Fermín Caballero. Tomo IV. Alonso y Juan de Valdés. Madrid. Oficina tipográfica del Hospicio, 1875. Págs. 245-263.

Historia de los heterodoxos españoles, por el Doctor D. Marcelino Menéndez y Pelayo... Tomo II. (Colofón:) Acabóse de imprimir en Madrid por F.Maroto e hijos, X Diciembre de MDCCCLXXX. 4.° cap. IV, págs. 149-207.

Ya el título de Diálogo de las lenguas que puso es inconveniente,
supuesto que en él no se trata más que de la castellana; y las frecuentes alteraciones que se ven, y las palabras mal leídas, equivocadas o modernizadas a su antojo, como hablista en vez de hablistan o hablador, ausencia por absencia, principalmente en ésta por especialmente á ésta, empañan la veracidad del original. Por lo cual no es explicable cómo recientemente, en el año de 1873, una persona de reconocida ilustración, el Sr. D. Eduardo de Mier, y un escritor ilustre, así en el arte de Lope y Calderón, como en todo género de estudios filológicos y literarios, el Sr. D. Juan Eugenio Hartzenbusch, hayan autorizado con sus firmas una reimpresión a la letra del Diálogo publicado por Mayans, desde el título inclusive, sin que en el prólogo del segundo de dichos señores, ni en las notas del primero, se haga mención alguna del manuscrito de Zurita, de la copia que sacó d. Gregorio, y que está hoy con muchos de sus papeles, en el Museo Británico, ni de la correctísima edición hecha el año de 1860 por Usoz, quien prestó a las letras castellanas, aunque sus designios fueron de propaganda herética, un señalado servicio con tan preciosa, correcta e ilustrada edición del Diálogo de la lengua, que es en ella su título acertadísimo.

Erró, no obstante, Usoz al decir que esta obra fué compuesta hacia el año 1533; yerro que repitieron Wiffen y Boehmer, pues dado que en ella se habla de los cuatro libros del Cortesano, compuesto en italiano por el Conde Baltasar de Castellón, y agora nuevamente traducido en lengua castellana, y se hace referencia de Garcilaso como de persona viva al decirse: Huélgome que os satisfaga; pero más quisiera satisfacer a Garcilaso de la Vega, con otros dos caballeros de la Corte del Emperador, que yo conozco; ni pudo ser escrito el Diálogo hasta el Abril de 1534, en que se publicó la traducción de Boscán, ni después de Octubre de 1536, en que murió en Niza aquel gran poeta, por la herida que recibió en el heroico asalto de la fortaleza de Frejus. Los atinados razonamientos de D. Fermín Caballero y de los Sres. Fabié y Menéndez Pelayo (I) apoyan y autorizan esta afirmación. Pero no debemos callar aquí que el Rdo. P. Miguel Mir, en su Discurso de recepción en la Academia Española, dice que el Diálogo de la Lengua fué escrito por los años de 1540, fecha que se funda, al decir de tan insigne maestro (aunque no lo consigna en dicho Discurso), en ciertas referencias que se hacen sobre los sucesos políticos de aquel tiempo, tan menudamente conocidos por el sabio jesuita, merced al estudio y publicación que, juntamente con otros religiosos de la Compañía, ha llevado a cabo de las Cartas de San Ignacio. Podrá objetarse la fecha de la muerte de Garcilaso; pero ¿no podría ser por ventura esa referencia ficción del diálogo o deseo de consagrar el autor un recuerdo a su ilustre amigo?


I: Caballero y Menéndez Pelayo, en los libros citados, y D. Antonio María Fabié en el prólogo de su edición de Los cuatro libros del Cortesano, compuestos en italiano por el Conde Baltasar Castellón, y traducidos en su lengua por Boscán: Madrid. M. Rivadeneyra, 1873. Es el tercer volumen de los Libros de antaño: 8.°, LXIX-581 págs.
2: Menéndez y Pelayo, Hist. de los heterod. t. II, pág. 173.

Nació el Diálogo de la lengua de reales y verdaderas conversaciones tenidas por Valdés con amigos suyos, españoles e italianos, en su quinta de la ribera de Chiaja, en donde todos los domingos reuníanse durante la mañana a leer la Biblia o a discurrir sobre puntos de religión, consagrando la tarde, después de comer, a departir sobre asuntos literarios o de amena erudición. Allí se tuvo, pues, el coloquio que en esta preciosa obra castellana se contiene; y sólo así, a la vista de aquel golfo en donde descuellan por un lado Capri y Bayas, y por otro Ischia y Prócida, como blancas gaviotas meciéndose sobre la azulada superficie de aquel poético mar; en donde los mil aromas del campo,
siempre florido, embriagan los sentidos, y en donde aquel cielo con su incomparable hermosura y sus vivísimos tonos sonríe al alma, puede concebirse que se compusiera un libro que, teniendo por asunto el árido estudio de la Gramática y de otras cuestiones filológicas, resultase tan ameno, tan interesante y tan simpático, aun para aquéllos que no sientan inclinaciones a tales enseñanzas.
Bien es verdad que era el autor, como dice muy bien un ilustre académico (2), un hombre de mundo y de corte, y no un filólogo paciente, pues entonces no había otra filología que la que nace del buen gusto individual y del estudio y comparación de las lenguas clásicas, las cuales poseía a maravilla
nuestro autor.

Cuatro son los interlocutores del Diálogo: Marcio, que no es Marco Antonio Flaminio, ilustre poeta de ímola; ni Marcio Martirano, editor de las obras póstumas del Obispo Coriolano, sino Marco Antonio Magno, apoderado de la Duquesa de Trajetto, a quien dedicó la versión italiana que
cuatro años más tarde hizo del Alfabeto Cristiano de Valdés; Coriolano, compatriota del anterior, no debe ser confundido con el Obispo de San Marcos de Calabria, ilustre grecizante: tal interlocutor es, a no dudarlo, Coriolano Martirano, Secretario del Virrey D. Pedro de Toledo; un soldado español,
que primeramente se llama Pacheco y luego Torres por corrección del autor, no puede ser en modo alguno Bartolomé de Torres Naharro, como llegó a suponer D. Adolfo de Castro, por haberse publicado en Nápoles, año 1517, su Propaladia, supuesto que el dramático extremeño ni era militar ni poco latino, como aparece en el Diálogo, en donde, para mayor prueba de lo que decimos, se
habla del estilo que usó Torres Naharro en la citada obra. Completa, por último, el número de los interlocutores el mismo Juan de Valdés, de quien los demás solicitan su opinión y consejo.

Reunidos después que hubieron comido los cuatro amigos en la poética quinta del último, dice Marcio, siendo a la vez intérprete de los demás, a Valdés: Pues los mozos son idos a comer, i nos han dejado solos; antes que venga alguno que nos estorbe, tornemos a hablar en lo que comencé a deciros esta mañana... Bien os debéis acordar como al tiempo, que, agora dos años, partistes desta tierra para Roma, nos prometistes a todos tres, que conservariades y entreterniades nuestra amistad. como habéis hecho con vuestras cartas. Agora sabed que después de vos ido, nosotros nos concertamos desta manera: que cualquiera de nosotros que recibiera carta vuestra, la comunicase con los otros; y esto habemos hecho siempre así: y habemos tomado en ello mucho pasatiempo; porque con la lición refrescábamos en nuestros ánimos la memoria del amigo ausente, y con los chistes y donaires de que continuamente vuestras cartas venían adornadas, teníamos de reír y con que holgar, y notando con atención los primores y delicadeza que guardábades y usábades en vuestro escribir castellano, teníamos sobre que hablar y contender, porque el Sr. Pacheco como hombre nacido y criado en España, presumiendo saber la lengua tan bien como otro, y yo como curioso della, deseando saberla así bien escribir como la sé hablar, y el Sr. Coriolano, como buen cortesano, queriendo del todo entenderla (porque, como veis, ya en Italia asi entre damas como entre caballeros, se tiene por gentileza y galanía saber hablar castellano), siempre hallábamos algo que notar en vuestras cartas, así en lo que pertenecía a la ortografía, como a los vocablos, como al estilo: y acontecía que como llegábamos a topar algunas cosas, que no habíamos visto usar a otros,
a los cuales teníamos por tan bien hablados, y bien entendidos en la lengua castellana, cuanto a vos muchas veces, veníamos a contender reciamente: cuando sobre unas cosas, y cuando sobre otras, porque cada uno de nosotros, o quería ser maestro, o no quería ser discípulo. Agora que os tenemos
aquí, a donde nos podéis dar razón de lo que pues así habemos notado en vuestra manera de escribir, espedimos por merced. nos satisfagáis buenamente en lo que os demandaremos...

Trata de excusarse Valdés con gentiles y amables palabras, diciendo que por haber aprendido la lengua castellana, no en libros, sino por el uso común de hablar, juzga fuera de propósito que le quieran demandar cuenta de lo que está fuera de toda cuenta, y que además es perder el tiempo hablar en una cosa tan baja e plebeya como es punticos y primorcicos de lengua vulgar y en otras niñerías de la lengua.

Un donairoso discreteo sigue manteniendo la conversación en sus comienzos, en los que también se hace resaltar la excelencia de la lengua castellana, hasta que, vencido el ánimo de Valdés, promete éste contestar a cuanto le pregunten sus amigos. Pónense éstos de acuerdo y convienen en preguntarle:
En la primera parte, lo que sabe del origen o principio que han tenido, así la lengua castellana como las otras lenguas que hoy se hablan en España. En la segunda, lo que pertenece a la Gramática. En la tercera, lo que le habemos notado en el escribir unas letras más que otras. En la cuarta, la causa que lo mueve a poner o quitar, en algunos vocablos, una sílaba. En la quinta, le pediremos nos diga por qué no usa de muchos vocablos que usan otros. En la sexta, le rogaremos nos avise de los primores que guarda cuanto al estilo. En la séptima, le demandaremos su parecer acerca de los libros que están escritos en castellano. Al último, haremos que nos diga su opinión sobre cuál lengua tiene por más uniforme a la latina, la castellana o la toscana. De manera que lo
primero será del origen de la lengua. Lo segundo de la Gramática. Lo tercero de las letras a donde entra la ortografía. Lo cuarto de las sílabas. Lo quinto de los vocablos. Lo sexto del estilo. Lo séptimo de los libros. Lo último de la conformidad de las lenguas.

No es de nuestro propósito exponer y juzgar aquí cada una de estas partes del Diálogo de la lengua. De algunas hablaremos en el correspondiente lugar de esta obra. De otras, y de los principios que en ellas se mantienen, hablaríamos de buen grado; pero sólo mencionaremos aquel pasaje en que se recomienda la sencillez y claridad del estilo, cuando con las menos palabras se dice lo que se piensa y de tal suerte que no se puede quitar ninguna sin ofender a la sentencia o al encarecimiento o a la elegancia, sustentando así una admirable teoría, condensada en un solo pensamiento; y aquel otro en que, con singular donosura y aguda crítica, presenta Valdés las autoridades de la lengua, o sean los libros en que debe ejercitarse el que quiera aprenderla, entre cuyos autores descuellan los poetas del Cancionero, Garci Sánchez de Badajoz, el Bachiller La Torre, Guevara, el Marqués de Astorga y, sobre todos, Jorge Manrique, Juan de Mena, Juan del Encina con su
Farsa de Plácida y de Vitoriano, que compuso en Roma; los traductores Fr. Alberto de Aguayo y el Arcediano del Alcor, Alfonso Fernández; Diego de San Pedro y los textos de los romances viejos y de la Celestina, que es el libro castellano donde la lengua está más natural, propia y elegante.

La lengua primitiva de España, según este autor, más que la vizcaína, era así griega en su mayor y principal parte, como después fué latina, lo cual apoya Valdés en dos razones: una, en que los historiadores dicen que los que más platicaron en España fueron los griegos, así con armas como con contrataciones; otra, en que los vocablos castellanos que no son latinos ni arábigos, son griegos. Ejemplos:
apeldar, por huir; cadira, por silla (cátedra); fantasía, por presunción; gazafatón, por cosa mal dicha; malatia, por enfermedad; zillero, por el lugar donde ponen la harina; y las voces de uso corriente: azomar, artesa, abrasar, barrio, brasa, cañada, cara, carátula, chimenea, glotón, masa, mes, mozo, tragar, tragón, tramar, truhán, pinjiado. zelemín, zisne.

La lengua latina (escribe el ilustre conquense), desterró en España a la griega, y fué la que se habló con los residuos que de ésta quedaron, hasta la venida de los Godos, los cuales no hicieron desaparecer el latín, sino que le corrompieron más con nuevas exóticas palabras.
Esta lengua latina, así mezclada y corrompida, duró por toda España, según el autor, hasta el año 719 (sic), en que vinieron los moros, cuyo idioma empezó a hablarse, excepto en Asturias, Vizcaya, Lepuzca y algunos lugares fuertes de Aragón y Cataluña que no pudieron ser sojuzgados.

Hasta la conquista de Granada, dice Valdés, no pudieron tanto conservar los españoles la pureza de su lengua, que no se mezclase con ella mucho de la arábiga; y de los vocablos que dejaron, añade, el uso hacía tener por mejores que los latinos algunos de ellos, diciéndose
alhombra, mejor que tapete; alcreuite (alcrebite), que piedra zufre; azeite, que olio.

Muchas voces nuestras que empiezan por un al, que los moros tienen por artículo, afirma Valdés que rotundamente pueden considerarse como árabes, de la misma manera que las que principian por az, col, cha, chi, cho, chu, gua, ha, xa, za, y hasta por en, h, x o y; y cita las siguientes:

Almaizar, Almirés, Almohada, Alhombra, Almohaza, Alhareme, Azaguán, Azair, Azagaya, colcha, colgajo, cohecho, chapín, chinela, choza, chueca, haxa, haragán, harón, Guadalherza, Guadalquivir, guadamecil, Guadarrama, xaquima, xerga, zaherir, zaquizamí, zafio, enhelgado, enhaziado, endechas.

Pero con todos estos embarazos, i con todas estas mezclas, todavía la lengua latina es el principal fundamento de la castellana, de tal manera que si se afirmara que el origen de la lengua castellana es la latina, se diría la verdad, y todo lo que dicho queda sería excusado.

Alguna voz ha añadido el hebreo a nuestro idioma, dice Valdés, como
Abad, (N. E. Ver Abun de Bashmayo en arameode donde viene Abadesa, Abadía y Abadengo; saco por costal o talega, que también lo ha tomado el castellano de la lengua santa, como casi todas las otras lenguas que han sucedido a ésta.

Los vocablos que tienen f en latín llevan h en castellano: fava, haba.

En muchas partes de Castilla la s latina se convierte ea x: sastre, xastre; y la c latina en y: faciunt, hazen. (facen en castellano anterior)

Si Antonio de Nebrija, dice bien un escritor ilustre, no hubiera escrito antes su Gramática, Ortografía y Vocabulario, habría de concederse a Juan de Valdés el título de fundador de la filología castellana; pues él fué el primero que se ocupó en los orígenes de nuestra habla; el primero que la escribió con tanto amor y aliño como una lengua clásica; el que intentó fijar los cánones de la etimología y del uso, poner reparo a la anarquía ortográfica, aquilatar los primores de construcción y buscarlos en la lengua viva del pueblo, sin desdeñar los refranes que dicen las viejas tras el fuego y que había recogido el Marqués de Santillana (I).

I: Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, tomo II, pág. 169.

Continúa editado en la biblioteca histórica

Historia del Rey de Aragón Don Jaime I, el Conquistador, escrita en lemosín

Historia del Rey de Aragón Don Jaime I, el Conquistador, Escrita en Lemosín por el mismo Monarca: Traducida al Castellano y Anotada.

Al publicar la historia del rey Don Jaime no vacilamos en asegurar que es tal obra superior á cuantas se han compuesto de su genero pues, dejando aparte las consideraciones justas que moverían a su autor a darle el nombre de historia con preferencia al de crónica bien libre está su contesto de inspirar recelo alguno antes al contrario, merece tanta consideración, en nuestro concepto, la historia del Conquistador, que pues que libro mereciera llamarse insigne monumento de saber de verdad y de gloria.

About the Publisher:

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This book is a reproduction of an important historical work. Forgotten Books uses state-of-the-art technology to digitally reconstruct the work, preserving the original format whilst repairing imperfections present in the aged copy. In rare cases, an imperfection in the original, such as a blemish or missing page, may be replicated in our edition. We do, however, repair the vast majority of imperfections successfully; any imperfections that remain are intentionally left to preserve the state of such historical works.


  • Tapa dura: 438 páginas
  • Editor: Forgotten Books (26 de febrero de 2018)
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 0484884018
  • ISBN-13: 978-0484884013

Software , castellano

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Se conoce como software​ al soporte lógico de un sistema informático, que comprende el conjunto de los componentes lógicos necesarios que hacen posible la realización de tareas específicas, en contraposición a los componentes físicos que son llamados hardware.
La interacción entre el Software y el Hardware hace operativa una computadora (u otro dispositivo), es decir, el Software envía instrucciones que el Hardware ejecuta, haciendo posible su funcionamiento.
Los componentes lógicos incluyen, entre muchos otros, las aplicaciones informáticas, tales como el procesador de texto, que permite al usuario realizar todas las tareas concernientes a la edición de textos; el llamado software de sistema, tal como el sistema operativo, que básicamente permite al resto de los programas funcionar adecuadamente, facilitando también la interacción entre los componentes físicos y el resto de las aplicaciones, y proporcionando una interfaz con el usuario.
El software en su gran mayoría, está escrito en lenguajes de programación de alto nivel, ya que son más fáciles y eficientes para que los programadores los usen, porque son más cercanos al lenguaje natural respecto del lenguaje de máquina.​ Los lenguajes de alto nivel se traducen a lenguaje de máquina utilizando un compilador o un intérprete, o bien una combinación de ambos. El software también puede estar escrito en lenguaje ensamblador , que es de bajo nivel y tiene una alta correspondencia con las instrucciones de lenguaje máquina; se traduce al lenguaje de la máquina utilizando un ensamblador.
El anglicismo software es el más ampliamente difundido al referirse a este concepto, especialmente en la jerga técnica; en tanto que el término sinónimo «logicial», derivado del término francés logiciel, es utilizado mayormente en países y zonas de influencia francesa. Su abreviatura es Sw.
Software (pronunciación AFI:[ˈsɒftwɛəʳ]) es una palabra proveniente del inglés, que en español no posee una traducción adecuada al contexto, por lo cual se la utiliza asiduamente sin traducir y así fue admitida por la Real Academia Española (RAE).​ Aunque puede no ser estrictamente lo mismo, suele sustituirse por expresiones tales como programas (informáticos) o aplicaciones (informáticas) o soportes lógicos.
Software es lo que se denomina producto en ingeniería de software.
Existen varias definiciones similares aceptadas para software, pero probablemente la más formal sea la siguiente:
Es el conjunto de los programas de cómputo, procedimientos, reglas, documentación y datos asociados, que forman parte de las operaciones de un sistema de computación.
Extraído del estándar 729 del IEEE​

Considerando esta definición, el concepto de software va más allá de los programas de computación en sus distintos estados: código fuente, binario o ejecutable; también su documentación, los datos a procesar e incluso la información de usuario forman parte del software: es decir, abarca todo lo intangible, todo lo «no físico» relacionado.
El término software fue usado por primera vez en este sentido por John W. Tukey en 1957. En la ingeniería de software y las ciencias de la computación, el software es toda la información procesada por los sistemas informáticos: programas y datos.
El concepto de leer diferentes secuencias de instrucciones (programa) desde la memoria de un dispositivo para controlar los cálculos fue introducido por Charles Babbage como parte de su máquina diferencial. La teoría que forma la base de la mayor parte del software moderno fue propuesta por Alan Turing en su ensayo de 1936, «Los números computables», con una aplicación al problema de decisión.
Si bien esta distinción es, en cierto modo, arbitraria, y a veces confusa, a los fines prácticos se puede clasificar al software en tres tipos:
  • Software de sistema: Su objetivo es desvincular adecuadamente al usuario y al programador de los detalles del sistema informático en particular que se use, aislándolo especialmente del procesamiento referido a las características internas de: memoria, discos, puertos y dispositivos de comunicaciones, impresoras, pantallas, teclados, etc. El software de sistema le procura al usuario y programador adecuadas interfaces de alto nivel, controladores, herramientas y utilidades de apoyo que permiten el mantenimiento del sistema global. Incluye entre otros:
    • Sistemas operativos,
    • Controladores de dispositivos,
    • Herramientas de diagnóstico,
    • Herramientas de corrección y optimización,
    • Servidores,
    • Utilidades,
  • Software de programación: Es el conjunto de herramientas que permiten al programador desarrollar programas de informática, usando diferentes alternativas y lenguajes de programación, de una manera práctica. Incluyen en forma básica:
    • Editores de texto
    • Compiladores
    • Intérpretes
    • Enlazadores
    • Depuradores
    • Entornos de desarrollo integrados (IDE): Agrupan las anteriores herramientas, usualmente en un entorno visual, de forma tal que el programador no necesite introducir múltiples comandos para compilar, interpretar, depurar, etc.
    • Habitualmente cuentan con una avanzada interfaz gráfica de usuario (GUI).
  • Software de aplicación: Es aquel que permite a los usuarios llevar a cabo una o varias tareas específicas, en cualquier campo de actividad susceptible de ser automatizado o asistido, con especial énfasis en los negocios. Incluye entre muchos otros:
    • Aplicaciones para Control de sistemas y automatización industrial
    • Aplicaciones ofimáticas
    • Software educativo
    • Software empresarial
    • Bases de datos
    • Telecomunicaciones (por ejemplo Internet y toda su estructura lógica)
    • Videojuegos
    • Software médico
    • Software de cálculo numérico y simbólico.
    • Software de diseño asistido (CAD)
    • Software de control numérico (CAM)
Se define como «proceso» al conjunto ordenado de pasos a seguir para llegar a la solución de un problema u obtención de un producto, en este caso particular, para lograr un producto software que resuelva un problema específico.
El proceso de creación de software puede llegar a ser muy complejo, dependiendo de su porte, características y criticidad del mismo. Por ejemplo la creación de un sistema operativo es una tarea que requiere proyecto, gestión, numerosos recursos y todo un equipo disciplinado de trabajo. En el otro extremo, si se trata de un sencillo programa (por ejemplo, la resolución de una ecuación de segundo orden), éste puede ser realizado por un solo programador (incluso aficionado) fácilmente. Es así que normalmente se dividen en tres categorías según su tamaño (líneas de código) o costo: de «pequeño», «mediano» y «gran porte». Existen varias metodologías para estimarlo, una de las más populares es el sistema COCOMO que provee métodos y un software (programa) que calcula y provee una aproximación de todos los costos de producción en un «proyecto software» (relación horas/hombre, costo monetario, cantidad de líneas fuente de acuerdo a lenguaje usado, etc.).
Considerando los de gran porte, es necesario realizar complejas tareas, tanto técnicas como de gerencia, una fuerte gestión y análisis diversos (entre otras cosas), la complejidad de ello ha llevado a que desarrolle una ingeniería específica para tratar su estudio y realización: es conocida como ingeniería de Software.
En tanto que en los de mediano porte, pequeños equipos de trabajo (incluso un avezado analista-programador solitario) pueden realizar la tarea. Aunque, siempre en casos de mediano y gran porte (y a veces también en algunos de pequeño porte, según su complejidad), se deben seguir ciertas etapas que son necesarias para la construcción del software. Tales etapas, si bien deben existir, son flexibles en su forma de aplicación, de acuerdo a la metodología o proceso de desarrollo escogido y utilizado por el equipo de desarrollo o por el analista-programador solitario (si fuere el caso).
Los «procesos de desarrollo de software» poseen reglas preestablecidas, y deben ser aplicados en la creación del software de mediano y gran porte, ya que en caso contrario lo más seguro es que el proyecto no logre concluir o termine sin cumplir los objetivos previstos, y con variedad de fallos inaceptables (fracasan, en pocas palabras). Entre tales «procesos» los hay ágiles o livianos (ejemplo XP), pesados y lentos (ejemplo RUP), y variantes intermedias. Normalmente se aplican de acuerdo al tipo y porte del software a desarrollar, a criterio del líder (si lo hay) del equipo de desarrollo. Algunos de esos procesos son Programación Extrema (en inglés eXtreme Programming o XP), Proceso Unificado de Rational (en inglés Rational Unified Process o RUP), Feature Driven Development (FDD), etc.
Cualquiera sea el «proceso» utilizado y aplicado al desarrollo del software (RUP, FDD, XP, etc), y casi independientemente de él, siempre se debe aplicar un «modelo de ciclo de vida».​
Se estima que, del total de proyectos software grandes emprendidos, un 28 % fracasan, un 46 % caen en severas modificaciones que lo retrasan y un 26 % son totalmente exitosos.​
Cuando un proyecto fracasa, rara vez es debido a fallas técnicas, la principal causa de fallos y fracasos es la falta de aplicación de una buena metodología o proceso de desarrollo. Entre otras, una fuerte tendencia, desde hace pocas décadas, es mejorar las metodologías o procesos de desarrollo, o crear nuevas y concientizar a los profesionales de la informática a su utilización adecuada. Normalmente los especialistas en el estudio y desarrollo de estas áreas (metodologías) y afines (tales como modelos y hasta la gestión misma de los proyectos) son los ingenieros en software, es su orientación. Los especialistas en cualquier otra área de desarrollo informático (analista, programador, Lic. en informática, ingeniero en informática, ingeniero de sistemas, etc.) normalmente aplican sus conocimientos especializados pero utilizando modelos, paradigmas y procesos ya elaborados.
Es común para el desarrollo de software de mediano porte que los equipos humanos involucrados apliquen «metodologías propias», normalmente un híbrido de los procesos anteriores y a veces con criterios propios.
El proceso de desarrollo puede involucrar numerosas y variadas tareas,​ desde lo administrativo, pasando por lo técnico y hasta la gestión y el gerenciamiento. Pero, casi rigurosamente, siempre se cumplen ciertas etapas mínimas; las que se pueden resumir como sigue:
  • Captura, elicitación,​ especificación y análisis de requisitos (ERS),
  • Diseño,
  • Codificación,
  • Pruebas (unitarias y de integración),
  • Instalación y paso a producción,
  • Mantenimiento
En las anteriores etapas pueden variar ligeramente sus nombres, o ser más globales, o contrariamente, ser más refinadas; por ejemplo indicar como una única fase (a los fines documentales e interpretativos) de «análisis y diseño»; o indicar como «implementación» lo que está dicho como «codificación»; pero en rigor, todas existen e incluyen, básicamente, las mismas tareas específicas.
En el apartado 4 del presente artículo se brindan mayores detalles de cada una de las etapas indicadas.
Durante esta etapa se realizan las tareas que comúnmente se conocen como programación; que consiste, esencialmente, en llevar a código fuente, en el lenguaje de programación elegido, todo lo diseñado en la fase anterior. Esta tarea la realiza el programador, siguiendo por completo los lineamientos impuestos en el diseño y en consideración siempre a los requisitos funcionales y no funcionales (ERS) especificados en la primera etapa.
Es común pensar que la etapa de programación o codificación (algunos la llaman implementación) es la que insume la mayor parte del trabajo de desarrollo del software; sin embargo, esto puede ser relativo (y generalmente aplicable a sistemas de pequeño porte) ya que las etapas previas son cruciales, críticas y pueden llevar bastante más tiempo. Se suele hacer estimaciones de un 30% del tiempo total insumido en la programación, pero esta cifra no es consistente ya que depende en gran medida de las características del sistema, su criticidad y el lenguaje de programación elegido. ​En tanto menor es el nivel del lenguaje mayor será el tiempo de programación requerido, así por ejemplo se tardaría más tiempo en codificar un algoritmo en lenguaje ensamblador que el mismo programado en lenguaje C.
Mientras se programa la aplicación, sistema, o software en general, se realizan también tareas de depuración, esto es la labor de ir liberando al código de los errores factibles de ser hallados en esta fase (de semántica, sintáctica y lógica). Hay una suerte de solapamiento con la fase siguiente, ya que para depurar la lógica es necesario realizar pruebas unitarias, normalmente con datos de prueba; claro es que no todos los errores serán encontrados sólo en la etapa de programación, habrá otros que se encontrarán durante las etapas subsiguientes. La aparición de algún error funcional (mala respuesta a los requisitos) eventualmente puede llevar a retornar a la fase de diseño antes de continuar la codificación.
Durante la fase de programación, el código puede adoptar varios estados, dependiendo de la forma de trabajo y del lenguaje elegido, a saber:
  • Código fuente: es el escrito directamente por los programadores en editores de texto, lo cual genera el programa. Contiene el conjunto de instrucciones codificadas en algún lenguaje de alto nivel. Puede estar distribuido en paquetes, procedimientos, bibliotecas fuente, etc.
  • Código objeto: es el código binario o intermedio resultante de procesar con un compilador el código fuente. Consiste en una traducción completa y de una sola vez de este último. El código objeto no es inteligible por el ser humano (normalmente es formato binario) pero tampoco es directamente ejecutable por la computadora. Se trata de una representación intermedia entre el código fuente y el código ejecutable, a los fines de un enlace final con las rutinas de biblioteca y entre procedimientos o bien para su uso con un pequeño intérprete intermedio [a modo de distintos ejemplos véase EUPHORIA, (intérprete intermedio), FORTRAN (compilador puro) MSIL (Microsoft Intermediate Language) (intérprete) y BASIC (intérprete puro, intérprete intermedio, compilador intermedio o compilador puro, depende de la versión utilizada)].
    • El código objeto no existe si el programador trabaja con un lenguaje a modo de intérprete puro, en este caso el mismo intérprete se encarga de traducir y ejecutar línea por línea el código fuente (de acuerdo al flujo del programa), en tiempo de ejecución. En este caso tampoco existe el o los archivos de código ejecutable. Una desventaja de esta modalidad es que la ejecución del programa o sistema es un poco más lenta que si se hiciera con un intérprete intermedio, y bastante más lenta que si existe el o los archivos de código ejecutable. Es decir no favorece el rendimiento en velocidad de ejecución. Pero una gran ventaja de la modalidad intérprete puro, es que él está forma de trabajo facilita enormemente la tarea de depuración del código fuente (frente a la alternativa de hacerlo con un compilador puro). Frecuentemente se suele usar una forma mixta de trabajo (si el lenguaje de programación elegido lo permite), es decir inicialmente trabajar a modo de intérprete puro, y una vez depurado el código fuente (liberado de errores) se utiliza un compilador del mismo lenguaje para obtener el código ejecutable completo, con lo cual se agiliza la depuración y la velocidad de ejecución se optimiza.
  • Código ejecutable: Es el código binario resultado de enlazar uno o más fragmentos de código objeto con las rutinas y bibliotecas necesarias. Constituye uno o más archivos binarios con un formato tal que el sistema operativo es capaz de cargarlo en la memoria RAM (eventualmente también parte en una memoria virtual), y proceder a su ejecución directa. Por lo anterior se dice que el código ejecutable es directamente «inteligible por la computadora». El código ejecutable, también conocido como código máquina, no existe si se programa con modalidad de «intérprete puro».
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